Brasil vence a España y prolonga la maldición del oro en los deportes de equipo (2-1)
El equipo que conquistó el Europeo Sub-19 de 2015 culmina su ciclo con la plata olímpica tras una final en la que España no ofreció su mejor versión, superado por la personalidad brasileña. No hay oros en deportes de equipo desde 1996
Milagrosamente ilesa después de superar varias situaciones límite y protagonizar algunos partidos tediosos, la selección española olímpica de fútbol conquistó este sábado en el estadio Yokohama la segunda plata de su historia en una final interesante y disputada, en la que el equipo de Luis de la Fuente no mostró méritos para la máxima gloria olímpica hasta que transcurrió una hora de juego, llegando a forzar su tercera prórroga consecutiva.
29 años después del oro en Barcelona y 21 después de la plata de Sídney, esta medalla supone el doctorado de una generación de jugadores que despegó en 2015 con el Europeo Sub-19 y se despide ahora de las categorías inferiores con un bagaje notable. Es la decimoséptima medalla española en Tokio; un buen balance, pese a que continúe la maldición de los deportes de equipo: no hay medallas de oro desde Atlanta 1996.
La primera ocasión medianamente clara de España llegó en el minuto 16, tras un centro envenenado de Asensio que a punto estuvo de introducir en su propia portería el sevillista Diego Carlos. Hasta entonces, el partido había discurrido sin peligro en las áreas, presidido el duelo por el respeto mutuo y esquemas de anulación del juego rival. Richarlison asustó poco después a Unai Simón colándose entre la pareja española de centrales. El delantero del Everton fue un incordio permanente para Eric García (que recibió una amarilla en el minuto 26) y Pau Torres, bien asistido por Arana desde la banda izquierda, poderoso en los duelos físicos, un jugador de jerarquía que sale revalorizado del torneo olímpico como ‘pichichi’, probablemente algo pasado de rosca en algunos lances del partido.
Penalti fallado
Con Pedri muy desapercibido y Olmo bien sujeto, España fue dominada durante la mayor parte del primer tiempo, algo desacoplado del juego Zubimendi, inconstante Asensio, poco influyente Oyarzábal. En el 35, Unai Simón arrolló en una falsa salida a Cunha y el árbitro, tras comprobar la reanimación del delantero atropellado, revisó la jugada para terminar señalando pena máxima. Richarlison, que se había buscado una amarilla tonta minutos antes, disparó por encima de la portería. Un fallo por otro, ninguna alteración en el marcador.
España intentó dormir el partido en el tramo final de la primera parte, temerosa de otro susto. Fue entonces cuando Brasil olfateó la debilidad roja y aumentó la producción ofensiva. La Selección, encerrada en su área, lograba solventar el peligro hasta que Dani Alves peleó en la línea de fondo un balón alto para devolver un globo al corazón del área, donde Pau Torres falló frente al resucitado Cunha, que fusiló sin compasión a Simón. La ‘Canarinha’ se retiraba a los vestuarios sabiéndose superior frente a una España tímida, demasiado pendiente de la calidad de su oponente.
Luis de la Fuente introdujo tras el descanso a Carlos Soler y Bryan Gil en el campo (por Merino y Asensio), intentando reactivar a un equipo romo y sin autoridad. La calidad individual brasileña siguió, no obstante, brillando más que la española en la reanudación del partido, con mención destacada –nuevamente– para el potente y talentoso Richarlison, bien secundado por Antony. La lucha por la posesión seguía teniendo color amarillo y Bryan Gil no desbordaba en zonas peligrosas del rectángulo de juego. Unai Simón y el poste impidieron un clarísimo segundo tanto del '10' brasileño en el 51.
