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"Los estadounidenses no vamos a proteger a Google, Amazon y Facebook en Europa"
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ENTREVISTA a Barry C. Lynn

"Los estadounidenses no vamos a proteger a Google, Amazon y Facebook en Europa"

La política antimonopolio está regresando con fuerza en EEUU y Barry C. Lynn, director del 'think tank' Open Markets, es una de sus figuras más importantes y combativas

Foto: Barry C. Lynn
Barry C. Lynn

Es autor de un par de textos esenciales para entender cómo funciona el mercado contemporáneo, 'Cornered' y 'End of the line'. Dirige Open Markets Institute, un 'think tank' cada vez más influyente en la política estadounidense, ha escrito para medios como 'New York Times', 'Financial Times', 'Harvard Business Review' o 'Foreign Policy' y fue corresponsal de AP y France Presse en Perú y Venezuela. Barry C. Lynn es uno de los pensadores más influyentes en este renacimiento del antimonopolio en EEUU, en esa tradición que acoge a juristas como Louis Brandeis, políticos como Wright Patman y presidentes como Woodrow Wilson y Franklin Roosevelt, que fue muy relevante en la historia del siglo XIX y el XX estadounidense y que ayudó a configurar muchas de las medidas del New Deal y del estado fordista.

Lynn dirigía un grupo de trabajo en un 'think tank', New America, hasta que hizo pública una declaración en la que alababa a la UE por multar a Google por violación de las leyes de la competencia. "Ese mismo día me dijeron que Google, que proporcionaba apoyo sustancial a otros programas en New America, había afirmado que quería cortar todos los lazos con la organización. Dos días después me comunicaron que todo mi equipo del programa New Markets tenía que marcharse del 'think tank'".

Creó entonces Open Markets, desde donde alerta acerca de los peligros políticos y económicos que crean monopolios y oligopolios, una tarea muy interesante en nuestra época. Y no solo por los niveles de concentración empresarial que determinan nuestra vida económica; también por la época de tensión que se está viviendo por arriba, con compañías tecnológicas desplazando del mercado a grandes empresas y apoderándose de parte de su mercado.

Foto: Slavenka Drakulić.

Barry C. Lynn estuvo recientemente en Madrid con ocasión de una jornada organizada por Banco Santander, momento en que tuvo lugar esta conversación con El Confidencial.

PREGUNTA. Un aspecto en el que insistís quienes trabajáis en el antimonopolio es que, cuando alguien tiene mucho poder político y económico lo suele utilizar para tener aún más. ¿Ese es el problema central de nuestro tiempo?

RESPUESTA. Tanto en EEUU como en Europa nos estamos enfrentando al reto más grande que hemos vivido desde la II Guerra Mundial. Grandes empresas tecnológicas, como Google, Amazon y Facebook, poseen cantidades masivas de dinero a través de las cuales pueden influir en la política; tienen el control de la información y pueden manipular la forma en que nos comunicamos unos con otros, lo que es también un problema político; cuentan con mucho poder sobre los medios de comunicación y lo utilizan para degradar la forma en que los editores y directores de los medios publican esas informaciones; y además poseen un poder increíble sobre la economía política, ya que controlan el acceso al mercado de miles de otras empresas. Estas, además, les tienen miedo, por lo que no se atreven a hablar en público del poder que han acumulado. Todo eso supone un notable problema político y económico, ya que estas tres corporaciones regulan la economía.

P. El problema puede ser todavía mayor, ya que las empresas tecnológicas están entrando en todo tipo de sectores comerciales y sociales. Y su desarrollo parece amplísimo: la banca, la salud, la justicia, el transporte, entre ambos, son ámbitos en los que van a crecer impulsadas por la recolección de datos y el uso de algoritmos no transparentes.

R. Hay un par de cosas aquí que deberíamos tener en mente. La mayor parte de estas tecnologías son importantes y pueden hacernos la vida mejor. La tecnología que Uber utiliza para conectar pasajeros y conductores puede ser utilizada de una forma positiva para el conductor, para el pasajero y para la sociedad. Cuando hablamos de que hay que lidiar con estos monopolios no significa que tengamos que deshacernos de la tecnología, sino que debemos utilizarla para que responda de una manera más efectiva a nuestros intereses y al interés social. Eso pasa por que no se produzca una concentración del control por parte de ningún actor privado.

