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Mi padre (y mi madre y mi abuela) es un hooligan: "¡Pégale, rómpele la pierna...!"
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violencia en el fútbol base

Mi padre (y mi madre y mi abuela) es un hooligan: "¡Pégale, rómpele la pierna...!"

Árbitros y exárbitros relatan los episodios más violentos que han sufrido en un terreno de juego. En la mayoría de los encuentros de fútbol base "son los padres los que encrispan a los jugadores"

Foto:  Imagen de la pelea entre padres este fin de semana en Mallorca.
Imagen de la pelea entre padres este fin de semana en Mallorca.

El chico de 15 años se iba por la banda, pero fue frenado en seco con una patada por un jugador del equipo contrario. El golpe provocó la caída del primero y casi al mismo tiempo la reacción del padre de la 'víctima', que presenciaba el partido a pocos metros. En décimas de segundo el hombre vomitó por su boca todo tipo de insultos contra el pequeño 'agresor', lo que generó que otros padres cercanos hicieran lo propio. El niño, cabreado, cogió la pelota y pegó un balonazo contra los gritones.

El lanzamiento no paralizó a los padres enervados, sino todo lo contrario. Salieron al terreno de juego a toda velocidad hacia el chaval con ánimo de hacerle picadillo. Los progenitores del chico, por su parte, acompañados de otros compañeros de grada, nada más ver la escena, también saltaron al campo para proteger a su pequeño. "Yo no quise saber nada más y me fui al vestuario para poner todo en el acta; se formó una riña tumultuaria y así lo reflejé", relata el árbitro de aquel partido que tuvo lugar en 2015 en Alcalá de Guadaira (Sevilla), Pablo Fernández Montaño.

En la mayoría de los encuentros de fútbol base, relata Antonio Pérez, que toda su vida ha sido árbitro profesional y ahora se dedica a pitar como aficionado, "son los padres los que encrespan a los jugadores". Los chavales, explica tras el brutal enfrentamiento de Mallorca, "se sienten arropados y se vienen arriba". "Es más difícil pitar un partido de infantil o de cadetes, que son las dos categorías más bajas de fútbol 11, que un juvenil, en el que acuden ya muy pocos padres, porque los chicos van solos", asegura Pérez, cuya visión es compartida por todos los árbitros consultados. "Cuanto más pequeños, peores son los padres", subraya una colegiada que prefiere permanecer en el anonimato. "Se creen que su hijo es el mejor del mundo y esto provoca más problemas", añade.

Foto: Más de 20 personas participaron en la batalla campal entre el Alaró y el Collerense

"Hace un año viví una pelea entre padres de prebenjamines, la categoría más pequeña, donde hay niños de siete y ocho años", recuerda otro juez de campo que tampoco quiere revelar su identidad. "Un equipo -cuenta- iba ganando 15 a 0 cuando un padre de ese conjunto le dijo a su hijo que tenía que meter más goles para conseguir ser pichichi". "El comentario provocó la reacción de otro padre del equipo contrario, quien desde la otra punta le dijo al primero que tenía muy poca vergüenza", agrega el colegiado. Los dos comenzaron a gritarse desde uno y otro lado del terreno de juego, se envalentonaron y se enfrentaron ante la atenta visión de todos los niños y del resto de padres.

Las imágenes de Mallorca no son, por lo tanto, algo raro en el día a día de los campos de fútbol base. "La diferencia entre este caso y los muchos que se dan cada fin de semana es que éste ha sido grabado, nada más", explica un portavoz del Sindicato de Árbitros, cuyo nombre y apellidos también se quedan en el tintero. Esta organización ha denunciado más de 400 agresiones contra colegiados en apenas tres años, 150 de ellas en Andalucía. "Sancionar económicamente a los clubes (que es lo que hacen las federaciones) o expulsar a los niños o equipos de la competición (como en el caso que nos ocupa) nos parecen medidas cortoplacistas que no solucionan en nada el problema de la violencia; el único camino es la educación", opinan desde el Sindicato.

Hace seis años, durante un partido de benjamines que se celebraba en el campo El Cano de Cádiz, un padre le indicó a su hijo que le diera "fuerte en las rodillas" a un jugador del equipo contrario. En ese momento, el abuelo del pequeño al que el primero había invitado a agredir se dirigió al padre incitador y le recriminó su actitud. "Eso no se puede decir", le dijo. Pero las amables y razonables palabras del octogenario no causaron el efecto deseado. El hombre se dio la vuelta y le propinó un puñetazo en la cara al señor mayor. Así lo recuerda Juan Antonio Álvarez, testigo de lo ocurrido.

Álvarez, que ha sido juez de campo durante 25 años y que actualmente ejerce como delegado provincial del Colegio de Árbitros de Cádiz, cree que "los padres son el cáncer del fútbol base". Considera que la violencia se ha intensificado desde que los padres empezaron a ser socios de los equipos. "Cada uno se cree que tiene un Messi en casa y que eso le da derecho a corregir al entrenador y a saber más que nadie, cuando en realidad tiene un niño al que aún hay que formar. "Yo he visto a padres fumando porros y bebiendo en un campo de fútbol", añade Álvarez, quien considera que estos comportamientos están "acabando con el fútbol formativo". "El entrenador es una persona titulada que sabe lo que hace y los padres no tienen nada que decir en esto", asegura.