Tras el momento de espanto, España buscó adelantar líneas y exhibió amor propio con varios acercamientos al área rival, afectada por el cansancio de Pedri y Olmo (o la tozudez del técnico, según cómo se mire). En ese momento, un pase en ruptura de Soler desde la banda izquierda fue rematado de forma majestuosa con la zurda por Mikel Oyarzábal (minuto 62). Los propios futbolistas españoles se quedaron pasmados ante la contundencia del disparo, que emparejaba un encuentro desnivelado con mal aspecto para la ‘Rojita’ e inauguraba otra fase más tensa (y bronca) en el encuentro. El entrenador brasileño empezaba a mirar a su banquillo, pero no haría cambios hasta el comienzo de la prórroga. (Y nadie podrá criticarle por ello, a la vista del resultado).
España se sintió cómoda entonces por primera vez y asumió el control de la pelota mientras el rival encajaba el golpe y se preparaba para correr al contragolpe. El partido era más crispado y habían desaparecido las ocasiones brasileñas. Oyarzábal asumía el liderazgo del equipo y Bryan Gil probaba los límites de Alves (que se convierte en el medallista olímpico de fútbol más veterano de la historia).
Hacia el minuto 75, Brasil decidió adelantar líneas y reequilibró el juego, más nerviosos que los de rojo tras saberse superiores durante una hora, también más descarados con el balón. España se defendía muy bien por dentro, pero Arana seguía siendo muy incisivo por la izquierda, inmune a la fatiga, y España volvía a correr detrás del balón.
Bryan Gil reventó el larguero con un disparo en el minuto 88, recordando al rival que su dominio era improductivo. La Selección llegaba a la prórroga con un alto nivel de confianza; justo la que el golazo de Oyarzábal había despojado a los brasileños, vigentes campeones olímpicos.
Tercera prórroga consecutiva
Miranda y Vallejo reemplazaron a Óscar Gil y a Cucurella al inicio del tiempo suplementario. El partido no se parecía nada a las semifinales contra Japón: más veloz, más enconado, más físico. El recién ingresado Malcom tuvo una oportunidad en el 95 tras un buen desmarque y Bryan Gil le quitó a Antony un remate franco en el córner resultante. Un minuto después, Arana provocó otro saque de esquina. Brasil volvía a apretar y España trataba de templarle con el control del balón, sin demasiado éxito, menos fresco de piernas que su rival.
Rafa Mir entró por Oyarzábal –quizá el mejor futbolista español a lo largo del torneo– en el 103, mientras Brasil se empeñaba en lograr el segundo tanto y el balón empezaba a ir de área a área, liberado de tácticas. Con el atractivo adicional de ver al madridista Reinier tras el breve descanso, la segunda parte de la prórroga seguía un patrón similar – con la salvedad de una milagrosa recuperación de Pedri, más activo de nuevo en la gestión de la pelota.
En el minuto 109, Malcolm ganó en carrera a Vallejo (de lateral, fuera de su posición habitual) para culminar un buen contragolpe y batir de tiro cruzado a Simón, solo dentro del área. No se podía discutir la justicia del tanto –aunque fuese únicamente por ambición–, pero con Rafa Mir sobre el césped era lícito soñar con otra gesta. Sin embargo, los recambios brasileños mostraron más frescura que algunos jugadores con poco fondo físico (el aspecto menos positivo de la Selección en un campeonato irregular).
Richarlison, extenuado, se retiró en el 113, cuando Pedri y Bryan Gil no lograban taponar el agujero a base de talento y el equipo empezaba a buscar a Rafa Mir por alto. Pero España había agotado la cuota de milagros ante Costa de Marfil y el 2-1 no se modificaría. Puede que precisamente este sábado no lo parezca, pero la consecución de una plata dos décadas largas después de Sídney es un logro muy relevante. Aunque continúe la maldición del oro colectivo español.
Milagrosamente ilesa después de superar varias situaciones límite y protagonizar algunos partidos tediosos, la selección española olímpica de fútbol conquistó este sábado en el estadio Yokohama la segunda plata de su historia en una final interesante y disputada, en la que el equipo de Luis de la Fuente no mostró méritos para la máxima gloria olímpica hasta que transcurrió una hora de juego, llegando a forzar su tercera prórroga consecutiva.