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La 'Batalla de Moscú': la guerra de las divisas se libra en el tablero del G-20
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LOS TIPOS DE CAMBIO COMO 'ARMA' ANTICRISIS

La 'Batalla de Moscú': la guerra de las divisas se libra en el tablero del G-20

Hubo un tiempo, durante la vigencia de los acuerdos de Bretton Woods, en los que un único país, Estados Unidos, actuaba de ancla en el mundo

Foto: La 'Batalla de Moscú': la guerra de las divisas se libra en el tablero del G-20
La 'Batalla de Moscú': la guerra de las divisas se libra en el tablero del G-20

Hubo un tiempo, durante la vigencia de los acuerdos de Bretton Woods, en los que un único país, Estados Unidos, actuaba de ancla en el mundo de las divisas. Tras el estallido de aquellos pactos, cinco países (el G-5) intentaron poner orden en el universo cambiario durante los años 80. Sin éxito. Posteriormente, semejante responsabilidad se amplió a un grupo de siete naciones (el G-7). Pero tampoco bastó. Ni basta. El mundo ha cambiado. Y la familia sigue creciendo. Se comprobará este fin de semana, en el que el G-20, formado por los 20 países más desarrollados del mundo y los emergentes más prometedores, se reunirá en Moscú… con la denominada guerra de las divisas como invitado especial.

En la capital rusa, y sentados en la misma mesa, estarán varios de los contendientes más destacados en este conflicto. Entre los asistentes figurará el ministro de Finanzas de Brasil, Guido Mantega, que fue precisamente quien, allá por septiembre de 2010, bautizó como “guerra de las divisas” las artimañas a las que estaban recurriendo cada vez más países para propiciar la depreciación de sus monedas y estimular así sus exportaciones. Aunque, sin duda, las miradas se centrarán en el país que ha reactivado el conflicto en los últimos meses: Japón.

El nuevo gobierno liderado por Shinzo Abe, fielmente secundado por el Banco de Japón (BdJ), ha reconocido la necesidad de contar con un yen más débil como aliado fundamental para reactivar su economía y desterrar de una vez por todas la deflación –caída de los precios-. Para ello, en las últimas semanas ha desplegado su arsenal fiscal –con un estímulo de 170.000 millones de euros- y monetario –el BdJ seguirá imprimiendo más yenes en 2014-, con la consiguiente depreciación de la moneda nipona, que en el arranque de 2013 ha marcado sus cambios más bajos contra el euro y el dólar estadounidense desde 2010. “Japón ha sido el primero en mover ficha con su manifiesta elevación de la política cambiaria a asunto de vital interés nacional. Si bien es algo bastante comprensible, en una economía global y, en particular, en una acorralada por la débil demanda y la sobrecapacidad, este gesto no deja de ser una agresión económica internacional que tendrá repercusiones. Se está librando la guerra mundial de las divisas”, subraya John Hardy, estratega de divisas de Saxo Bank. 

Más participantes

Pero en Moscú habrá más contendientes. China, con su flotación sucia del yuan; esto es, con una estrategia mediante la que en unas ocasiones acelera la apreciación de su divisa y en otras la frena, pero siempre en función de sus propios intereses; Estados Unidos, con su política oficial del “dólar fuerte” y con otra extraoficial de dólar débil, esta segunda inducida por la política monetaria históricamente expansiva de la Reserva Federal (Fed); o Reino Unido, que tampoco ve con malos ojos el debilitamiento de la libra, tal como constató el aún gobernador de su banco central, Mervyn King, en enero. Y también otros países o regiones que están sufriendo los disparos. Como Brasil, con el real en máximos contra el dólar estadounidense desde mayo de 2012 -1,95 reales por dólar-, o la eurozona, con el euro rivalizando con la corona sueca y el dólar neozelandés por ser la divisa más poderosa entre las principales del mundo en 2013.

Esta fortaleza aportará picante a la cita de Moscú, puesto que la pujanza de la moneda única complica todavía más el panorama de una economía europea que permanece en recesión. Por el momento, ya se intuye un debate interno en el Banco Central Europeo (BCE), y de nuevo con su presidente, Mario Draghi, y el del Bundesbank, Jens Weidmann, como grandes protagonistas. Mientras el primero aseguró el 7 de febrero que la fortaleza del euro podría ser tenida en cuenta por el BCE en caso de que genere presiones desinflacionistas –en ese supuesto, la institución podría bajar los tipos de interés-, el segundo, fiel a su condición de halcón, se ha apresurado a matizar que el tipo de cambio del euro, en exclusiva, no alterará la política monetaria del BCE. A la espera de novedades, lo cierto es que, desde finales de julio, la divisa europea acumula una revalorización próxima al 10% contra el dólar estadounidense y la libra y del 30% contra el yen japonés.

Sálvese quien pueda

Como aperitivo a la reunión de Moscú, y ante la relevancia que está adquiriendo el tema cambiario, el G-7 ya ha enviado esta semana un comunicado centrado en las divisas. Fiel a su costumbre, resultó demasiado genérico y se mantuvo fiel a los dos mantras de costumbre. El primero: que sea el mercado el que determine los tipos de cambio de las divisas; y el segundo: que “la excesiva volatilidad y los movimientos desordenados en los tipos de cambio pueden tener efectos adversos para la estabilidad económica y financiera".

¿Será más pretencioso el G-20? ¿Emitirá un acuerdo más categórico? Las expectativas no son demasiado altas al respecto. “Habrá un intento de declaración formal poco comprometedora”, considera José Luis Martínez Campuzano, estratega de Citi en España. Y añade: “Pero lo cierto es que prima la necesidad de crecer, las políticas económicas, especialmente las monetarias, están enfocadas al crecimiento. Y es complicado que los países emergentes y desarrollados, por un lado y los desarrollados entre ellos, por otro, acuerden unos principios que limiten la evolución de los mercados de divisas. En definitiva, cabe esperar que la volatilidad actual en el mercado de divisas haya llegado para quedarse”. Demasiados intereses. Muchos de ellos cruzados. Y mientras tanto, una de las causas menos subrayadas de la crisis, como son los desequilibrios mundiales –con el exceso de ahorro en unos países y el defecto en otros-, continúa formando parte del paisaje global. Con las divisas como munición.

Hubo un tiempo, durante la vigencia de los acuerdos de Bretton Woods, en los que un único país, Estados Unidos, actuaba de ancla en el mundo de las divisas. Tras el estallido de aquellos pactos, cinco países (el G-5) intentaron poner orden en el universo cambiario durante los años 80. Sin éxito. Posteriormente, semejante responsabilidad se amplió a un grupo de siete naciones (el G-7). Pero tampoco bastó. Ni basta. El mundo ha cambiado. Y la familia sigue creciendo. Se comprobará este fin de semana, en el que el G-20, formado por los 20 países más desarrollados del mundo y los emergentes más prometedores, se reunirá en Moscú… con la denominada guerra de las divisas como invitado especial.