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En el 'township' de Potchefstroom, Villa y Torres son los jefes
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LAS ZONAS MÁS POBRES TAMBIÉN VIVEN EL MUNDIAL

En el 'township' de Potchefstroom, Villa y Torres son los jefes

En cualquier ciudad de Sudáfrica hay un 'township', zona deprimida, muy pobre y en la que generalmete viven las clases marginadas de color. Antes de la

Foto: En el 'township' de Potchefstroom, Villa y Torres son los jefes
En el 'township' de Potchefstroom, Villa y Torres son los jefes

En cualquier ciudad de Sudáfrica hay un 'township', zona deprimida, muy pobre y en la que generalmete viven las clases marginadas de color. Antes de la caída del apartheid, los que allí vivían, por decir algo, no podían salir de la zona, trabajaban y hacían toda su vida dentro del gueto en el que se convirtieron todos los 'township', de no más de ocho kilómetros cuadrados y sin más ley que la de la calle.
 
La escena es en Iklageng, el 'township' de Potchefstroom a las 2 de la tarde de un sábado. Calles de arena, sin nombre ni distribución lógica, muy parecido a un poblado chabolista de los que hay en España. Todo el mundo en la calle, los hombres sentados a la sombra hablando y esperando a ver como pasa el tiempo. Las mujeres limpiando, tendiendo ropa o barriendo la calle en una escena un tanto ilógica al ser arena todo lo que rodea la casa. Los niños merodeando por las calles siempre con un balón de por medio, única riqueza que el Mundial ha dejado por las zonas más deprimidas de Sudáfrica.
 
Antes de partir, en el hotel nos recomiendan que tengamos precaución, que los visitantes no siempre son bien recibidos. Miradas entre unos y otros, pero al final decidimos hacer la visita pese al incidente nocturno en el viaje de regreso desde Pretoria en el que fuimos apedreados en el bus con la intención de robarnos. Cuando nos bajamos de la furgoneta el panorama cambia. Para evitar tensiones y facilitar el entendimiento llevamos unas fotos de la selección para regalar y unos balones para facilitar el juego de los más pequeños.  Sólo recibimos muestras de cariño. De mayores y pequeños.
 
A los niños les damos los balones con los que se ponen a jugar por las calles de arena del 'township'. Da igual si van descalzos o con zapatillas porque corren por igual. Todo tras el balón, sin orden ni concierto. No hay lugar para marcar unas reglas. Vale con la cara de felicidad que se ve en sus ojos.

En el viaje también llevamos un par de sacos de ropa que les sirva de alivio ante el intenso frío que tienen que soportar tanto fuera como dentro de sus casas, mejor dicho, chabolas construidas de manera artesanal y sin ningún tipo de los lujos habituales de occidente.

La ropa se la teníamos que dar a las madres y en la mano porque si cae en manos de los más pequeños, la ley de la calle es la que impera y la que marca el futuro de la ropa. El más fuerte o el jefe será el que decida y deje sin nada a los más pequeños.
 
Villa y Torres son los jugadores favoritos de los más pequeños. Sus fotos fueron las más cotizadas entre el reparto que hicimos. Siguen el Mundial, pero a su manera. Tienen tele, pero su preocupación no es ver quién gana el Mundial y si comer día tras día.
 
Nos avisaron del peligro, que tuviéramos precaución, pero lo cierto es que al final todo fue muy distinto. Hasta nos daban las gracias por la visita por acercarnos a ellos, por compartir un rato de su vida. Lo próximo será visitar el colegio del 'township'. Promete.

En cualquier ciudad de Sudáfrica hay un 'township', zona deprimida, muy pobre y en la que generalmete viven las clases marginadas de color. Antes de la caída del apartheid, los que allí vivían, por decir algo, no podían salir de la zona, trabajaban y hacían toda su vida dentro del gueto en el que se convirtieron todos los 'township', de no más de ocho kilómetros cuadrados y sin más ley que la de la calle.
 
La escena es en Iklageng, el 'township' de Potchefstroom a las 2 de la tarde de un sábado. Calles de arena, sin nombre ni distribución lógica, muy parecido a un poblado chabolista de los que hay en España. Todo el mundo en la calle, los hombres sentados a la sombra hablando y esperando a ver como pasa el tiempo. Las mujeres limpiando, tendiendo ropa o barriendo la calle en una escena un tanto ilógica al ser arena todo lo que rodea la casa. Los niños merodeando por las calles siempre con un balón de por medio, única riqueza que el Mundial ha dejado por las zonas más deprimidas de Sudáfrica.
 
Antes de partir, en el hotel nos recomiendan que tengamos precaución, que los visitantes no siempre son bien recibidos. Miradas entre unos y otros, pero al final decidimos hacer la visita pese al incidente nocturno en el viaje de regreso desde Pretoria en el que fuimos apedreados en el bus con la intención de robarnos. Cuando nos bajamos de la furgoneta el panorama cambia. Para evitar tensiones y facilitar el entendimiento llevamos unas fotos de la selección para regalar y unos balones para facilitar el juego de los más pequeños.  Sólo recibimos muestras de cariño. De mayores y pequeños.
 
A los niños les damos los balones con los que se ponen a jugar por las calles de arena del 'township'. Da igual si van descalzos o con zapatillas porque corren por igual. Todo tras el balón, sin orden ni concierto. No hay lugar para marcar unas reglas. Vale con la cara de felicidad que se ve en sus ojos.

Organización Mundial del Comercio (OMC) Banco de España Irene Villa Ángel Torres