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¿Qué pasa con los menas cuando cumplen la mayoría de edad?
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VIVIR COMO JOVEN EXTUTELADO

¿Qué pasa con los menas cuando cumplen la mayoría de edad?

Una vez alcanzan los 18 años, los menores extranjeros no acompañados dejan de estar bajo tutela estatal y afrontan una situación legal y administrativa que complica su integración

Foto: Hicham (i) y Mehdi (d), en la puerta de la asociación. (Asociación Marroquí)
Hicham (i) y Mehdi (d), en la puerta de la asociación. (Asociación Marroquí)

Hicham cumplió la mayoría de edad en Melilla. En agosto, estrenando nueva normalidad y con una situación laboral y social que se iba oscureciendo con el paso de las semanas. Entonces decidió irse a vivir a Málaga, donde unos amigos le habían hablado de una asociación que ayudaba a jóvenes como él. Allí, le dijeron, podría tramitar sus papeles y seguir estudiando.

Él llegó a Melilla con tan solo 13 años, a nado. Más de 40 minutos de una playa a otra, completamente solo. Según cuenta, estuvo a punto de morir debido al oleaje y las medusas. No obstante, consiguió llegar a la playa. En Marruecos, trabajaba de lo que podía: un día de mecánico, el otro de vendedor de frutas... No podía pagar el alquiler y decidió, tras conocer a "un chico mayor", cruzar la frontera.

En el centro de menores, estudió casi de todo —para azafato, cocinero, jardinero, etc.— y, ahora, desde Málaga, está preparándose para aprobar la ESO y seguir el camino hacia su meta, ser policía, aunque ahora mismo esa opción parece algo lejana. No obstante, tiene un plan B más asequible: chef de restaurante. Junto con un amigo, se ha convertido en el cocinillas de lo que ahora, y de momento, es su hogar.

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Hicham.

Son seis en su piso de acogida. Tienen 20 euros a la semana para hacer la compra y otros 20 euros mensuales "para ropa y otros gastos", explica Hicham. "El día en que cumplen los 18 años, tienen que abandonar el centro de acogida. De repente, salen del centro y empiezan a vivir la mayoría de ellos en situación de calle, con todo lo que eso implica", advierte Ahmed Khalifa, presidente de la Asociación Marroquí para la Integración de Inmigrantes, que actualmente atiende a 120 jóvenes, "aunque hay muchos más".

La historia de Fedwa (20 años) no es tan peligrosa, pero tampoco es por ello menos dura. "Estuve acompañada por Málaga Acoge, donde me consiguieron un hogar: estuve dos semanas en un albergue. Después, en una casa religiosa". Fedwa, como Hicham, viajó a Málaga tras abandonar el centro de menores. Al obtener la residencia, pudo salir de Melilla y se aventuró a viajar hacia la Península. "A la aventura", apunta, porque no conocía a nadie. Al llegar, estableció contacto con la asociación Málaga Acoge y con la Asociación Marroquí.

Foto: La Policía Nacional, durante un control en la estación de Atocha, en Madrid. (EFE)

Hace tres años que Fedwa cruzó la frontera andando, pues la aldea de donde procede, La Bocana (Marruecos), queda muy cerca de Melilla. Se crio rodeada de españoles, lo que despertó sus ganas de perseguir el cambio: "Eran más abiertos y más europeos. Quería llevar esa vida libre. Eso, en mi país, no me lo permiten. Ni mi padre tampoco". La decisión de cruzar la frontera cambió su vida para siempre. Lo hizo sin permiso de sus padres y, actualmente, solo mantiene relación con su madre. "No le digo nada [de su situación y de cómo está], solo le digo que está todo bien".

Actualmente, Fedwa vive en Madrid con la Congregación de Sagrados Corazones, que cubre sus gastos (ropa, comida, transporte, etc.) y le ha ayudado con la renovación del permiso de residencia, llegando incluso a empadronarla en el domicilio. Está terminando la ESO, aunque su objetivo es "seguir trabajando en la hostelería” para que, algún día, pueda "opositar al Ejército".

Hicham llegó a Melilla con 13 años, a nado. Más de 40 minutos de una playa a otra, completamente solo

Eso sí, según la Ley de Extranjería, para que estos jóvenes extutelados puedan incorporarse al mercado laboral necesitan un permiso de trabajo. Para tramitarlo, un requisito indispensable es contar con una oferta de empleo de 40 horas semanales, un año de duración y que ofrezca el salario mínimo interprofesional. "Es muy difícil conseguir estas condiciones", lamenta Rocío Roca, abogada experta en mediación y extranjería. "Pensamos que la Administración debería darles un permiso de residencia y de trabajo para que ellos pudieran buscarse un empleo. Una residencia no les permite trabajar".

"Cuando encuentran a alguien que les quiere ayudar, les pide el permiso de trabajo y ellos no lo tienen. Les tienen que hacer una oferta laboral y ellos solicitar la autorización para trabajar, en la oficina de extranjeros. Cuando se la concedan, entonces, ya usted me podrá contratar. En todo ese tiempo ya han buscado a otra persona. Es la pescadilla que se muerde la cola", apunta Rocío.

