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Los "trabajos húmedos" de los espías secretos
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Los "trabajos húmedos" de los espías secretos

 ¿Campan los servicios secretos a sus anchas? ¿Realizan sus acciones al margen de toda legalidad? ¿Los servicios de inteligencia nos dan protección o nos provocan

¿Campan los servicios secretos a sus anchas? ¿Realizan sus acciones al margen de toda legalidad? ¿Los servicios de inteligencia nos dan protección o nos provocan miedo?

La muerte en Londres del espía ruso Alexander Litvinenko, asesinado con una sustancia radioactiva, el Polonio 210, causó alarma mundial ya que, según informaron las autoridades británicas, hubo 12 puntos de su capital contaminados por el Polonio. Pero hay otros muchos casos. Explosivos en el móvil, letales pinchazos de paraguas, veneno en el oído, infartos simulados o vulgares ejecuciones a la salida de un restaurante o en el ascensor del domicilio de la víctima, etc, han sido y continúan siendo tareas habituales de unos servicios de inteligencia que no sólo están ocupados encontrando información.

Pero eso no significa que debamos estar intranquilos, afirma Eric Frattini, periodista, escritor, experto en espionaje y autor de El polonio y otras maneras de matar. Así asesinan los servicios secretos (Ed. Espasa). "Siempre digo que los servicios de inteligencia actúan como la mafia. No matan a nadie que no sea de los suyos. Si eres una persona normal, no tienes nada que temer; si vendes armas, drogas o diamantes, quizá seas objetivo de la CIA o del Mossad".

Entre otros, terroristas, ingenieros expertos en armas nucleares, líderes religiosos y disidentes serían el objetivo de estos Trabajos húmedos, como afirma Frattini que son denominados en el argot. Litvinenko entraría en la categoría de ex espía indiscreto. No se trataría, pues de un asesinato producto de una guerra entre el MI6 y el FSB ruso, es decir, causado por los intereses divergentes entre dos grandes. Más bien, se trataría de "la guerra entre Putin y ex agentes del servicio de inteligencia y contraespionaje ruso. Es verdad que declaraciones recientes han podido despistarnos, como la del espía que estuvo con Litvinenko y que afirmaba pertenecer al servicio de inteligencia británico, pero no es más que una cortina de humo". Para Frattini, "Litvinenko sabía mucho sobre Putin y sobre la actuación de los servicios secretos rusos, y conocía especialmente bien las actuaciones contra los chechenos. Y el objetivo era que no lo contase...". Ahora bien, "las comunicaciones entre Londres y Moscú deben haberse deteriorado desde entonces, ya que si un servicio de inteligencia comete un trabajo húmedo en otro país, suelen cortarse relaciones".

El caso de Litvinenko es inusual, no porque este tipo de actuación sea infrecuente, sino por lo que tiene de fallido. "Como solía decirse, los grandes éxitos de los servicios de inteligencia no salen en la prensa, donde sólo aparecen los errores más evidentes. Los trabajos húmedos son habituales, sólo que no nos enteramos". Lo que tampoco quiere decir, según Frattini, que los servicios secretos funcionen como entidades autónomas no sujetas a ningún tipo de control: "Detrás de cada operación encubierta siempre hay una decisión política. Son los presidentes o los primeros ministros los que dan la orden".

La eficacia de los israelíes

Si hubiera un ranking de servicios secretos más eficaces, estaría encabezado, asegura Frattini, por los israelíes, "que son los más sofisticados. Intentan todo tipo de cosas: han colocado un bomba en un móvil y esperaron dos meses para hacerla explotar, cuando finalmente fue utilizado el receptor, o colocaron (a Ahmed Yassin, el fundador de Hamas) un emisor en una silla de ruedas y le mandaron un misil desde 150 km". Además, "el Mossad lo hace abiertamente, no se esconde como los rusos".

Pero el servicio de inteligencia más potente, según Frattini, es el del Vaticano. "Es el mejor informado del mundo, te lo dicen los propios espías. Desde el actual jefe del Mossad, hasta Wiesenthal o Gordon Thomas, todos coinciden en que es el más poderoso. Se le conoce como La Entidad". Fruto de ese interés, Frattini acaba de publicar El quinto mandamiento (ed. Espasa), un thriller que se apoya en la existencia de un documento, el Manuscrito Voynich, un códice del siglo XV escrito en un idioma incomprensible, para tejer una historia de intriga y asesinato cuyo telón de fondo es, cómo no, El Vaticano. También había dedicado a la Iglesia un volumen anterior, La Santa Alianza, donde daba cuenta de la extensión e importancia de su servicio de espionaje.

Y, en ese supuesto ranking, nuestro Centro Nacional de Inteligencia no estaría situado en un buen lugar. "Al CNI no se le tiene en consideración dentro del mundo de los servicios secretos. Para que nos hagamos una idea, el presupuesto de los franceses es cien veces mayor que el español y el de los británicos 120 veces. Por más que nos lo quieran vender como algo eficaz, el CNI deja mucho que desear. Y es que con el presupuesto que tienen hacen todo lo que pueden".

Uno de los efectos más evidentes cuando no se dispone de los recursos materiales suficientes es la dificultad para reclutar personal cualificado: "Cuando el CNI quiere fichar, por ejemplo, a alguien que hable muy bien chino, le puede ofrecer 300 o 400 mil pesetas al mes y ser funcionario del estado. Pero si dominas perfectamente ese idioma, te vas a la empresa privada, donde ganarás mucho más. Por eso los agentes de los servicios de inteligencia anglosajones están muy bien pagados".

Con el escaso destino de recursos a nuestro servicio de inteligencia, estaríamos perdiendo el tren del futuro, según Frattini. Y más aún con la naturaleza de las nuevas amenazas, como el terrorismo islámico, al que sólo se le puede combatir eficazmente mediante infiltrados. "Pero de eso nuestro Gobierno no se ha enterado. El servicio de información de la Guardia Civil está trabajando muy bien en ese sector, pero no el CNI, que carece de gente que hable árabe".

Y fue precisamente por ese desdén respecto de la información suministrada por infiltrados, asegura Frattini, que el 11-S pudo producirse. "Desde Reagan, todas las administraciones estadounidenses dieron prioridad a la reestructuración de los satélites, al espionaje mediante señales, antes que a la investigación sobre el terreno. Y como esa gente que se metía en un café y escuchaba lo que se decía fue dejada atrás, no pudimos enterarnos a tiempo de lo que estaba ocurriendo. Por eso es prioritario que se vuelva a ese clase de investigación y más aún en España".

¿Campan los servicios secretos a sus anchas? ¿Realizan sus acciones al margen de toda legalidad? ¿Los servicios de inteligencia nos dan protección o nos provocan miedo?