Las tecnológicas poseen flujos de información a través de los que recogen secretos de las personas y los utilizan para manipularnos

En lo que se refiere a los algoritmos, hemos alcanzado un punto en el que da más miedo lo que se puede lograr con ellos que los algoritmos en sí. Lo que están haciendo es intentar conseguir el control directo de cada consumidor y de cada vendedor. El algoritmo puede gobernar de manera efectiva grupos concretos de personas, una industria o una región. Y estas empresas tecnológicas poseen flujos de información crecientes, de forma que pueden saber cómo van a reaccionar las personas. La amenaza es que están recogiendo secretos de los individuos, de cada uno de nosotros, y están utilizando esos secretos para manipularnos.

P. Cuando se afirma que "hay que romper las tecnológicas", una de las objeciones más frecuentes es que, si se hiciera, se perdería la capacidad de competir con empresas chinas. Del mismo modo, en Europa se promueve la activación de gigantes europeos para poder competir, lo que hace que los sectores vayan hacia una concentración mayor. ¿Cómo se puede responder a estas objeciones?

R. Este es uno de los argumentos que los monopolios utilizan todo el tiempo: tenemos que dejarles en paz porque nos ayudan a protegernos de los chinos, o en el caso europeo, de los chinos y de los estadounidenses. Pero si nos fijamos en la Historia, lo más frecuente es que nos hayamos tenido que proteger de la concentración de poder en nuestros propios Estados tanto como de la concentración de poder extranjero. Tenemos que entender que la política comercial es un subconjunto de la política antimonopolio: puesto que no queremos que una sola corporación dicte las reglas en un sector del mercado de EEUU, tampoco vamos a utilizar nuestra política comercial para facilitar que una compañía china tenga el poder en el mercado americano. No hay razón para hacer excepciones, sería una locura decir que, como creemos tanto en el libre mercado, vamos a utilizar nuestras leyes antitrust para abrir la puerta a las empresas chinas.

Son los europeos los que deben gobernar sus sociedades y deben actuar ya para proteger sus democracias y sus libertades

Esto es válido para la UE. Europa debería dejar de fijarse ciegamente en la filosofía sobre política comercial que ha dominado en las últimas generaciones: esa idea de que podemos crear un sistema internacional que se autogobierne es un mito, en primer lugar, y es un mito peligroso. Los Estados europeos deberían utilizar su poder de manera que sus ciudadanos y sus sociedades estén plenamente protegidas del poder de las corporaciones extranjeras, sean estadounidenses, chinas o de donde sea. Creo que los europeos cada vez estarán más en contra de Google, Facebook y Amazon y una gran mayoría de estadounidenses y un número creciente de nuestros líderes políticos estarán de acuerdo con ellos y apoyarán sus acciones. Los americanos no queremos proteger los intereses de Google, Amazon y Facebook en Europa. No vamos a hacer eso. Son los europeos los que deben gobernar las sociedades europeas y deben actuar ya para proteger sus democracias y sus libertades.

P. Otro de los problemas es la acumulación de poder económico, cuyas consecuencias no suelen subrayarse. Las concentraciones están generando menos puestos de trabajo, peores condiciones para los proveedores, y servicios menos eficientes o más caros. Además, suelen ser una forma en la que las finanzas generan formas extractivas de obtener beneficios. Como asegurabas en 'Cornered', "Si Walmart no existiera, Wall Street lo habría creado".

R. El problema no es nuevo para EEUU, lo hemos afrontado antes, en el siglo XIX y en el principio del XX, cuando los financieros de Wall Street utilizaron grandes empresas de cualquier sector como medio para alcanzar el poder. Y cuando tenían el poder y los recursos suficientes en sus manos, los empleaban para llevar a la bancarrota a sus competidores y quedarse con ese sector del mercado. En EEUU se diseñaron numerosos instrumentos a través de los cuales se restringían las maneras de utilizar una gran corporación. Las leyes antimonopolio fueron parte de ellos, ya fuese limitando la capacidad de acción de la firma, restringiendo su tamaño o haciendo más difícil que los financieros la emplearan para concentrar el poder político. Hay otros instrumentos que se pueden utilizar para lograr ese objetivo, como la regulación de Wall Street, imponer límites a lo que pueden hacer los bancos, aprobar leyes que restrinjan su tamaño, limitar las operaciones verticales, pero también las horizontales, poniendo freno a su capacidad para captar otras líneas de negocio.

La Escuela de Chicago abrió una puerta que habíamos cerrado y permitió que las finanzas concentrasen un poder enorme

Otras naciones encararon el mismo problema por vías distintas, ya que tendían a nacionalizar estos gigantes y a utilizar el gobierno para controlarlos directamente. En EEUU creímos que el antitrust era más beneficioso, ya que por una parte había una distinción clara entre la sociedad civil y el gobierno, y por otra, al utilizar agresivamente la legislación, no había ninguna amenaza de que un actor o una compañía en concreto alcanzase un poder enorme.

