Abuso laboral en los talleres de alta costura: "Todo va bien mientras no hables de dinero"
En la trastienda de muchos grandes modistas españoles se paga el salario mínimo y hay fraude a la Seguridad Social. En los talleres subcontratados, la ilegalidad es masiva
La mayoría de costureras que producen para los grandes modistas españoles cobran el salario mínimo que marca el convenio, no perciben vacaciones ni pagas extra y cotizan menos horas de las que en realidad trabajan. Muchas son empleadas de terceros talleres adonde los grandes de la moda derivan su producción, sin importarles, al parecer, que produzcan sus vestidos en condiciones leoninas. Otras son directamente empleadas por estos embajadores de la marca España. El margen de beneficio es mínimo y alguien tiene que pagar el pato, reconocen los profesionales del sector. Y quien lo paga, casi siempre, es el eslabón más débil, las patronistas, bordadoras, modistas y cortadoras. Cientos de mujeres y unos pocos hombres que cobran unos 800 euros al mes por jornadas maratonianas en las que dan forma a los fabulosos vestidos que luego se venderán por 5.000 o 10.000 euros o se exhibirán en la pasarela Cibeles entre vítores y aplausos.
"Hay muchísimos abusos laborales en el sector del textil, y los talleres de alta costura no son una excepción", confirma Carmen Expósito, responsable del sector textil en el sindicato Comisiones Obreras. "Pero ocurre que apenas hay denuncias porque la gente tiene miedo. Este es un trabajo artesanal, en su mayoría hecho por mujeres humildes en pueblos pequeños, muchos en Andalucía y Galicia, y denunciar es exponerse a perder el trabajo y convertirse en unas apestadas. Además, estos modistas al menos les dan un contrato cuando en otros talleres más convencionales ni siquiera se les da de alta, así que prefieren callar y seguir", explica.
"Apenas hay denuncias, porque la gente tiene miedo. Es un trabajo artesanal, hecho por mujeres humildes en pueblos pequeños", explica CCOO
Las denuncias y abusos suelen quedar ocultos tras los 'flashes' de la pasarela, las fiestas de los famosos y las galas de la familia real, eventos en los que se exhiben tan fastuosas prendas. Pero fuera del foco las denuncias van cayendo. El caso público más reciente salpicó al modista Alejandro de Miguel, diseñador de cabecera de decenas de famosas, entre ellas María Teresa Campos y sus hijas. La causa está en manos de la Fiscalía de Castilla-La Mancha, después de que la Inspección de Trabajo comprobase 'in situ', en el taller del empresario en Miguel Esteban (Toledo), los graves abusos laborales. De Miguel tenía a sus 12 costureras a media jornada cuando en realidad trabajaban ocho horas o más, no les retribuía vacaciones y las obligaba a firmar nóminas por una cuantía superior a la que en realidad percibían.
El caso alcanzó cotas de surrealismo cuando De Miguel fue obligado a pagar cerca de 6.000 euros a sus empleadas en concepto de salarios y cotizaciones a la Seguridad Social no prescritas. Ese día, el famoso modista juntó a sus costureras y les explicó que tenía que ingresarles 6.000 euros en la cuenta, pero que ese dinero no era de ellas sino suyo y que se lo trajeran de vuelta al día siguiente. Todas cumplieron menos una. "La presionaron muchísimo para que devolviera el dinero y, al tercer día, Alejandro de Miguel, su madre y sus dos hermanas, que son quienes manejan el negocio, la despidieron por causa disciplinaria", cuentan desde CCOO Castilla-La Mancha, adonde esta costurera ha acudido desesperada.
Alejandro de Miguel forzó a sus empleadas a devolverle los salarios pendientes que este les ingresó obligado por la Inspección de Trabajo
Este diario ha accedido al audio que la mujer grabó como prueba del abuso el día que la despidieron. La conversación es de lo más sombría. "No nos esperábamos esto de ti, porque tú sabes que no te hemos engañado nunca, las vacaciones nunca se han pagado y esto ha sido una traición", le afea Alejandro de Miguel a su empleada rebelde. "Lo siento como un robo a traición, una guarrada, porque lo de las vacaciones lo sabéis de siempre. Es algo robado, quitado. Son trampas", prosigue.
El modista, su madre y una de sus hermanas, que se encarga de la contabilidad, hacen pinza para que les devuelva el dinero. "Si sé que os lo vais a quedar, no te hago la transferencia", protesta la hermana. Al final, el modista se da por vencido. "Bueno, firma esto [el despido] y si vienes el lunes [con el dinero], te damos de alta". La madre, creadora del negocio y administradora de la empresa, se muestra horrorizada: "Aquí tienes una familia que desde que llegaste te ha ayudado en todo lo que ha podido. Eso tenías que mirar, hermosa", le dice. Alejandro de Miguel no ha querido atender a este periódico.
