Luis Enrique se libera con su adiós por sorpresa y deja "boquiabierto" al vestuario
El técnico asturiano comunicó a los jugadores tras el partido que dejaría el club al finalizar la temporada. Valverde, Koeman, Sampaoli o Unzúe suenan como posibles recambios para el banquillo
Luis Enrique nunca ha sido un tipo convencional, tampoco un entrenador común. Así que un día después de calificar su estado de ánimo como “pletórico”, ayer, tras el partido ante el Sporting, entró en el vestuario de los jugadores y les comunicó que se marchaba. Después, se dirigió a la sala de prensa del Camp Nou, habló del cambio de sistema, de las buenas sensaciones del equipo, de seguir mejorando, de lo satisfecho que estaba por el 6-1 y, cuando ya no quedaban más preguntas por hacer, soltó la bomba: no seguirá la próxima temporada como entrenador del Barça.
“Aprovecho para acabar la rueda de prensa de una manera diferente. Hoy os anuncio a todos que no seré entrenador del Barcelona la próxima temporada. Es una decisión muy difícil para mí, muy meditada, pero creo que tengo que ser fiel y justo a lo que pienso. En esta pretemporada, tuve una reunión con Albert Soler y Robert Fernández en que ya les adelanté que existía la posibilidad de que no siguiera. Ellos me tranquilizaron, que no tuviera prisa y que esperara al momento en el que lo tuviera claro; ese momento ha llegado. El motivo es la manera que tengo de vivir esta profesión, con una búsqueda incesante de soluciones y de mejorar al equipo, eso significa muy pocas horas de descanso y de desconectar. Al final de la temporada, me va a venir bien descansar. Por último, me gustaría agradecerle al club su confianza, no solo en mi trayectoria como jugador, sino también como entrenador, primero en el filial y ahora en el primer equipo, que para mí han sido tres años inolvidables. Por supuesto, también a los jugadores, por su apoyo, dedicación y profesionalidad. Y por último, no me olvido de lo más importante. Quedan tres meses apasionantes y estamos en las tres competiciones, en una situación delicada, pero tenemos una oportunidad de darle la vuelta con la ayuda de todos y si los astros se alinean. Dedicación plena y exclusiva, esfuerzo máximo de cara a estos últimos meses y nada más”, y Luis Enrique se levantó y se marchó.
Josep María Bartomeu, en declaraciones a la televisión del club, confirmó que Luis Enrique les había comunicado su decisión “hace unos días”, sin querer especificar cuántos días exactamente. El resto, el discurso esperado: “Evidentemente, todo el mundo está triste, nos ha dado muchos éxitos y nos puede dar muchos más. A seguir trabajando, siguen los entrenamientos y los partidos. Esto no se para. A partir de ahora, con tranquilidad y normalidad. Se trabajará con toda la discreción del mundo para encontrar al nuevo entrenador, pero nos vamos a centrar en la competición y el 1 de julio ya hablaremos”.
Desde que el técnico anunció al club que se iba, existía cierto murmullo en el vestuario azulgrana. Noticias de este calibre son difíciles de esconder o tapar durante mucho tiempo. Siempre hay alguien que habla con alguien, pero los jugadores no lo supieron al cien por cien hasta después del partido contra el Sporting. “Nos ha comentado su decisión y nos hemos quedado todos con la boca abierta, pero es su decisión y hay que respetarla. Intentaremos hacerlo de la mejor manera posible y le deseo lo mejor, porque fue él quien insistió en ficharme. Ojalá que tengamos un final feliz esta temporada”, declaró Rakitic a TV3, el único azulgrana en dar explicaciones después del anuncio bomba del asturiano.
A partir de ahora, se abren todos los escenarios posibles y todas las especulaciones. Resulta una incógnita aventurar si la notificación de Luis Enrique, un 1 de marzo, justo antes de enfrentarse el próximo miércoles al Everest de su carrera en el Barça —tener que remontar el 4-0 de la ida ante el PSG y con la Liga al rojo vivo después del empate del Real Madrid en el Bernabéu—, servirá como acicate y motivación a la plantilla. Cuando el capitán abandona, se suele decir que los marineros toman el barco. Y es el momento de que los futbolistas azulgrana den un paso adelante, porque Luis Enrique ya se ha liberado anunciando su adiós.
Arisco, un cactus con los medios de comunicación y con un círculo absolutamente impermeable y cerrado, desde su psicólogo a sus ayudantes, los que le conocen bien siempre destacan, sobre todo, un rasgo de su personalidad: la honestidad. Es decir, que en este sentido nadie duda de que en los tres meses que aún le quedan por delante, Luis Enrique no bajará la guardia. Obseso del trabajo —en su primera temporada, su psicólogo y amigos íntimos le dieron un toque para que aflojara el ritmo y que saliera de la Ciudad Deportiva para que le diera el aire antes de que se volviera loco—, él mismo afirmó anoche que es el cansancio, el desgaste que conlleva su cargo y la manera que él tiene de vivirlo, lo que le ha hecho tomar la decisión de dejarlo porque necesita descansar después de conseguir, por el momento, ocho de 10 títulos posibles en sus dos anteriores temporadas.
Él ha decidido manejar los tiempos y considerado que ayer era el mejor momento para anunciarlo. El club, desde ya, se pondrá manos a la obra para buscarle un sustituto, aunque el técnico ya se lo había dejado caer en verano y deben manejar una lista de candidatos desde hace tiempo, porque lo contrario sería una irresponsabilidad por parte del director de deportes profesionales, Albert Soler, y del secretario técnico, Robert Fernández.
Ellos son en teoría los que deben decidir qué entrenador es el que le conviene al equipo ahora. Si uno que conozca la casa, con ADN Barça, como pueden ser Ernesto Valverde o Ronald Koeman, o sacudir las sábanas, abrir las ventanas para airear la casa y apostar por un técnico como Sampaoli, que lleva tiempo en las quinielas y cuya deliberada ambigüedad a la hora de no contestar a la propuesta del Sevilla de renovarle puede ser una pista en clave azulgrana. Juan Carlos Unzué, mano derecha del asturiano y responsable de muchas de las jugadas ensayadas, y que suele dar las últimas instrucciones a los jugadores, pizarra en mano, antes de salir al terreno de juego, también puede ser una opción. Como lo fue Tito Vilanova cuando Pep Guardiola decidió también irse porque “se había vaciado”, exactamente igual que le ha sucedido a Luis Enrique aunque lo expresen de diferente manera. Anoche, el entrenador catalán valoró así la decisión de su colega: “Como culé, como barcelonista, es un día triste porque hay pocos que sean mejor que él”.
Para comprobar cuál es la reacción de los jugadores, solo basta con esperar unos días. El sábado reciben al Celta, el miércoles, al PSG, con una empresa que parece casi imposible. Clasificados ya para la final de Copa ante el Alavés y líderes en la Liga con 57 puntos después del tropezón ayer del Real Madrid —con un partido menos—, quedan por delante tres meses apasionantes. Esa sí que es la única certeza.
Luis Enrique nunca ha sido un tipo convencional, tampoco un entrenador común. Así que un día después de calificar su estado de ánimo como “pletórico”, ayer, tras el partido ante el Sporting, entró en el vestuario de los jugadores y les comunicó que se marchaba. Después, se dirigió a la sala de prensa del Camp Nou, habló del cambio de sistema, de las buenas sensaciones del equipo, de seguir mejorando, de lo satisfecho que estaba por el 6-1 y, cuando ya no quedaban más preguntas por hacer, soltó la bomba: no seguirá la próxima temporada como entrenador del Barça.
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