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¡Bienvenido a 2016, Mr. Draghi! El petróleo y las tensiones financieras presionan al BCE
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primera reunión de política monetaria del año

¡Bienvenido a 2016, Mr. Draghi! El petróleo y las tensiones financieras presionan al BCE

Parece que ha pasado un siglo desde que el Banco Central Europeo actuó por última vez. Pero fue hace... un mes y medio. Ahora estrena el año con más presiones por la inestabilidad reinante

Foto: Una pantalla recoge una intervención del presidente del BCE, Mario Draghi, en Nueva York a comienzos de diciembre. (Reuters)
Una pantalla recoge una intervención del presidente del BCE, Mario Draghi, en Nueva York a comienzos de diciembre. (Reuters)

Todo transcurre tan rápido en el mundo financiero que en ocasiones se pierde la perspectiva del tiempo. Y de las decisiones. La sensación es que el programa de expansión cuantitativa (QE) lleva años formando parte del arsenal del Banco Central Europeo (BCE), cuando en realidad fue alumbrado hace justo doce meses, en la reunión de política monetaria de enero de 2015, aunque su entrada en vigor se retrasó hasta marzo. Y también parece que ha pasado un siglo desde la última vez que la entidad presidida por Mario Draghi lanzó más estímulos, cuando en realidad apenas han transcurrido siete semanas. Pero esta confusión es lógica. Se alimenta de las muchas y variadas convulsiones que se están viendo en el panorama económico y financiero mundial, que amenazan con frenar la recuperación y arruinar los históricos esfuerzos de los bancos centrales.

En este incierto en torno, Draghi intentará, una vez más, ganar tiempo. A comienzos de diciembre, el BCE rebajó los tipos de la facilidad de depósito del -0,20% al -0,30% y amplió el QE de septiembre de 2016 a marzo de 2017. Como esta actuación está tan reciente y como, además, estas decisiones no contaron con el apoyo de todos los miembros del Consejo de Gobierno de la entidad, esta vez el BCE se quedará quieto. "No pensamos que el BCE esté preparado para revisar ya su arsenal antes de conseguir una visión más realista del poder de las armas desplegadas el mes pasado", aseguran desde Bank of America-Merrill Lynch. "No esperamos que se anuncien nuevas medidas. Se reservarán para emergencias futuras", coinciden desde Intermoney.

Por tanto, y salvo sorpresa mayúscula, el BCE no actuará. Pero Draghi sí hablará, y lo hará para confirmar que sigue dispuesto a adoptar más medidas expansivas en el futuro en caso de que sea necesario. ¿Cuándo? Como pronto, en la cita del 10 de marzo, en la que además el banco central actualizará sus previsiones económicas.

Precios, euro, bolsas, exceso de liquidez...

Fundamentalmente, el BCE permanecerá con el dedo en el gatillo porque las presiones deflacionistas no terminan de alejarse, y más aún con la persistente caída del crudo. En el primer trimestre de 2015, el barril Brent, de referencia en Europa, promedió un precio de 49 euros. Actualmente, cotiza a 26 euros, con lo que seguirá empujando a la baja sobre una inflación que continúa alejada del objetivo del BCE.

En diciembre, la inflación interanual de la Eurozona se situó en el 0,2%, con lo que acumula 27 meses consecutivos por debajo del 1%. O lo que es lo mismo, muy lejos del mandato del BCE de mantenerla por debajo, pero cerca, del 2% a medio plazo. En esta tesitura, y ante la perspectiva de que el crudo aún presione más a la institución monetaria, Draghi dejará abierta la puerta a la adopción de más medidas en los próximos meses.

Aunque sorprenda, el euro es una de las divisas más fuertes en lo que va de 2016. Y el BCE difícilmente querrá dar argumentos para acelerar su apreciación

El banquero italiano también está interesado en lanzar este mensaje por otra cuestión: no hacerlo fortalecería al euro, una reacción que equivaldría a un endurecimiento de las condiciones monetarias, que alimentaría las presiones deflacionistas y que complicaría la vida a las empresas exportadores en un contexto de debilitamiento de la actividad comercial mundial. Por el momento, y aunque sorprenda, la divisa europea es la segunda más fuerte entre las principales del mundo. Solo pierde valor contra el yen japonés, pero se aprecia contra el dólar estadounidense, la libra esterlina o el dólar australiano. Y, por supuesto, también contra las principales divisas emergentes, como el yuan chino, el rublo ruso o el real brasileño.

Un tercer motivo que empujará a Draghi a mostrarse preparado para actuar proviene de las fuertes caídas vistas en las bolsas en el arranque de 2016. "El máximo interés de la reunión recaerá en conocer la visión de la entidad respecto a las recientes turbulencias en los mercados", precisan desde Intermoney. En este terreno, el banquero italiano procurará ejercer de 'efecto calmante' al ratificar su compromiso de que actuará si resulta preciso.

En la retina del BCE aún cabe un cuarto foco de preocupación. El banquero italiano continúa pendiente de la débil transmisión de sus decisiones a la reactivación del crédito y, por tanto, a la economía real.

Los datos, de hecho, certifican que a los bancos cada vez les sobra más dinero, una consecuencia que manifiesta que buena parte de las extraordinarias medidas del BCE se siguen quedando por el camino. El exceso de liquidez en la Eurozona lleva más de un mes por encima de los 600.000 millones de euros y la facilidad de depósito está recibiendo más de 200.000 millones al día desde el inicio de 2016. En el primer caso, no se veían cifras así desde 2012; y en el segundo, desde 2013.

Todo transcurre tan rápido en el mundo financiero que en ocasiones se pierde la perspectiva del tiempo. Y de las decisiones. La sensación es que el programa de expansión cuantitativa (QE) lleva años formando parte del arsenal del Banco Central Europeo (BCE), cuando en realidad fue alumbrado hace justo doce meses, en la reunión de política monetaria de enero de 2015, aunque su entrada en vigor se retrasó hasta marzo. Y también parece que ha pasado un siglo desde la última vez que la entidad presidida por Mario Draghi lanzó más estímulos, cuando en realidad apenas han transcurrido siete semanas. Pero esta confusión es lógica. Se alimenta de las muchas y variadas convulsiones que se están viendo en el panorama económico y financiero mundial, que amenazan con frenar la recuperación y arruinar los históricos esfuerzos de los bancos centrales.

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