Foto: Un grupo de migrantes en el muelle de Arguineguín. (EFE)

Hay chicos que llevan bajo la tutela de la Administración desde que son muy pequeños. "Algunos, de hecho, desde los 14 años. Han cumplido los 18 y no salen ni con la nacionalidad pedida", se queja Rocío. "La nacionalidad no la piden nunca, ni siquiera la solicitud. Ese supuesto viene recogido expresamente en el Código Civil español. La nacionalidad suele tardar dos años y lo que suelen pedir es un año de residencia legal si has estado sometido a una tutela. Hasta el Defensor del Pueblo español ha hecho reclamaciones al respecto. No hay manera. Serían los centros los que deberían empezar a tramitarlo".

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Fedwa (d), en una de sus pra?cticas de hosteleri?a.

En muchos casos, este asesoramiento o tramitación de los permisos ni siquiera llega a darse, a pesar de que es una obligación del Estado y sus administraciones, dado que han estado bajo su tutela. "No les informan de nada. Salen con 18 años sin papeles porque a lo mejor han estado solo tres meses en el centro y no les avisan de que tienen un margen de tres meses para pedir la residencia. Muchos pierden el papel de haber estado tutelados en un centro… Vamos, un desastre. Los niños, algunos, no hablan nada de español, normal. ¡Y es que son niños! Es una pena".

En una situación similar se encuentra Mehdi, quien, al contrario que Hicham y Fedwa, no habla español. Como Hicham, llegó nadando desde Marruecos hasta Melilla, donde pasó por el centro de menores para después poner rumbo a Málaga todavía siendo menor de edad. Cuando cumplió los 18, el centro de menores le tramitó los papeles para llevarlo directamente a un albergue. No tiene permiso de residencia porque tiene el pasaporte marroquí en su país.

Lleva allí desde el pasado enero y la situación es difícil, lo está llevando "un poco mal". El albergue es un lugar duro donde “mucha gente mayor llega bebida, entre otras cosas”. No le dan nada, no tiene ningún trabajo. Lo único que ahora mismo ocupa el tiempo de Medhi es estudiar español a través de la asociación y de las clases de la Cruz Roja, además de acudir "a clases de instituto por la tarde". Quiere dominar el idioma, tener los papeles y trabajar en España. “Le gustaría ser pescador”, afirma Hicham, que hace de traductor de su compañero.

¿Existe un plan o modelo de integración?

Para estos jóvenes extutelados, este es solo el principio de un camino lleno de trabas hacia la vida adulta: aunque existan marcos legales y planes de integración, las barreras administrativas retrasan el proceso. Sin embargo, esta integración no solo resulta beneficiosa para estos chicos, sino también para el país que los acoge. Así se demuestra en el informe 'La contribución de la inmigración a la economía española', elaborado por el Defensor del Pueblo, donde se destaca, entre otros muchos argumentos, que el envejecimiento demográfico español se ha traducido en una "reducción de la fuerza laboral nativa". En este contexto, la migración se convierte en un factor de “reemplazo demográfico” que asegura el mantenimiento del sistema de pensiones y del crecimiento económico del país.

Pero, para que esta integración de la fuerza laboral migrante sea plena, deben existir modelos que garanticen una integración completa de estas personas en sus respectivos países de destino. A nivel teórico, se habla de diferentes modelos con distintos grados de integración de los migrantes en la sociedad. Todos ellos funcionan a nivel estatal y se canalizan a través de la legislación de cada país.

Foto: Llegada de una nueva patera, con dos menores, al muelle de Arguineguín. (EFE)

Sin embargo, el caso de España es especial, pues el país no se ha adherido a ninguno de los modelos imperantes. Es más: España no cuenta con un macromodelo y ni siquiera se aborda el tema a nivel nacional, sino que la integración de los migrantes es competencia de las distintas comunidades autónomas. “La gestión de la inmigración debe ser a nivel regional”, admite Ahmed, pues "depende de la situación y de la zona geográfica".

Fedwa vive en Madrid con la Congregación de Sagrados Corazones, que cubre sus gastos. Está terminando la ESO

El marco jurídico español incluye algunas normas sobre integración a nivel nacional. En la Constitución española, sin ir más lejos, el artículo 13.1 asegura que "los extranjeros gozarán en España de las libertades públicas que garantiza el presente título en los términos que establezcan los tratados". Es cierto que, además, existen una Dirección General de Extranjería e Inmigración adscrita al Ministerio del Interior y un Foro para la Integración Social de los Inmigrantes. Sin embargo, en la práctica, la obligación de integrar a los migrantes recae directamente en las autonomías. El resultado de esta descentralización es un mosaico de 17 planes de integración completamente diferentes, que siguen líneas dispares y que funcionan de manera irregular.

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Hicham (i) y Mehdi (d), en Ma?laga. (Asociacio?n Marroqui?)