Esta es una legislación muy antigua, que empezamos a probar en la década de 1860, de modo que podemos afirmar que nos hemos enfrentado antes a este problema y que hicimos un buen trabajo a la hora de mantener a las finanzas fuera del sector comercial. Después llegó la Escuela de Chicago y la revolución neoliberal, que lo que hizo fue abrir una puerta que habíamos cerrado, permitiendo que las finanzas concentrasen un poder enorme y adquiriesen un control profundo sobre el sistema comercial.

P. La tradición antimonopolio estadounidense, sus instrumentos y sus objetivos, son poco conocidos en Europa. Sin embargo, en este momento histórico, debemos enfrentarnos a amenazas muy similares a aquellas para las que se inventó esa legislación. ¿Por qué estas ideas no han penetrado en Europa?

R. El antimonopolio fue parte de nuestra tradición desde la misma fundación de mi país, e incluso antes de la Declaración de Independencia, cuando el Boston Tea Party, en 1773, se rebeló contra los intermediarios, que eran un instrumento de los financieros de Londres. El nacimiento de EEUU también fue en sus orígenes una rebelión contra el monopolio financiero. Nuestro país no quería un Estado que lo controlase todo, quería que fuese pequeño, que los individuos fuesen libres, también en sus negocios, pero no deseaba un poder privado que tuviera la fuerza del Estado. Esas eran las metas del pueblo estadounidense y el camino para cumplir ambas fue el antimonopolio, ya que utilizaba el Estado para prevenir la concentración de poder.

La UE está descifrando todavía qué es el antimonopolio y para qué puede utilizarlo. Tengo mucha esperanza en Vestager

En Inglaterra, objetivos similares se alcanzaron con otros métodos, como la aceptación de ciertas formas de cártel, que eran una forma de prevenir el poder absoluto de una sola corporación o el empleo del Banco de Inglaterra para controlar a los bancos. En Europa, después de la Segunda Guerra Mundial, EEU insistió en que Alemania adoptase políticas muy modernas en este sentido, y por eso los alemanes tienen ahora un enfoque muy sofisticado acerca de los monopolios. En el plano europeo, en la UE, la historia del antimonopolio data de hace poco, 30 años quizá, y Bruselas está descifrando aún qué es este instrumento y para qué puede utilizarlo. Tengo mucha esperanza en que Vestager, que es muy inteligente, esté a la altura de la tarea.

P. Las ideas de Open Markets Institute, la organización que diriges, están recibiendo bastante apoyo por parte de políticos estadounidenses.

R. Mi organización trabaja para todo el espectro político, estamos cerca de un número significativo de republicanos, hemos trabajado con la mayoría de los candidatos demócratas y en el Senado también hemos asesorado a unos y otros; este no es un asunto partidista. La mayoría de la gente, y la mayoría de los líderes de ambos partidos, están de acuerdo en que tenemos que hacer algo con Google, Facebook y Amazon. Tenemos mucha confianza en que cualquiera que sea nominado por el partido demócrata se tome este asunto en serio y sabemos que hay mucha gente en la administración Trump que desearía hacer lo mismo, aunque la administración Trump es muy caótica y la gente que intenta hacer lo correcto se encuentra con muchas dificultades.

P. Quizá la más activa en este sentido sea Elizabeth Warren, la candidata demócrata. Y no solo por sus enfrentamientos con Zuckerberg y Facebook, sino porque tiene una visión más amplia del problema que suponen los monopolios y que va más allá de las tecnológicas.

R. La concentración de poder que están llevando a cabo Google, Facebook y Amazon ayuda a que los candidatos, pero también los ciudadanos de EEUU, se den cuenta de que tenemos un problema generalizado con los monopolios. Lo vemos en muchos sectores, el retail, la agricultura, la comida, el químico, las manufacturas, el transporte o Wall Street, y cuando la gente escucha la palabra monopolio referida a Google, Amazon y Facebook, le resulta más fácil entender que nos enfrentamos a una amenaza seria. Hay un par de candidatos demócratas que han hecho esta conexión y han ido más lejos, quizá porque empezaron antes a darse cuenta de ello. La senadora Warren fue la primera en entender la naturaleza de este problema y qué se podía hacer al respecto. El senador Sanders tiene posturas más avanzadas sobre este asunto que en 2106, cuando principalmente ponía el foco en Wall Street, pero también hay otros aspirantes, como Cory Booker, o la senadora Klobuchar, que están exponiendo las consecuencias de este problema para la agricultura o para el sistema comercial.

