Se investiga si el presunto asesino de Manuela Chavero mató a su madrastra

En la misma finca en la que los investigadores de la UCO encontraron el cadáver de Manuela Chavero, flotan desde hace años, agitadas por la voluntad del aire de un lado a otro, las cenizas de otra mujer, las de Carmen, la madrastra de Eugenio Delgado. El detenido tiene la mala suerte de estar siempre cerca cuando algunas mujeres fallecen accidentalmente.

En el caso de Manuela Chavero, cuenta que ella le acompañó a la casa a por una cuna que le había prestado hacía dos años y que él no le devolvía. Discutieron porque estaba rota pero, aun así, Manuela se la quiso llevar. Eugenio la cogió de un extremo y Manuela del otro, caminando de espaldas. En el pasillo forcejearon con la cuna en medio, ella se cayó, se golpeó en la cabeza y murió. ¿Por qué entonces los forenses no han visto un golpe severo en el cráneo? Si la cuna no era maciza, sino que era más bien barata y apenas pesaba y además tenía ruedas, ¿por qué la tuvieron que cargarla entre dos personas, si no hacía falta? Solo con empujarla o tirar de un extremo, Manuela se la podría haber llevado perfectamente sola y sin ayuda.

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En realidad, nadie cree la versión de Eugenio, ni siquiera el juez de instrucción de Zafra, que lo envió a prisión provisional y sin fianza por homicidio y detención ilegal. Los investigadores de la UCO y muchos habitantes de Monesterio están convencidos de que la muerte de Manuela no fue accidental, sino que existe una motivación sexual. Solo eso explica que el cuerpo de la víctima fuera encontrado desnudo en el interior de una madriguera de zorros. En el momento de la muerte de la hermana de Emilia Chavero, Eugenio solo tenía 24 años. Y aquí surge la duda: en el caso de que se pueda probar que violó y luego mató a Manuela para ocultar que la había forzado, ¿alguien se cree que semejante pulsión, maldad, falta de empatía y compasión surgió de repente, sin haber dado ninguna señal antes, sin episodios anteriores?

Según ha podido saber El Confidencial, hay otra muerte vinculada a Eugenio en la que él también atrae todas las sospechas: la de Carmen, su madrastra, la que fuera pareja de su padre. Carmen falleció de un ictus provocado por un golpe en el cráneo que se dio al resbalarse en la bañera. Ocurrió hace seis años, cuando ella tenía unos 51 y su hijastro Eugenio acababa de cumplir los 22 años. Curiosamente, ese día el joven no acompañó a su padre al campo como hacía siempre. Dijo sentirse mal y se quedó en casa, a solas con su madrastra.

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Cuentan los vecinos que la familia de Carmen jamás creyó en el resbalón, ni en la caída, ni que se tratara de un accidente y siempre sospechó que él estaba detrás del repentino fallecimiento. En el momento, el dolor fue tan profundo que les nubló y, para cuando empezaron a mirar en dirección a Eugenio y a sospechar, el cuerpo de Carmen ya había sido incinerado y sus cenizas arrojadas en la misma finca en la que se localizó el cuerpo de Manuela.

Hay dos versiones en Monesterio, una dice que Eugenio hijo, al escuchar el golpe se acercó a la bañera, comprobó que estaba muerta, llamó al 112 y salió corriendo de la casa. Una segunda apunta a que esperó sentado en una silla y mirando al suelo a que llegase la ambulancia y el médico, que permaneció así hasta que se la llevaron. Sea la que sea, la familia de Carmen ha trasladado su convencimiento a los responsables de las pesquisas, les ha expuesto sus pruebas y la Guardia Civil ahora va a revisar el caso en profundidad. En la UCO jamás dejan un cabo suelto.