Foto: Imagen de los jugadores de todas las categorías del CF Rafalafena (FOTO: Facebook)

La misma árbitra consultada afirma que las peleas, los insultos, las agresiones y las amenazas están a la orden del día. "Hija de puta", "a la salida te espero", "guarra" o "tu sitio está en la cocina" son algunos de los calificativos que recibe cada fin de semana de padres enervados que no están de acuerdo con alguna decisión y que optan por mostrar su disconformidad de este modo. La colegiada, que pita tanto en ligas masculinas como en femeninas, explica que en estas últimas hay menos episodios violentos. "Viene menos gente y por eso hay menos conflictos", concluye.

Fernández Mondaño recuerda con pavor un partido de benjamines en el que pasó "miedo". Jugaba el club San José de la Rinconada contra el equipo La Rinconada en 2012. El campo de fútbol siete estaba rodeado por una valla que llegaba a la cintura. "Estaba lleno; padres, madres, tíos, abuelos; me insultó la abuela de uno de los niños que jugaban, me dijo que su nieto tenía que ganar por lo civil o por lo criminal y que si no lo conseguía que me iba a enterar; insultaban a los niños, que incluso ellos pasaron miedo", recuerda.

Educar entre todos

Un episodio más grave vivió Tomás Bor, árbitro en activo en Madrid. Con apenas 15 años pitó un encuentro en un terreno de juego de tierra del barrio de Manoteras entre dos equipos de categoría juvenil. El partido acabó 1-6 y los jugadores tuvieron "una actitud maleducada" porque así se lo transmitieron los padres. "Me arrojaron una piedra y una lata de Coca Cola llena que me dio en la espalda, el delegado visitante me ayudó a alcanzar el vestuario y a cerrar la puerta, los padres golpearon la puerta agresivamente", relata Bor, quien afirma que aquel capítulo de su vida le "traumatizó mucho". "Ya me tenía que gustar esta profesión para seguir", valora.

Apenas un par de años después, este árbitro pitó otro encuentro que también le marcó. El equipo local ganaba por cinco goles, pero para los padres no era suficiente y éstos comenzaron a lanzar comentarios poco edificantes. "Pégale, rómpele la pierna", indicó uno de los progenitores. Esta actitud provocó, a juicio del colegiado, que uno de los chicos hiciera una entrada excesivamente dura que tuvo que ser castigada con expulsión. El equipo rival comenzó a remontar y terminó ganando el partido. Había unas 150 personas en el campo y todas invadieron el terreno de juego. Increparon, empujaron y zarandearon al colegiado, que tenía la misma edad que sus hijos. "Fue horroroso", rememora aún hoy Bor. "Una señora me dio un manotazo en la espalda y un jugador en la cabeza, me lanzaron una botella de agua llena; cuando conseguí llegar al vestuario, comenzaron a patear la puerta hasta que la desencajaron", cuenta todavía aterrorizado.

Foto: Momento de la pelea entre dos padres.

A Fernández Montaño le llegó a pegar incluso el alcalde del pueblo, Rafael Moreno, que había ido a presenciar un partido de cadetes en su municipio, Huévar de Aljarafe (Sevilla) en 2014. "Pité un libre indirecto, pero el jugador lanzó directo y metió gol; comenzaron a celebrarlo pero yo pité saque de puerta, como marca el reglamento; los aficionados no lo entendieron y comenzaron a insultarme, también el entrenador; paré el partido y expulsé al técnico, entonces ellos retiraron al equipo", relata el ya ex árbitro, que cuenta que fue entonces cuando, tras dar el partido por concluido, todos los padres esperaron al colegiado en la puerta del vestuario.

"Yo me esperé en el centro del terreno de juego durante más de 10 minutos, cuando vi la cosa un poco despejada me acercé al vestuario, pero entonces me rodearon, me empujaron y me insultaron, uno me dio un puñetazo en la cara; luego, gracias a las redes sociales conseguí identificarle y ahora le han condenado a indemnizarme con 180 euros y 340 de multa; era el alcalde, que ahora ocupa un alto cargo en la Junta de Andalucía", recuerda Fernández Montaño, quien dejó de ser árbitro por dos motivos. Uno, por esta violencia incontrolada. Dos, porque no se sintió respaldado por el Comité de Árbitros en el asunto del alcalde.

El chico de 15 años se iba por la banda, pero fue frenado en seco con una patada por un jugador del equipo contrario. El golpe provocó la caída del primero y casi al mismo tiempo la reacción del padre de la 'víctima', que presenciaba el partido a pocos metros. En décimas de segundo el hombre vomitó por su boca todo tipo de insultos contra el pequeño 'agresor', lo que generó que otros padres cercanos hicieran lo propio. El niño, cabreado, cogió la pelota y pegó un balonazo contra los gritones.

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