Si España es un caso especial dentro de la Unión Europea, Andalucía lo es dentro de España. La 'frontera sur' es el punto de llegada de la mayoría de los migrantes africanos al país. A pesar del difícil contexto, Andalucía no cuenta actualmente con ningún plan de integración. Su último plan terminó y todavía no se ha aprobado el que debía ser el IV Plan Integral para la Inmigracción. “El plan andaluz de inmigración está caducado, terminó en 2018. El siguiente plan se estaba trabajando, pero todavía no ha salido. En Andalucía, eso está medio parado”, explica Ahmed Khalifa.

Islamofobia y "desventaja marroquí"

Sin un plan de integración efectivo, ni ayuda de las administraciones, y con un camino lleno de trabas hacia la adultez, estos chicos se enfrentan a una situación de marginalidad que, en algunos casos, puede resultar incluso peligrosa. “Las agresiones han aumentado, sobre todo en las redes sociales. Es el germen de donde salen las ideas falsas y los mitos sobre inmigrantes que no ayudan para nada a la convivencia”, advierte Ahmed Kalifa. “Los datos que existen sobre las conductas islamófobas resultan del todo alarmantes”, denuncian desde la asociación.

Los jóvenes marroquíes no solo sufren islamofobia sino lo que, según un informe del Real Instituto Elcano del año 2010, se denomina "desventaja marroquí": "Los inmigrantes marroquíes en España, los Países Bajos y Francia se encuentran en situaciones de desventaja frente a los nativos y a los demás inmigrantes", y apunta que "es una regularidad empírica ampliamente corroborada decir que los inmigrantes procedentes de países de mayoría musulmana tienen sistemáticamente menos éxito social y económico que los nativos y que el inmigrante promedio".

Foto: Inmigrantes alojados en hoteles en Gran Canaria. (EFE)

Aunque Mehdi, Fedwa o Hicham no hayan sufrido este tipo de discriminación, sí han sido testigos de cómo les ha ocurrido otros compañeros. "Pienso que todo está bien. Pero hay chicos que, cuando buscan trabajo, les rechazan", afirma Hicham. ¿Por ser de Marruecos? “Sí, por ser de Marruecos”, aclara el joven quien, de momento, no tiene miedo de verse en esta situación. Aunque eso "depende de la gente de aquí". "Hay gente que ve en las noticias que un chico ha robado algo y ya dicen que todos los marroquíes somos iguales, pero hay gente que quiere trabajar".

"Gracias a Dios, no he sufrido discriminación", se alegra Fedwa. "Quizá porque siempre me confuden con una latina, así que no he sufrido ningún problema con eso en Madrid", confiesa, aunque admite que durante su estancia en el centro de menores, allí en Melilla, "cuando íbamos a comprar ropa a los centros comerciales, el guardia siempre estaba detrás de nosotros por si robábamos algo. O la gente en la calle, cuando nos ve, pues se aleja o aleja el bolso como pensando que le vamos a atacar".

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Programa de radio de Onda Color con algunos de los jo?venes de la asociacio?n. (Asociación Marroquí)

"Estamos obligando a las personas a estar en una situación de exclusión social. No pueden encontrar una casa en condiciones, no pueden trabajar… Es una situación complicada", señala Ahmed. "Tengo a mi madre en Marruecos y depende de mí. Puedo estar sola, luchar sola, porque estoy sola. Pero no estoy sola. Es como que soy la madre de mi madre también", confiesa Fedwa, que, ante una situación como la que le ha tocado vivir, no se resigna, sino que intenta crecer y hacerse más fuerte. "Esto es demasiado duro. Bueno, en realidad, al principio era muy difícil, era muy duro. No tenía muchas fuerzas… Pero, con el tiempo, he aprendido que cada problema tiene su solución y cada cosa mala después tiene una cosa buena y todo pasa por algo".

Aún con los estudios por terminar y sin poder trabajar, Fedwa tiene que cuidar de sí misma y, en la medida de lo posible, también de su madre. Tanto ella como Hicham o Mehdi quieren empezar a trabajar lo antes posible, pero de momento están centrados en estudiar. "Tienen unas ganas de trabajar increíbles", afirma Rocío. "Cuando llegan las ofertas del campo, bueno, esto estaba desbordado de chicos apuntándose a las listas para ir a trabajar durante la pandemia. Los chiquillos están deseando trabajar", aunque, en la mayoría de los casos, no se les permita siquiera intentarlo.

El proyecto Jóvenes en Movimiento: Integración y Acceso a la Plena Ciudadanía de los Colectivos MENA y JIEX está financiado por la Agencia Andaluza de Cooperación Internacional al Desarrollo (AACID), de la Consejería de Igualdad, Políticas Sociales y Conciliación de la Junta de Andalucía,

Hicham cumplió la mayoría de edad en Melilla. En agosto, estrenando nueva normalidad y con una situación laboral y social que se iba oscureciendo con el paso de las semanas. Entonces decidió irse a vivir a Málaga, donde unos amigos le habían hablado de una asociación que ayudaba a jóvenes como él. Allí, le dijeron, podría tramitar sus papeles y seguir estudiando.

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