La mayoría de los economistas, y es también el caso de Piketty, han estado ciegos frente al poder y los monopolios

Lo que estamos viendo es un despertar generalizado acerca de la naturaleza del problema monopolístico, lo que ha generado una mayor disposición a discutir acerca de la reestructuración de la economía política. Tenemos que entender que lo que ocurre en EEUU, y en todo el mundo, esta centralización del poder, ha destruido los negocios y la propiedad de mucha gente, ha suprimido la innovación y ha provocado que las oportunidades disminuyan.

P. Una consecuencia evidente de este tipo de economía política es el aumento de la desigualdad. Cuando los sectores se concentran, los pequeños negocios cierran, otros se empobrecen, los salarios disminuyen y el coste de la vida aumenta. Sin embargo, apenas se hacen alusiones en Europa a esta relación entre monopolios, oligopolios y desigualdad. ¿Por qué ocurre así?

R. La desigualdad ha crecido mucho en EEUU y es mayor de lo que era en 1929, antes de la gran depresión. Está en niveles históricos en América y en Europa, y está creciendo en Asia, incluso en China. En mi país hemos tenido numerosas discusiones sobre este asunto. El profesor Piketty insistió en este tema con su famoso libro, pero solo mencionaba el monopolio en un par de ocasiones. Es decir, no hacía ninguna mención al poder. La mayoría de los economistas estadounidenses, y es también el caso de Piketty, han estado ciegos frente al poder y los monopolios. Y el primer paso importante sería que se comprendiese la relación entre la concentración corporativa y la desigualdad y que los economistas admitiesen que se han perdido esta relación en sus análisis.

P. La idea dominante hasta hace poco es que no importaba que el poder económico estuviera concentrado si eso no afectaba a los consumidores. Desde la izquierda, tampoco se veían mal estas grandes empresas siempre y cuando el Estado las controlase. Desde vuestra perspectiva, el enfoque es diferente, porque señaláis cómo, si el poder es demasiado grande, siempre encontrará líneas de fuga que eviten su control. La que ha ocurrido con los impuestos es una buena muestra: los gobiernos europeos pensaron que lo mejor que podía hacerse era dejar actuar al mercado, ya que mediante los impuestos se podría redistribuir y asentar el estado del bienestar. Lo que hemos visto es cómo los paraísos fiscales, una línea de fuga típica, hacen ya inviable esta idea. Es decir, que el poder, si es lo suficientemente grande, siempre encuentra caminos de escape.

R. La razón por la que utilizo el término economía política es para asegurarme de que queda claro que no hay economía que no sea política. Cada acción, cada decisión, todo lo que ocurre en la economía, está basado, en algún momento, en una decisión política. Nada ocurre porque sí. Si vemos concentraciones de poder es porque ha habido un fallo del sistema político o una acción exitosa de quienes desean concentrar el poder. Estamos ante un problema político, no económico. Al igual que pensamos en términos políticos acerca de cómo distribuir el poder y tenemos la democracia para que la gente disfrute de libertades, deberíamos poner el foco ahora sobre la concentración de poder: Google, Facebook y Amazon han alcanzado tal cuota que están amenazando al Estado en sí mismo. Su influencia y su control de numerosos aspectos de la vida está desplazando al Estado. Pensemos en un asunto como la gestión del tráfico: Google tiene mucha más influencia sobre los flujos de tráfico que los funcionarios municipales y que el gobierno federal. Este desplazamiento del Estado en actividades que deberían estar abiertas, porque la regulación del mercado es algo que tiene lugar en sociedades abiertas, refleja las grandes amenazas que las democracias estamos afrontando. Deberíamos entender que nuestra opción es regular estas corporaciones y romper su control.

Es autor de un par de textos esenciales para entender cómo funciona el mercado contemporáneo, 'Cornered' y 'End of the line'. Dirige Open Markets Institute, un 'think tank' cada vez más influyente en la política estadounidense, ha escrito para medios como 'New York Times', 'Financial Times', 'Harvard Business Review' o 'Foreign Policy' y fue corresponsal de AP y France Presse en Perú y Venezuela. Barry C. Lynn es uno de los pensadores más influyentes en este renacimiento del antimonopolio en EEUU, en esa tradición que acoge a juristas como Louis Brandeis, políticos como Wright Patman y presidentes como Woodrow Wilson y Franklin Roosevelt, que fue muy relevante en la historia del siglo XIX y el XX estadounidense y que ayudó a configurar muchas de las medidas del New Deal y del estado fordista.

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