Talleres ocultos
"Cada vez que oigo la palabra 'familia' en una empresa, me echo a temblar", confiesa Fermín Yébenes, portavoz del sindicato Unión Progresista de Inspectores de Trabajo (UPIT). "En los negocios que no tienen cara al exterior es muy complicado detectar los abusos. Nadie ve a las personas que cosen los vestidos, son talleres ocultos y es difícil acceder a ellos, y ahí es donde se producen las mayores barbaridades". Para Yébenes, la solución pasa por controlar la jornada laboral en todas las empresas: "Sería tan sencillo como repartir aparatos de control de entrada y salida. En una semana estarían amortizados. Se evitaría no solo el fraude de no dar de alta a un trabajador, sino darlo de alta cuatro horas y pagarle el resto de la jornada en negro".
Algunos modistas consultados, que han declinado aparecer en este reportaje, se revuelven incómodos ante las críticas. Aseguran que ellos pagan muy bien a sus empleadas porque es muy difícil encontrar profesionales de alto nivel capaces de elaborar sus exigentes diseños, y que nada más lejos del abuso laboral. Sí reconocen, sin embargo, que derivan parte de su producción a terceros talleres en los que desconocen en qué condiciones se trata a los empleados.
Lorenzo Caprile reconoce que la alta costura es "un negocio con unos márgenes muy ajustados" y que "se depende mucho de los encargos que tengas"
Entre los pocos modistas que se prestan a hablar de las miserias laborales del sector está Lorenzo Caprile. Con 30 años de carrera y un taller con 12 profesionales en nómina, reconoce sin tapujos que la alta costura es "un negocio con unos márgenes muy ajustados" y que "se depende mucho de los encargos que tengas". Caprile, referente para la reina Letizia y varios miembros de la familia Borbón, y cuya popularidad se ha elevado al cubo gracias al 'reality' 'Maestros de la costura', asegura que pese a los altibajos mantiene a su equipo con "salarios dignos y contratos de ocho horas, con sus cotizaciones, vacaciones y todo en regla", y que cuando necesita refuerzos antes de un desfile incorpora "a dos o tres personas con contratos por obra y servicio". "Si quieres hacer las cosas bien, esta es la realidad. El dinero [en la alta costura] da para lo que da. Yo me he mantenido pequeño para poder tener a mi gente en condiciones, pero no todo el mundo es así", concluye.
En los últimos años se ha producido una cascada de concursos de acreedores, impagos a empleados y episodios bochornosos para algunos diseñadores que representan la marca España. El pasado miércoles, los modistas sevillanos Victorio y Lucchino fueron inhabilitados para gestionar empresas por el Juzgado de lo Mercantil número 1 de Sevilla tras la quiebra de su grupo empresarial. El magistrado considera que ambos modistas fueron negligentes en la gestión contable de sus sociedades, actitud que les llevó a la insolvencia en el año 2013.
Días atrás, Victorio y Lucchino fueron inhabilitados para gestionar empresas después de haber llevado a sus sociedades a la quiebra
Los extrabajadores de Victorio y Lucchino denunciaron en su día que el "departamento de medidas", el que supervisaban con más esmero ambos modistas, "facturaba muchísimo e iba bastante bien". Por eso, les acusaron de "arruinar a varias familias y varios negocios particulares" que les proveían. La responsable estatal del textil de CCOO recuerda de primera mano el caso de Victorio y Lucchino, tan parecido al de Alejandro de Miguel: "Vi su taller, tendría entre 10 y 12 empleadas. Pagaban el mínimo que marca el convenio, no serían más de 600 euros, a mujeres que hacían unos vestidos muy complejos que luego se vendían a precio de lujo. Los contratos eran a jornada parcial y cuando llegaban las semanas previas a la presentación de la colecciones no cobraban horas extra". "Por eso", prosigue, “las trabajadoras de la moda prefieren estar en una firma con más volumen, por ejemplo en una camisería grande como Mirto, donde saben que tendrán un contrato laboral en condiciones, con sus horas y sus vacaciones, que trabajar para un modista famoso".
Otro caso sonado fue el de Hannibal Laguna en 2013. El modista incurrió en impagos a costureras que trabajaban en distintos talleres de la firma y fue víctima de un bochornoso embargo. Mujeres llevándose vestidos de una tienda de Hannibal Laguna en Alicante para sufragar la deuda, otras llevándose máquinas de coser de los talleres. "Dicen que son insolventes, que no tienen dinero, pero la realidad es que no paran de trabajar, presentan nuevas colecciones y continúan recibiendo pedidos de toda España y de países del extranjero", se quejó entonces una de las seis demandantes.
