Errejón impone sus tesis en Podemos para marcar al PSOE sin caer en el 'infantilismo'
Podemos ha fijado este viernes su estrategia frente al nuevo gobierno del PSOE. El posibilismo se impone frente al conflicto en una coyuntura agridulce para los intereses del partido
"Aceptar el combate cuando es manifiestamente ventajoso al enemigo y no a nosotros constituye un crimen, y para nada sirven los políticos de la clase revolucionaria que no saben 'maniobrar', que no saben concertar 'acuerdos y compromisos' a fin de rehuir un combate desfavorable a ciencia cierta". Esta aserción de Lenin, con la que cierra el capítulo octavo de 'La enfermedad infantil de izquierdismo en el comunismo', una obra que recurrentemente citaba el Pablo Iglesias 'prePodemos' en sus textos, resume el sentir imperante en la dirección de la formación morada ante el nuevo ciclo político abierto con el cambio de Gobierno. Un sentir que ha empujado principalmente Íñigo Errejón, aupando su ya fetiche "competición virtuosa" en el campo progresista, basada en una armónica mano tendida a los socialistas y un "empuje" a Pedro Sánchez que puede traducirse en "ayuda" para no desviar su camino del "horizonte del cambio".
Pablo Iglesias ya se enfundó el traje del posibilismo desde el primer momento en el que se registró la moción la moción de censura. Es el resultado de su lectura sobre la actual correlación de fuerzas, que obliga a priorizar una estrategia más a la defensiva que a la ofensiva. El primer objetivo es frenar el auge de Ciudadanos y el nuevo Gobierno conformado por Pedro Sánchez se vislumbra como un muro de contención frente a las encuestas que situaban a Albert Rivera en cabeza, aunque no gusten nada nombres como el de Fernando Grande-Marlaska (Interior) o Nadia Calviño (Economía). También se presupone que servirá para coger carrerilla electoral y favorecer que el bloque progresista reúna más apoyos que el bloque de Ciudadanos y PP en la próxima cita electoral. De ahí el sabor agridulce que impera en las filas podemistas, pues se comienza a asumir un cierto papel de "muleta", concepto por todos demonizado pero ya que comienza a verse como un mal menor en el corto y medio plazo.
No se quiere perder la iniciativa ni capacidad de marcar agenda ni protagonismo, pero tampoco surfear en contra de la opinión pública ni de sus potenciales votantes, que aplauden el perfil del nuevo Gobierno y la llegada de Pedro Sánchez a la Moncloa. El simbolismo es imbatible y la política de gestos tapa cualquier opción de revelar la verdad, lo que situaría a Podemos en un papel de guardián de las esencias del que se pretende rehuir.
El 'no nos falles' se comienza a deslizar como anticipo a un endurecimiento de la "vigilancia" sobre el Gobierno socialista de Pedro Sánchez
En esta coyuntura se ha optado por evitar ir a contracorriente del sentir popular, primera regla de toda estrategia populista, y centrarse en ser un actor vigilante de la acción de Gobierno, de marcaje para que no se arredre de tres tareas fundamentales que Iglesias señalaba a los suyos este viernes en la reunión de su gabinete en la sombra, denominado Rumbo 2020: "Limpiar las instituciones de corruptos", "defender el estado de bienestar" e "iniciar un nuevo camino de diálogo" para gestionar la plurinacionalidad en España.
El 'no nos falles' que escuchó el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero desde el balcón de Ferraz la noche que ganó las elecciones, se comienza a deslizar como anticipo a un hipotético endurecimiento de la "vigilancia". Esta se podrá ir modulando sin por ello dejar de buscar, como se decía en la 'La enfermedad infantil de izquierdismo en el comunismo', la concertación de acuerdos y compromisos que eviten el cuerpo a cuerpo. La estrategia que Ciudadanos siguió con el Gobierno popular hasta que las encuestas indicaron un cambio en la correlación de fuerzas. En este sentido, caer en el discurso catastrofista, como también advirtió recientemente Errejón, no se valora como opción. En palabras de Errejón: "Queremos ofrecernos y trabajar para ser una fuerza confiable, sólida, que sostenga y empuje a este Gobierno a no defraudar y a satisfacer las esperanzas que hoy millones de españoles tienen en la modernización del país y en una agenda de justicia social y de justicia de género".
La sala de máquinas discursiva de Podemos deberá acostumbrarse a una suavidad hasta ahora inédita. Como muestra, la primera regla que han mantenido todos los dirigentes, a excepción del también eurodiputado Miguel Urbán, perteneciente a Anticapitalistas, ha sido la de no valorar los nombramientos en los ministerios, más allá de aplaudir la presencia mayoritaria de mujeres en el Ejecutivo y reforzar el marco de la formación de un Gobierno débil, sin Podemos. Con todo, se subraya "la esperanza" como arma de doble filo, el nuevo "no nos falles", que al mismo tiempo sirve para reivindicar el papel protagonista de la formación para que la moción de censura fuera exitosa.
Iglesias ha optado por escuchar más a quienes se sitúa a su derecha en el partido que al ala 'anticapi'. Apuesta así por el posibilismo y rechaza el conflicto
El control de los tiempos, a la hora de mostrar más o menos esperanza, será fundamental y, ante la evidencia de un Gobierno si agota toda la legislatura durará menos de dos años, el plazo de cortesía para el nuevo Gobierno se reducirá de los clásicos 100 días a menos de un mes. La negociación del techo de gasto entre finales de junio y principios de julio, que determinará las intenciones en gasto social de los próximos presupuestos, será la primera prueba de fuego.
La voz discordante en este plan, con su modulación y sus tiempos, será, pues, la del sector anticapitalista. Urbán, el único representante de este sector en la reunión del Gobierno en la sombra de Podemos, defendió sin éxito la necesidad de "presionar" desde el minuto uno al Gobierno de Sánchez y elevar las exigencias para que se lleve a cabo un "cambio efectivo". Una postura, la defendida por Urbán en la reunión de este viernes para fijar la estrategia frente al nuevo Gobierno, que sin embargo rebaja la marcada por anticapitalistas el mismo viernes de la moción de censura a través de un comunicado.
Desde 'anticapis' se apuesta así por profundizar en el "conflicto": "Más allá de la satisfacción momentánea por la derrota del gobierno Rajoy, solo desde el conflicto y la confrontación podremos avanzar en derechos y en avances democráticos reales", concluía su comunicado. En Podemos también se mide la correlación de fuerzas a la hora de determinar de las distintas posiciones. Pablo Iglesias ha optado esta vez por caer más hacia su derecha, con un cierto halo de 'errejonización', que hacia su izquierda, empujado por la coyuntura y dispuesto a "cabalgar contradicciones".
"Aceptar el combate cuando es manifiestamente ventajoso al enemigo y no a nosotros constituye un crimen, y para nada sirven los políticos de la clase revolucionaria que no saben 'maniobrar', que no saben concertar 'acuerdos y compromisos' a fin de rehuir un combate desfavorable a ciencia cierta". Esta aserción de Lenin, con la que cierra el capítulo octavo de 'La enfermedad infantil de izquierdismo en el comunismo', una obra que recurrentemente citaba el Pablo Iglesias 'prePodemos' en sus textos, resume el sentir imperante en la dirección de la formación morada ante el nuevo ciclo político abierto con el cambio de Gobierno. Un sentir que ha empujado principalmente Íñigo Errejón, aupando su ya fetiche "competición virtuosa" en el campo progresista, basada en una armónica mano tendida a los socialistas y un "empuje" a Pedro Sánchez que puede traducirse en "ayuda" para no desviar su camino del "horizonte del cambio".