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Cellnex: La empresa que Pujol logró llevarse a Barcelona y el 'procés' ha devuelto a Madrid
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Así se ha transformado la antigua retevisión

Cellnex: La empresa que Pujol logró llevarse a Barcelona y el 'procés' ha devuelto a Madrid

La evolución de la compañía de telecomunicaciones es un reflejo de la transformación en las altas esferas políticas y empresariales de España durante los últimos 20 años

Foto: Vista del "Pirulí". (G. P. B.)
Vista del "Pirulí". (G. P. B.)

El traslado de sede de Barcelona a Madrid que anunció Cellnex el pasado lunes "por la evolución de los acontecimientos de las últimas semanas en Cataluña" no es un cambio de domicilio social más. Su valor sentimental no es equivalente al de las otras 531 empresas que han emprendido el éxodo desde el 1-O, incluidas las grandes cotizadas del Ibex. La salida de la firma de telecomunicaciones reúne un valor simbólico diferente al resto: supone desandar el camino andado por el pujolismo hace 20 años. Representa la pérdida de una de las medallas empresariales más distinguidas que lucían en la vitrina del 'molt honorable'. El camino de ida y vuelta recorrido por la compañía en estas dos últimas décadas es un comprimido de la historia del poder político y empresarial en España.

El germen de Cellnex fue Retevisión, el soporte técnico que tenía RTVE para dar señal de televisión a lo largo y ancho del país. En 1989, Felipe González decidió implementar un 'spin-off' y hacer de ella una empresa estatal que diera servicio también a los canales privados que en el inicio de los 90 empezaban a emerger. La llegada de José María Aznar a la Moncloa en 1996 traería vientos de cambio para la empresa. De la mano de Rodrigo Rato y con la premisa de privatizar y liberalizar el entramado empresarial estatal, Retevisión no solo emprendía el camino del nuevo capitalismo sino que la idea de Aznar era hacer de Retevisión el segundo operador de telefonía, que pudiera competir con la Telefónica presidida por su compañero del colegio del Pilar, Juan Villalonga.

Foto: Cellnex.

Era en ese contexto en el que irrumpió la figura del 'president' de la Generalitat Jordi Pujol. Aznar necesitaba su apoyo para lograr la investidura, algo que consiguió gracias a los pactos del Majestic. Sin embargo, y como bien se recuerda hoy en innumerables análisis que tratan de explicar la deriva secesionista de Cataluña, el apoyo de los nacionalistas no era gratuito. Este acuerdo político se conoce así por una cena que tuvo lugar en el hotel Majestic de Barcelona el 28 de abril de 1996. Solo dos semanas antes, el 15 de abril, el consejero de Industria de la Generalitat de Cataluña, Antoni Subirá, presentaba 10 medidas para que el Gobierno las adoptara antes de 1998. Entre las mismas, destacaba la número 8: privatización de Telefónica, Endesa y Retevisión.

placeholder Pujol y Aznar en la época de la alianza PP/CiU. (EFE)
Pujol y Aznar en la época de la alianza PP/CiU. (EFE)

Dicho y hecho, el Gobierno de Aznar ponía en venta en 1997 la compañía. La oferta ganadora fue la que presentó Endesa junto con Unión Fenosa, el apoyo de algunas cajas de ahorros y Stet (Telecom Italia), como socio industrial que aportara el 'know how' de toda la parte de telefonía. El paquete de control correspondía a Endesa, que tenía un 56% del capital social. La eléctrica aún era de dominio público y estaba presidida por Rodolfo Martín Villa, miembro del Partido Popular. Endesa contaba con sus intereses particulares en Cataluña, estaban reordenando en torno a sí varias pequeñas compañías que estaban en su órbita, como Enher, Fecsa o Hecsa. De ahí que, antes de adjudicarse Retevisión, el presidente de la eléctrica anunciara su intención de llevarse la sede a Barcelona.

placeholder El exvicepresidente del Gobierno y expresidente de Endesa, Rodolfo Martín Villa. (EFE)
El exvicepresidente del Gobierno y expresidente de Endesa, Rodolfo Martín Villa. (EFE)

Tras la victoria, varios factores apuntaban al cambio de sede. Endesa, aún dominada por el capital público, quería hacerle un guiño a la Generalitat, dados sus intereses sobre el terreno. Y lo que más pesaba: la alianza política PP-CiU de Aznar y Pujol… eran los tiempos de hablar catalán en la intimidad. A ello ayudaba que el ministro de Industria fuera otro catalán, Josep Piqué, compañero de partido del presidente de Endesa. De poco sirvió la oposición de los sindicatos y de la Comunidad de Madrid, que se opusieron frontalmente al cambio de sede, dado el mazazo que aquello supondría para los trabajadores. En otoño de 1997, la compañía del mítico "Pirulí" de Torre España, cogía el puente aéreo y situaba su sede en la Ciudad Condal.

Las crónicas de la época recuerdan el traslado como un golpe de efecto del pujolismo, que elevó la gesta al mayor éxito empresarial para Barcelona desde los Juegos Olímpicos de 1992. El socialista Pasqual Maragall, alcalde de Barcelona, negociaba la ubicación de la sede con Rafael Miranda, hoy presidente de Acerinox y por aquel entonces consejero delegado de Endesa. Se hablaba del World Trade Center del Puerto, aunque finalmente fue un edificio en la Diagonal. El pujolismo soñaba con un gran segundo operador de telefonía catalán que compitiera desde Barcelona de tú a tú con un transatlántico como Telefónica.

