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La Finca, Procisa y el ocaso del imperio de la familia García Cereceda
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La Finca, Procisa y el ocaso del imperio de la familia García Cereceda

La división del patrimonio inmobiliario que legó Luis García Cereceda es el último capítulo de un imperio venido a menos e incapaz de recuperar el liderazgo de su fundador

Foto: Vivienda unifamiliar de La Finca. (estudio A-Cero)
Vivienda unifamiliar de La Finca. (estudio A-Cero)

La muerte de Luis García Cereceda, en junio de 2010, marcó un punto de no retorno tanto para su familia como para su imperio empresarial. A las publicitadas diferencias entre su viuda, Silvia Gómez Cuétara, y sus hijas, Susana y Yolanda; y entre estas dos, se sumó una agónica situación financiera que a punto ha estado de llevarse por delante todo el legado del empresario.

Procisa, antaño inmobiliaria de abolengo y ahora conocida por promover la urbanización de los famosos, La Finca, lleva seis largos años haciendo equilibrios al filo del abismo, debido a que es víctima del peligroso cóctel que a tantos rivales se ha llevado por delante durante la crisis: una abultada deuda, unos activos en caída libre y un absoluto parón del negocio.

Si a este triángulo de las Bermudas se le suma una falta de liderazgo, el encarnecido enfrentamiento familiar, y el interés por abandonar el grupo de Eduardo García Cereceda, hermano de Luis, falta tiempo para rotular un cartel con la leyenda 'Se Vende'. Sobre todo, cuando Susana y Yolanda llevan ya años deshaciéndose de posesiones de su progenitor sin terminar de ver la luz, y con la banca presionándolas para saldar las deudas de Procisa.

La situación de la inmobiliaria ha llegado a tal punto que los diferentes acuerdos que han logrado sellar los Cereceda con sus entidades financieras para escapar de la quiebra han sido a cambio de pagar duros peajes, como la limitación del dividendo. Y sin este, que los bancos ciñeron a 10 millones de euros, se multiplican los problemas para llevar un elevado tren de vida.

Entre 2010 y 2014, último ejercicio con cuentas oficiales, el activo de Procisa se ha recortado un 20%, de 1.077 a 857 millones; el patrimonio neto se ha visto cercenado a la mitad, al pasar de 355 a 172 millones; y la deuda apenas ha conseguido recortarse un 9%, desde los 625 hasta los 566 millones. La situación ha llegado a tal nivel que, según los datos de Informa, al menos un banco, el sueco SEB, se ha convertido ya en accionista del grupo, con un 5% del capital.

Al final, ha ocurrido lo inevitable y, como adelantó El Confidencial, hace más de un año que la familia tuvo que ponerse en manos de N+1 para conseguir encontrar un comprador que inyecte a Procisa los fondos que necesita para seguir a flote. La presa ha caído, y los buitres no han tardado en llegar.

Procisa, inmobiliaria de los Cereceda, contrató a N+1 hace más de un año para encontrar una solución a su situación financiera, y esta pasa por cercenar el grupo

A pesar del elitismo que se le confiere popularmente tanto a La Finca como a su Parque Empresarial, quienes han llamado a la puerta de Procisa son los mismos inversores que han aprovechado el descalabro de la economía española para comprar a precio de derribo. Un matrimonio que la inmobiliaria a punto ha estado de sellar con firmas de la talla de Goldman y Apollo.

Pero, en el último momento, los dos candidatos terminaron cayéndose, entre otros motivos, por la imposibilidad de llegar a un acuerdo respecto al papel de Susana Cereceda en el futuro del grupo, según confirman varias fuentes conocedoras. Y es que, si uno de estos gigantes se hace con una participación relevante en una compañía en España, no es para quedarse como convidado de piedra ni socio minoritario. Entran para mandar, y mandar mucho, algo que la heredera de Luis García Cereceda no parece dispuesta a aceptar.

Quizás por eso, la última solución que ha encontrado Procisa para salvar su futuro supone pagar el duro peaje de dividir el grupo en dos, desprenderse del verdadero lujo de su imperio, las oficinas, y con esa inyección saldar deuda y obtener el cheque que necesitan para volver a promover en sus famosos terrenos de Pozuelo de Alarcón.

Un plan que, además, le llega con el viento de cola, ya que tras varios años de barbecho y guerras internas, la vivienda residencial de lujo vuelve a brillar, aunque todavía está lejos de alcanzar su pasado esplendor.

Viento de cola, herencia de cara

Procisa ya empezó a notar los primeros síntomas de recuperación en 2014, cuando disparó un 48% sus ingresos, hasta los 83,84 millones. Sin embargo, esta cifra continúa siendo un 27,5% inferior a la registrada en el último ejercicio de vida del fundador, y se ha mostrado incapaz de sacar a la compañía de las pérdidas (-19 millones), frente a los 27,2 millones que ganó en 2010.

Suma y sigue, porque para conseguir mantenerse a flote, los Cereceda no solo han terminado dividiendo su imperio en dos, sino que también han tenido que ceder parte de su actividad patrimonial a otro viejo conocido del sector: la familia Gil Marín. En marzo de 2014, Procisa se alió con Gilmar para promover viviendas de lujo a través de la sociedad La Finca Real State, donde los dos socios comparten accionariado al 50%.

Pero ahí no terminan las cesiones de poder. Si, como se espera, esta vez sí se logra culminar la escisión del negocio patrimonial y cerrar su venta, los Cereceda continúan interesados en encontrar un socio financiero para el resto de su actividad de promoción. Axiare y Värde ya están posicionados para empezar a repartirse el negocio y seguir construyendo su propio imperio con las cenizas de Procisa.

La muerte de Luis García Cereceda, en junio de 2010, marcó un punto de no retorno tanto para su familia como para su imperio empresarial. A las publicitadas diferencias entre su viuda, Silvia Gómez Cuétara, y sus hijas, Susana y Yolanda; y entre estas dos, se sumó una agónica situación financiera que a punto ha estado de llevarse por delante todo el legado del empresario.

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