El tenis es para los estables, y pocos lo son más que Rafael Nadal
El español jugó mejor que el primer día contra Fognini pero, sobre todo, se encontró enfrente a un jugador que tiene una variedad de golpes única pero no la cabeza para dominarlos
Lágrimas de Nick Kyrgios, un australiano que juega muy bien al tenis pero no sabe controlaro. Tener los golpes no es siempre el camino de la victoria. De poco sirve todo eso si no eres capaz de canalizar las emociones, si los brazos no tienen fe para respaldarlos. El desenlace era el esperado, pues no deja de ser perder contra Nadal en tierra. Una de las rutinas más antiguas del circuito actual. Pero el dolor no cambia, perder, especialmente para un jugador que todo parece hacerlo a la tremenda, es una espina clavada en el corazón. Le ha vapuleado, nunca hubo color.
El Madrd Open sigue el guión previsto por el momento. A nadie que haya habitado el planeta durante los últimos años se le escapa que en esta superficie hay uno que manda y otros que espera. Sí, la altura de Madrid, la velocidad diferente de las bolas y la difícil adaptación, todas esas cosas que se cuentan, las salvas que son necesarias para no dar por segura la victoria. Porque no lo es, nunca lo es. Nadal se ha estrellado alguna vez en la Caja Mágica y esta vez trata de evitarlo.
El público le pide que siga como está jugando, que no es exactamente como siempre. Contra Kyrgios, debó pensar, no valía con devolver las bolas a gran altura. Había que ser creativo, no dejar las riendas al australiano sino intentar moverle y desconcertarle. Lo cual tampoco es difícil si se tiene en cuenta que es joven e inestable. Eso supuso un festival de golpes en el que hubo dejadas y contradejadas, preciosas voleas, el siempre efectivo 'passing shot' de Rafa Nadal, marca de la casa desde su más tierna infancia.
En el primer set aún hubo historia. Los dos jugadores encadenaron una racha de malos saques. Primero falló Kyrgios, luego Nadal, luego otra vez Kyrgios. Y ahí terminó esa rueda, porque lo que no genera muchas dudas es que Nadal es resistente al fallo, el ser humano es el que tropieza siempre dos veces con la misma piedra y, en ese sentido, el rival en la Manolo Santana del balear era mucho más humano que él. El 14 veces ganador de grand slam es un alumno aventajado del tenis, uno de esos tipos que fallan una vez, pero nunca repiten el mismo error. Eso es lo que hace grandes a algunos jugadores.
La estabilidad, esa cosa que separa a los buenos de los grandes. Quizá todo lo que tiene que conseguir Kyrgios para adentrarse a la élite. El segundo parcial fue una de esas exhibiciones de frustración constante, un suceder de golpes que se iban mucho más allá de las líneas. El descontrol más absoluto de un jugador que tiene las herramientas pero no sabe utilizarlas. Pocos tenistas, además, despliegan sus frustraciones de una manera más dramática que el joven australiano.
Es como un actor de los 50, excesivo en todos sus gestos, capaz de empequeñecerse, de llorar, de salir de la pista caminando como un pato, como si lo que acababa de pasar no fuese realmente con él. Todo eso es Nick Kyrgios, probablemente el jugador del circuito que menos se parece a Nadal, siempre serio y concentrado.
La escalera de Nadal
La escalera del Madrid Open sigue llena de espinas para Nadal. Fognini, el jugador a quien nadie entiende, era un enemigo duro para una primera ronda. Kyrgios, a pesar de sus desmanes, lo era para la segunda. Y Goffin, que llega en los cuartos de final, es uno de los mejores jugadores del circuito. El belga ha necesitado de tiempo para adaptarse, pero es un buen terrícola y ya ha ganado a Djokovic recientemente. El serbio que, quizá, esperará en semifinales.
Las sensaciones, como los retos, van mejorando. Contra el italiano ganó más por escapismo que por tenis. La siguiente ronda ya fue de dominio claro de Rafael Nadal. "Ayer fue un día muy complicado, las condiciones hoy eran mucho mejores para jugar, poco viento, un poco más de frío hace la pista más lenta, he dado un paso adelante importante, he pegado muy bien el revés, el drive mejor que ayer, ayer cometí muchos errores. La mejora ha sido muy importante", explicaba Nadal a Alex Corretja tras concluir el partido, mientras Kyrgios abandonaba la pista haciendo aspavientos.
Más curioso, sin embargo, fue su siguiente comentario. Recordaba Nadal que tiene casi 31 años, que los kilómetros pesan y eso se traduce, por ejemplo, en agujetas después de haber tenido un partido pestoso en la tarde anterior. "Me he ido a mover el cuerpo al gimnasio y poco a poco ir soltando, que es lo que necesitaba. De movilidad mucho mejor que ayer, con menos nervios y nada, la verdad es que jugar en esta pista siempre es una sensación muy muy especial, el público aquí en esta pista", comentaba el tres veces campeón del Masters sobre tierra (cuatro en total, que también ganó en el Rockodromo).
Lágrimas de Nick Kyrgios, un australiano que juega muy bien al tenis pero no sabe controlaro. Tener los golpes no es siempre el camino de la victoria. De poco sirve todo eso si no eres capaz de canalizar las emociones, si los brazos no tienen fe para respaldarlos. El desenlace era el esperado, pues no deja de ser perder contra Nadal en tierra. Una de las rutinas más antiguas del circuito actual. Pero el dolor no cambia, perder, especialmente para un jugador que todo parece hacerlo a la tremenda, es una espina clavada en el corazón. Le ha vapuleado, nunca hubo color.
- Garbiñe Muguruza no quiere más caídas Álvaro Rama
- Paz, amor y renovación: así intenta Novak Djokovic volver a lo más alto Darío Ojeda
- Una azafata del Godó: "Estábamos heladas y nos regañaban por ponernos una chaqueta" Gemma Herrero. Barcelona