Foto de archivo de 2001 de Anna Birulés. (Wikipedia)Con la sede en Barcelona, la compañía fue catalanizándose. Al principio, la empresa desplazaba un destacamento de trabajadores todas las semanas en avión desde Madrid para que realizaran la puesta a punto de la nueva sede. Taxi-Barajas-El Prat-autobús los lunes de madrugada y autobús-El Prat-Barajas-taxi los viernes a las tres. Sin embargo, con el tiempo, las directivas fueron cambiando. Endesa trató de colocar parte de la gente que tenía en algunas filiales. Pero el cambio más significativo fue el nombramiento de Anna Birulés como directora general de la compañía. Exejecutiva del Sabadell, había desempeñado diferentes cargos en la Generalitat en los 80 de la mano del entonces director general de Industria autonómico, Josep Piqué, flamante ministro desde 1996. Fue bajo su tutela cuando en 2002 la ejecutiva de Retevisión llegó a ministra de Ciencia y Tecnología. Su paso por Retevisión la obligó a inhibirse en cuestiones de telecomunicaciones por la puerta giratoria que se había abierto.

Retevisión seguía creciendo, y en 2002 pasó a denominarse Aúna. Además de su actividad de señal de televisión y radio y de la telefonía fija había saltado a la telefonía móvil con Amena y al negocio del cable. Su expansión duraría hasta 2005. Con el Banco Santander dentro del accionariado, se decidió filetear la compañía y venderla al mejor postor. La operativa de la compañía no gozaba de la mejor salud y ya había implementado un ere. Amena fue vendida a France Telecom, que después se convirtió en Orange. Toda la parte de cable y telefonía fija se la llevó ONO y la difusión y transmisión de señal de televisión, el histórico negocio por el que nació Retevisión, pasó a Abertis. La Caixa, principal accionista de la concesionaria e histórica accionista de Telefonica, se quedaba con su rival y quien rompió el monopolio en España. En 2005 pasaría a denominarse Abertis Telecom hasta que en 2015 decidió salir a bolsa con el nombre de Cellnex y un plan de expansión internacional bajo el brazo.

Retevisión creció y pasó a llamarse Auna. Con la compra de Abertis, se denominó Abertis Telecom y tras la salida a bolsa se convirtió en Cellnex

Un aspecto reseñable en la comunicación que Cellnex hizo para anunciar su marcha de Barcelona es que "la decisión del consejo no incluye a las sociedades del grupo que prestan sus servicios exclusivamente en Cataluña y tiene como objeto asegurar la plena y normal operativa de la compañía en relación a todos sus grupos de interés". Cabe destacar que el nacimiento de Retevisión en el año 90 estuvo acompañado de compañías homólogas independientes que daban servicio propio a País Vasco, Cataluña y Andalucía. En Cataluña era Tradia, y su misión principal consistía en dar soporte a las televisiones y radios autonómicas. Paradojas de la vida quisieron que Retevisión funcionara durante cinco años desde Barcelona dando servicio a España mientras en la propia Cataluña el mercado era de Tradia. Cuando se produjo la compra de Retevisión por Abertis, Tradia ya había sido absorbida por la concesionaria participada por La Caixa. Es más, los directivos de la catalana pasaron a tener un papel preponderante dentro de Abertis Telecom. Sin embargo, Tradia mantuvo su marca y los principales contratos que licita la Generalitat. De ahí que la marcha de Cellnex advierta de que su histórica pata catalana sigue en la tierra que la vio nacer.

La empresa que el pujolismo le arrancó a Aznar de Madrid regresa a la capital de la mano del resto de compañías catalanas participadas por La Caixa. Destaca en letra negrita el hecho relevante del traslado a Madrid enviado a la CNMV que esto se mantendrá "en tanto esta situación se prolongue". Sin embargo, pesa sobre Abertis, principal accionista de Cellnex, una opa que ha de dilucidar de forma inminente qué hará con la participación en la compañía de telecomunicaciones. Al margen de que sea la italiana Atlantia o la ACS de Florentino Pérez, expertos del sector se preguntan si tiene sentido operativo que Cellnex regrese a Barcelona: todos sus clientes (empresas de telecomunicaciones, televisiones y radios) están en Madrid. Razón de tipo estratégico que se suma a los fantasmas procedentes de Canadá y que estos días señalan que muchas de las empresas que se fueron a Montreal por las tensiones separatistas de Quebec no regresaron nunca.

El traslado de sede de Barcelona a Madrid que anunció Cellnex el pasado lunes "por la evolución de los acontecimientos de las últimas semanas en Cataluña" no es un cambio de domicilio social más. Su valor sentimental no es equivalente al de las otras 531 empresas que han emprendido el éxodo desde el 1-O, incluidas las grandes cotizadas del Ibex. La salida de la firma de telecomunicaciones reúne un valor simbólico diferente al resto: supone desandar el camino andado por el pujolismo hace 20 años. Representa la pérdida de una de las medallas empresariales más distinguidas que lucían en la vitrina del 'molt honorable'. El camino de ida y vuelta recorrido por la compañía en estas dos últimas décadas es un comprimido de la historia del poder político y empresarial en España.

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