Disparos al aire y 'morder' sin uniforme: arrecia el chaparrón contra los Mossos
Cada inspector y agente va dejando, como Pulgarcito, su miguita en el camino hacia el objetivo de la acusación: la rebelión
Las declaraciones de responsables de la Policía avanzan en el juicio del 'procés' al ritmo de las sesiones de mañana y tarde. Cada inspector y agente va dejando, como Pulgarcito, su miguita en el camino hacia el objetivo de la acusación: la rebelión. El trozo de hogaza del último día fue una frase especialmente sonora. "Disparos al aire". En realidad, es algo lógico, ya que estos días el tribunal escucha a los testigos citados a petición de la Fiscalía. Cuando comience el bloque de las defensas, habrá que comprobar si los cimientos del delito son algo más que pan que se comen los pájaros.
Mientras sube la marea de testigos hacia un punto y final que no llegará hasta junio, las jornadas se agrupan de modo casi temático. Este miércoles, distintos testimonios continuaron ahondando en los momentos de tensión y el papel de los Mossos el 1 de octubre. "Nos refugiamos en unos bloques cuando, de pronto, oigo salvas al otro lado, después me explicaron que habían tenido que disparar al aire porque estaban rodeando los últimos convoyes". Los que quedaban descolgados. Hasta tres declaraciones distintas fueron describiendo prácticas "kafkianas", como las calificó el inspector de Información que se encargó de distribuir agentes no uniformados de contravigilancia en tres colegios.
Una de las más absurdamente complicadas fue la presencia en uno de los centros, el Pau Romeva, de unas personas bastante extrañas. Dos hombres con aspecto militar y el equipamiento habitual en la policía pero que trataban de pasar por personas de a pie. Vestidas de paisano pero con botas tácticas. Uno de ellos rapado. Como los agentes dobles de las películas, se llevaban la boca a la solapa del anorak para escupir misteriosos mensajes. Seguramente en clave. Los testigos no se decidieron a asegurar que eran dos 'mossos' camuflados, pero lo insinuaron casi hasta el límite.
En lenguaje policial, esta práctica se conoce como 'morder'. Descubrir, identificar. Al primero de los testigos que desveló la práctica se le escapó hasta un "este es el titular", por si alguno de la prensa nos lo habíamos perdido. "Uno era rapado o calvo y llevaba una chaqueta North Face de color negro y en la oreja derecha llevaba un equipo de radiotransmisión, un auricular. Iba con otro compañero, también con ropa convencional y unas botas tácticas, pero desde el bolsillo derecho salía una defensa extensible", indicó el primer agente. "Los estuvimos observando a lo largo de varios minutos y estaban en actitud vigilante. Iban dando comunicados. Se cogían del cuello de la sudadera e iban dando comunicados", agregó.
Los testigos no se decidieron a asegurar que eran dos 'mossos' camuflados, pero lo insinuaron casi hasta el límite
A las defensas les gustó tan poco este relato que Jordi Pina, en silencio desde el inicio de la jornada novena, salió de su mutismo para tratar de desmontar la creencia de que la extraña pareja eran miembros de la policía autonómica. En su primera intervención tras 24 horas de silencio dijo:
—Ha quedado claro que no sabían ustedes quiénes eran estas personas...
El presidente del tribunal, Manuel Marchena, le replicó:
—No sabe si ha quedado claro, señor Pina. Empieza usted en lugar de formulando una interrogación, haciendo una afirmación sobre lo que ha quedado claro o lo que no ha quedado claro. Y eso enturbia evidentemente el contenido de la pregunta.
Se oyó, además, en la sala, la retahíla más larga de insultos proferidos por personas congregadas a las puertas de un colegio jamás oído en el juicio. "Maricones, terroristas, basura, mercenarios, hijos de puta", recitó —casi sin detenerse a respirar— uno de los agentes a la pregunta de si la gente era hostil. Alguna hostilidad parece que sí había. Personas con cascos de moto (uno con uno en cada brazo), cadenas, palos, pasamontañas... En otra declaración, dos de los agentes explicaron que el pie de un policía quedó atrapado debido al cierre violento de una puerta. Permaneció atrapado entre el quicio y un escalón hasta que los reventaron con cizallas y un mazo.
"Maricones, terroristas, basura, mercenarios, hijos de puta", recitó —sin detenerse a respirar— uno de los agentes a la pregunta de si la gente era hostil
La jornada terminó de forma también algo kafkiana con una serie de testigos de Vox. Cuatro guardias urbanos y dos 'mossos' que nunca se supo bien a qué habían venido. Los del partido de Abascal preguntaron un poco a voleo si habían estado en algún escenario en aquellos días. La presidencia limitó al máximo sus preguntas y los seis pasaron de largo en menos de media hora. Uno, uno solo de la tarde, dejó una frase redonda: "Por encima de la voluntad política están el ordenamiento jurídico y las instrucciones de la Fiscalía".
"Toda revolución se evapora y deja atrás una estela de burocracia", la frase no es de un testigo. Es de Kafka.
Las declaraciones de responsables de la Policía avanzan en el juicio del 'procés' al ritmo de las sesiones de mañana y tarde. Cada inspector y agente va dejando, como Pulgarcito, su miguita en el camino hacia el objetivo de la acusación: la rebelión. El trozo de hogaza del último día fue una frase especialmente sonora. "Disparos al aire". En realidad, es algo lógico, ya que estos días el tribunal escucha a los testigos citados a petición de la Fiscalía. Cuando comience el bloque de las defensas, habrá que comprobar si los cimientos del delito son algo más que pan que se comen los pájaros.
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