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La Finca, de la ruina a la bolsa de mano de una heredera politóloga
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PERFIL DE SUSANA GARCíA CERECEDA

La Finca, de la ruina a la bolsa de mano de una heredera politóloga

La promotora de viviendas de lujo y complejos de oficinas ha pasado un calvario entre guerras familiares y una crisis financiera que la llevó al abismo de la quiebra

Foto: Susana García Cereceda.
Susana García Cereceda.

El fallecimiento del fundador o del timón de una compañía familiar suele generar tensiones accionariales que, en la mayoría de los casos, acaban en los tribunales. El Corte Inglés es quizás el mejor ejemplo de cómo mejorar la sucesión en el gobierno corporativo de una empresa. Pero hay más cosas, como el pleito que dirimen en público y en privado los dueños de las bodegas de Vega Sicilia y Grupo Eulen. Confrontaciones que, por lo general, tienen como resultado un deterioro del valor de los negocios.

La Finca, la empresa inmobiliaria que ha construido las viviendas más lujosas de España en las últimas dos décadas, no se ha librado de una guerra igual de cruenta, con demandas en los tribunales con petición de incapacitación y de suspensión de acuerdos mercantiles. Todo ello porque Luis García Cereceda, poderoso empresario español, no cerró bien el testamento cuando falleció en 2010 por un tumor cerebral a los 72 años. Prueba de ello es que en el funeral, al que acudieron políticos como Felipe González y Alberto Ruiz Gallardón, y hombres de negocios como Juan José Hidalgo o Fernando Fernández Tapias, las hermanas herederas, Susana y Yolanda, se pelearon públicamente por la urna con las cenizas del padre.

Luis García Cereceda se decantó por la primera, la mayor, para que gestionase el imperio familiar, que algunos calculaban en hasta 1.000 millones. Le dejó el 51% de las acciones y a Yolanda, el 49%. Pero la crisis económica y, en especial, la inmobiliaria pusieron de relieve que el 'holding' tenía la típica enfermedad de los millonarios: una deuda impagable. Las herederas, educadas entre España y Estados Unidos y amantes de los caballos, aterrizaron de golpe en el mundo real, especialmente Susana, que se dedicaba a dar clases de política en la Universidad Complutense de Madrid y que tuvo que asumir la presidencia ejecutiva en el momento más delicado de la historia de la compañía.

En diciembre de 2010, La Finca, que tenía como inquilinos a futbolistas como Luis Figo, Iker Casillas, Fernando Torres y Cristiano Ronaldo, toca fondo. La crisis es acuciante y la situación económica se volvió insostenible. Ese año, la compañía apenas consigue vender un par de casas en Madrid. Bancos e inversores le dan la espalda. En Navidad, seis meses después del entierro del padre, La Finca es prácticamente incapaz de hacer frente a sus obligaciones contractuales. Y no solo: hasta el punto de que no puede ni afrontar el pago de las nóminas de su plantilla. En la casa, aún se recuerdan las palabras de uno de los miembros de confianza de Luis García Cereceda: “La caja está vacía, la deuda acumulada se come las pocas ventas, solo dos chalés en Pozuelo, y tenemos las cuentas embargadas”.

Tras el fallecimiento del padre, la compañía de viviendas de lujo llegó a estar en causa de disolución y sin dinero ni para pagar las nóminas

El reto de Susana García Cereceda era titánico. Sin experiencia en la gestión empresarial, la primogénita tuvo que poner en marcha un plan de choque que permitiera revertir la situación, reordenar las cuentas y contar con financiación del tipo que fuera. “O eso o el cierre y la liquidación”, se comentaba en la sede de Pozuelo, una zona rodeada de viviendas vendidas por encima de los ocho millones de euros. La sombra de la quiebra amenazaba ese año con resquebrajar definitivamente la compañía, mientras las hermanas ya empezaban una lucha judicial por el poder.

Susana incapacitó por problemas psicológicos a Yolanda, que desde ese mismo momento, en defensa de lo que cree sus intereses, torpedea cualquier alternativa al rescate promovido por su hermana mayor. Susana decide finalmente pasar a la acción. Había que poner orden, recuperar la confianza bancaria, incorporar socios al proyecto y encarar cualquier alternativa que permitiera mantener la actividad, la rentabilidad y el empleo.

Foto: Casablanca, la nueva urbanización de Pozuelo de la mano de los creadores de La Finca. (D.R)

Su garantía eran los 11 millones de metros cuadrados que La Finca tenía aún sin explotar en Pozuelo de Alarcón, la ciudad con mayor renta per cápita de España, uno de los enclaves más preciados, apenas a 15 minutos de la Puerta del Sol. Y, sobre todo, la contratación de un consejero independiente con credenciales entre los acreedores. Fue Jorge Morán, un exejecutivo del Banco Santander al que Emilio Botín encargó reordenar el erróneo intento de ser una entidad relevante en Estados Unidos —Sovereign— y la integración de Abbey National Bank en el Reino Unido.

Susana consigue el apoyo del Francisco Peñalver, el socio de todo la vida del padre, y del resto del equipo ejecutivo de la compañía, como Julián García, director general, Raquel Castellano, responsable de Arquitectura y Diseño, y de Lorena Santana, directora comercial. La guardia de corps ya está plenamente integrada y trabajando a tope en los nuevos proyectos. Con el apoyo precisamente del Santander, CaixaBank y Société Générale, cuyo presidente, Donato González, vive por la zona y conoce bien el activo, saca la cabeza.

Susana, la hija elegida para gestionar la fortuna familiar, ha pasado de montar a caballo y dar clases a ponerse al frente de una sociedad cotizada

La compañía se divide en tres: la división patrimonial o La Finca Global Assets (edificios de oficinas); la Finca Somosaguas Golf, con un proyecto para construir 500 viviendas de lujo en el mismo municipio madrileño por un precio medio superior al millón de euros, y La Finca Real Estate, con más de 11 millones de metros cuadrados a desarrollar.

En la primera filial, que es la que sale a bolsa, entró Várde Patners, un fondo oportunista que exige rentabilidad y disciplina en la gestión, un código estricto de gobernanza y buenas prácticas corporativas. Un socio que invirtió unos 180 millones por el 38% del capital y que obligó y ayudó a Susana a profesionalizar sus decisiones mientras su hermana sigue su guerra judicial para recuperar lo que considera son sus derechos.

Con el repunte de la economía y la salida de la crisis, La Finca volvió a los beneficios en 2017 y los duplicó en el pasado ejercicio. Ahora, si la junta de accionistas lo aprueba el próximo 22 de mayo, esta inmobiliaria que estaba quebrada cuando su fundador falleció saldrá a bolsa en poco más de un mes con un valor total —incluidos los 400 millones de deuda— de 700 millones. La artífice de esta resurrección es una mujer con vocación política, sin experiencia en la gestión, que ha aprendido a base de heridas financieras y familiares. Y que, como su padre, quiere absoluta discreción pese a que hace un producto exclusivo para la 'beautiful'.

El fallecimiento del fundador o del timón de una compañía familiar suele generar tensiones accionariales que, en la mayoría de los casos, acaban en los tribunales. El Corte Inglés es quizás el mejor ejemplo de cómo mejorar la sucesión en el gobierno corporativo de una empresa. Pero hay más cosas, como el pleito que dirimen en público y en privado los dueños de las bodegas de Vega Sicilia y Grupo Eulen. Confrontaciones que, por lo general, tienen como resultado un deterioro del valor de los negocios.

Susana García Cereceda Gobierno Corporativo Mercado inmobiliario La Finca (Pozuelo de Alarcón)
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