“Eso quedó enterrado, eran talleres que hacían arreglo y confección para nosotros, no propios de la casa, pero algunos aprovecharon para hacer sangre de Hannibal Laguna", recuerda José Sierras, responsable de la marca, en una valoración que contrasta con la sentencia del juez. "Nuestras empleadas están muy bien pagadas, algunas llevan hasta 25 años con nosotros. No sé otros talleres, pero nosotros cuidamos mucho el tema laboral", asegura el directivo.
Fraude a la Seguridad Social
Ana (nombre ficticio) trabajó hasta hace un año en el taller de un gran diseñador en Andalucía. "Hubo muchos años, cuando se vendía más que ahora, en los que salíamos a las 10 de la noche cada día, aunque nuestro contrato era de cuatro horas. El resto nos lo pagaban en metálico", rememora. "Allí estás a lo que él te dice. Si no terminas el trabajo no te puedes ir, y esos vestidos llevan mucha tarea. Si no rechistas, él es muy simpático. Todo va bien mientras no hables de dinero. Nosotras ahí no somos nada, cosemos a destajo y ya. Él se las da de diseñador, pero la mitad del trabajo lo tenemos que hacer nosotras como podemos. Nos da el dibujo y arréglatelas".
Trabajan para una especie de padre que te regaña si lo haces mal, que te puede chillar. No se respetan las relaciones laborales
Ana vivió el mismo dilema que en la mayoría de talleres de alta costura. Estaba atrapada entre ser empleada de un gran diseñador que al menos le daba un contrato a media jornada o buscarse las habichuelas en talleres mucho peores, cuando no directamente el paro. Desde que dejó el taller, Ana no ha vuelto a trabajar. Según Expósito, de CCOO, "los talleres textiles son entornos muy familiares en los que es muy difícil que se organice una representación sindical. Los empleados, casi todo mujeres, lo pasan mal porque trabajan para una especie de padre que te regaña si lo haces mal, que si quiere te puede chillar. No se respetan las relaciones laborales. Parece que como este es un trabajo hecho por mujeres en zonas muy pobres, hay barra libre para pagar menos y abusar. Eso tan típico de 'trabajas gracias a mí' o 'comes gracias a mí".
Saray del Saz, una de las modistas jóvenes más prometedoras del panorama nacional, reciente ganadora de Premio Nacional a la Moda para Jóvenes Diseñadores, es clara al respecto: "Hay que solucionar cuanto antes el tema de los contratos laborales en la moda. Si no empezamos a pagar mejor y a ponernos duros con los abusos en los talleres, al final siempre se repetirá la misma historia. Mi esperanza es que los diseñadores jóvenes, que hemos sufrido la explotación y hemos visto el chantaje al que se somete a muchos empleados, demos ese paso al frente".
"Espero que los diseñadores jóvenes, que hemos sufrido la explotación y visto el chantaje, demos ese paso al frente", lanza Saray del Saz
Del Saz, igual que hacen todos los modistas excepto los más consolidados, deriva la producción a un taller de confianza. "Mi obsesión es pagar, porque a veces pasa que un modista manda hacer una colección a un taller y luego, como no recupera la inversión, no paga el trabajo. Luego el taller se queda sin cobrar y eso repercute en los trabajadores. Yo no quiero eso para mi firma", explica. "También es verdad que en el diseño a medida y en cosas muy exclusivas se paga mejor a las trabajadoras, pero en general se intenta regatear por todos lados. Yo he visto en varios sitios cómo la firma hace lo que sea para llevarse el mayor beneficio y pagar sueldos muy bajos".
Según la Asociación de Creadores de Moda de España (ACME), que aglutina a la mayoría de grandes modistas nacionales y vendría a ser la patronal de este pequeño nicho dentro del mundo textil, la facturación de sus asociados aumentó en 2016 un 9,2% respecto a 2015. En total, 442,4 millones en ventas que dieron empleo directo a 4.314 personas. Es decir, que en base a este buen dato económico, la decisión de varias firmas de pagar el mínimo interprofesional o no cotizar a la Seguridad Social es voluntaria y no forzada por la necesidad.
