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Odisea en la calle Arturo Soria: 4 km en dos horas para salvar a una mujer tras un ictus
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PIDEN LA MEDALLA AL MÉRITO PARA ELLOS

Odisea en la calle Arturo Soria: 4 km en dos horas para salvar a una mujer tras un ictus

Dos policías se lanzaron la madrugada del sábado a recorrer con su coche y dos palas la distancia que separa el domicilio de la joven del hospital más cercano

Foto: La caída de los árboles y la acumulación de nieve hacía intransitables las calles de Madrid cuando los policías tuvieron que recorrer cuatro kilómetros. (EFE)
La caída de los árboles y la acumulación de nieve hacía intransitables las calles de Madrid cuando los policías tuvieron que recorrer cuatro kilómetros. (EFE)

Eran las 10 y media de la noche del pasado sábado cuando en la comisaría del madrileño barrio de San Blas sonó el teléfono por enésima vez. Un hombre pedía ayuda porque a su sobrina se le había paralizado media cara. Le estaba dando un ictus y no sabía qué hacer. Visiblemente nervioso, el tío de la chica dijo al funcionario que le atendió que antes de llamar había telefoneado al 112, pero que los especialistas de emergencias le habían respondido que no podían hacer nada, que no podían trasladarse hasta la vivienda porque era imposible avanzar con vehículo alguno por las calles debido a la enorme cantidad de nieve que las cubría en ese momento.

El agente que recibió la llamada se comunicó entonces con los Bomberos, con el Samur y con la Policía Municipal. Desde todos estos estamentos, sin embargo, le respondían lo mismo. No podían acudir porque la tormenta había convertido las carreteras en un manto de nieve que las hacía impracticables. Fue entonces cuando los dos únicos policías que quedaban en la comisaría del departamento de seguridad ciudadana decidieron liarse la manta a la cabeza. La pareja, conformada por un veterano y por un chico que acababa de salir de la academia de Policía, se puso el abrigo, los guantes y la braga del cuello y le pidió al servicio de limpieza cualquier herramienta que pudiera ayudarles a despejar la carretera.

Foto: Una vecina de Vallecas, el pasado sábado. (EFE) Opinión

Las personas que en ese momento se encontraban en las dependencias destinadas al servicio de limpieza les proporcionaron una pala de jardinería que tenían en una de las habitaciones donde guardaban el material. Los agentes la agarraron y salieron pitando hasta la vivienda en la que estaba la mujer aquejada del ictus, situada a unos 300 metros de la comisaría. Una vez allí le comunicaron al tío de la víctima cómo estaba la situación. Las manos de esos dos policías eran la única esperanza de la mujer para ser atendida por profesionales y salvar su vida.

Los funcionarios metieron a las dos personas en el coche patrulla y comenzaron a 'rodar'. La nieve impedía cualquier avance normalizado. Las ruedas patinaban constantemente y se iban de lado a lado. Por eso, los agentes decidieron meter la pala para despejar unos metros, subirse al coche, avanzar ese espacio, volver a salir a limpiar la nieve y repetir la operación. En algunos tramos la nieve superaba el metro de profundidad. El paso era extremadamente lento, pero también se tornaba como el único modo de aproximarse al hospital más cercano, situado en la calle Arturo Soria, a cuatro kilómetros de la vivienda donde habían recogido a la víctima del ictus.

Foto: Coches en la M-30 a la altura de la A-3 atrapados el pasado sábado. (EFE)

Durante el recorrido, el coche patrulla atravesó una zona arbolada. Las ramas estaban por el suelo, pero a veces no se veían hasta que los agentes no despejaban la vía, con lo que obligaban a retroceder en algunas ocasiones para volver a abrir camino por otro lado. Los policías tenían que estar pendientes también de los árboles, pues era frecuente que cayeran fragmentos de nieve de las copas y que golpearan el vehículo e incluso amenazaran con caérseles encima. Las ramas también se rompían y caían sobre la calzada, lo que convertía la labor en una tarea arriesgada. Un golpe en la cabeza de alguno de los funcionarios habría echado por tierra toda la operación.

Exhaustos, en un momento dado, los dos policías vieron que no había más posibilidades de avanzar. Había vehículos en la carretera que bloqueaban el paso, árboles caídos y cantidades de nieve imposibles de apartar con una simple pala. Estuvieron a punto de darse por vencidos en ese punto, como reconocen fuentes policiales consultadas por El Confidencial que conocen lo ocurrido. "No damos para más", dijo uno de los dos. Sin embargo, ambos miraron a la chica en el coche patrulla y decidieron seguir adelante. Había una posibilidad elevada de que se quedaran finalmente atrapados, pero no podían hacer otra cosa que intentar llegar como fuera. Se aplicaron en apartar la nieve por donde era más factible el paso y finalmente lograron superar el escollo.

Foto: Foto: EFE/Javier López.

No tenían más que sus propias manos para trabajar, pues era ya media noche y la calle se asemejaba más a un inhóspito paisaje polar que a una céntrica vía madrileña. Casi a la una de la madrugada, tras decenas de resbalones, golpes y sustos provocados por los desprendimientos, los agentes llegaron por fin al hospital y así se lo comunicaron a la sala del 091, que en todo momento siguió los pasos de sus agentes. La chica fue inmediatamente atendida por los servicios de urgencias del centro sanitario, que horas después trasladaría a la joven a un hospital más especializado para que la trataran los expertos.

La mujer sigue ahora ingresada y en situación estable. "Era una urgencia vital y los policías estuvieron a la altura", explican desde el sindicato Jupol, la organización que ha reclamado al Ministerio del Interior la concesión de la medalla al mérito para estos dos agentes y para otros muchos que han protagonizado diferentes actuaciones humanitarias o heróicas durante su trabajo o fuera de él para combatir los efectos de la tormenta Filomena. "A veces, como lo haces en el marco de tu trabajo, no te das cuenta de que estás haciendo algo relevante", explican fuentes policiales cercanas a los héroes de la comisaría de San Blas.

Eran las 10 y media de la noche del pasado sábado cuando en la comisaría del madrileño barrio de San Blas sonó el teléfono por enésima vez. Un hombre pedía ayuda porque a su sobrina se le había paralizado media cara. Le estaba dando un ictus y no sabía qué hacer. Visiblemente nervioso, el tío de la chica dijo al funcionario que le atendió que antes de llamar había telefoneado al 112, pero que los especialistas de emergencias le habían respondido que no podían hacer nada, que no podían trasladarse hasta la vivienda porque era imposible avanzar con vehículo alguno por las calles debido a la enorme cantidad de nieve que las cubría en ese momento.

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