La facturación de los grandes modistos aumentó un 9,2% en 2016. Un total de 442,2 millones de euros y 4.314 empleos directos
Modesto Lomba, presidente de ACME, niega la mayor. "El sector de la moda es muy amplio. No conocemos cómo produce el 100% de las empresas, [pero] en las empresas de creador, que son las que representamos, los oficios tradicionales de la moda están altamente valorados. Ellos son fundamentales para asegurar la calidad de nuestras creaciones". Lomba argumenta que el elevado precio de los vestidos de autor no es una losa, sino más bien la clave que permite a los modistas pagar mano de obra "no precisamente barata". Y asegura que la moda española "vive un periodo de recuperación, una nueva etapa en la que tomamos decisiones mucho más medidas y sensatas". Ágatha Ruiz de la Prada, Adolfo Domínguez, Ángel Schlesser y Delpozo son solo algunos de los modistas representados por esta asociación.
Vivir sin subvenciones
"El negocio del 'fast fashion' se los ha comido", señala María, diseñadora en una multinacional pero formada en la alta costura. "Zara, Mango y el resto son cada vez más competitivos, mientras los grandes modistas hacen producciones muy cortas, no consiguen cerrar nada con margen y tienen costes fijos muy altos porque necesitan un 'showroom' bonito en una calle exclusiva de Madrid o Barcelona. Los únicos que sobreviven bien son los que se dedican a vestidos de novia e invitadas, porque la generación de nuestras madres y abuelas todavía hace el esfuerzo y se gasta el dinero para ocasiones especiales".
A ese cambio generacional y a la democratización de la moda se ha sumado, para colmo de los modistas, el fin de las subvenciones públicas. "La pasarela Cibeles antes era un escándalo, si alguien tirase de ese hilo nos asustaríamos de lo que llegó a ser. Hasta 200.000 euros limpios en forma de subvenciones para grandes modistas que ni siquiera tenían taller propio y que empleaban a una o dos personas. Esas subvenciones las daba principalmente el PP de Madrid de los tiempos gloriosos: [los diseñadores] vivían como auténticos príncipes, pero cuando la época de las vacas gordas terminó, muchos tuvieron que cerrar", confiesa un modista que frecuentó esos entornos.
El fin de las subvenciones públicas, unido a la irrupción del 'fast fashion', ha estrangulado el negocio de la alta costura española
María admite que su paso por los grandes talleres le abrió los ojos para ver que en ese entorno no podría evolucionar. "Se aprovechan de que hay un montón de estudiantes de moda que, con tal de trabajar para los grandes nombres, ceden y trabajan gratis. Yo lo hice y me trataron bien, pero no dejas de ser la chica de los recados. Recuerdo en Loewe que a veces tenía que ir a casa de los superiores a hacerles favores personales, por ejemplo recibir a la empresa de 'catering' porque daban una fiesta y cosas así. Y tragas".
También Saray del Saz, como tantos otros estudiantes, fue becaria en grandes talleres. “No todos son iguales, claro, pero siempre te venden la idea de que están buscando alguien para contratar y te dejas la piel trabajando más horas que nadie. Luego te das cuenta de que todo es humo". Los becarios, igual que ocurre en las cocinas Michelin, no cobran un solo euro. La diferencia en este caso es que los talleres de alta costura no dependen de esa mano de obra gratuita para sobrevivir. "Lo normal es que haya uno o dos becarios en un taller de 10 a 15 personas, pero si en vez de dos pueden coger a cuatro, los cogen, aunque sea para coser botones. No se trata al estudiante como un valor al que formar sino como un pegote. Y encima esa trabajadora que te está enseñando, y que pierde su tiempo por ti, luego debe recuperar el trabajo haciendo más horas sin cobrar ni un euro más", confirma Del Saz.
Sindicatos y patronal están negociando un nuevo convenio del textil para elevar el salario mínimo y subsanar, hasta donde se pueda, el fraude masivo a la Seguridad Social de este sector. Desde CCOO adelantan que "no está siendo nada fácil" y que la negociación está estancada. El sindicato no descarta un llamamiento a la huelga si esta situación de bloqueo continúa.
La mayoría de costureras que producen para los grandes modistas españoles cobran el salario mínimo que marca el convenio, no perciben vacaciones ni pagas extra y cotizan menos horas de las que en realidad trabajan. Muchas son empleadas de terceros talleres adonde los grandes de la moda derivan su producción, sin importarles, al parecer, que produzcan sus vestidos en condiciones leoninas. Otras son directamente empleadas por estos embajadores de la marca España. El margen de beneficio es mínimo y alguien tiene que pagar el pato, reconocen los profesionales del sector. Y quien lo paga, casi siempre, es el eslabón más débil, las patronistas, bordadoras, modistas y cortadoras. Cientos de mujeres y unos pocos hombres que cobran unos 800 euros al mes por jornadas maratonianas en las que dan forma a los fabulosos vestidos que luego se venderán por 5.000 o 10.000 euros o se exhibirán en la pasarela Cibeles entre vítores y aplausos.
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