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A la hora de la verdad, Unai Emery se convierte en su peor enemigo
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TODO APUNTA A QUE NO SEGUIRÁ DESPUÉS DE JUNIO

A la hora de la verdad, Unai Emery se convierte en su peor enemigo

El Betis era el escenario idóneo para demostrar que puede cumplir en partidos clave. Una vez más, surgió el vértigo, fobia que parece no haber superado

Foto: Unai Emery en el Camp Nou (Efe).
Unai Emery en el Camp Nou (Efe).

El cartel de favorito pesó demasiado. Este jueves, el Sánchez Pizjuán acogía un encuentro inédito en Europa, el derbi sevillano, y aunque ambos equipos llegaban en buen momento, los de Unai Emery habían sido señalados como los que más opciones tenían de llevarse la victoria. Un arma de doble filo que se volvió en contra de un Sevilla lento, sin velocidad ni claridad en su juego. La derrota frente al Betis volvió a poner de manifiesto una de las señas de identidad del equipo de Nervión desde que Emery cogió las riendas: no hay un patrón de juego definido. Y es que, una vez más, al técnico vasco se le echa en cara que en el momento de la verdad sigue sin saber responder.

La irregularidad es la marca del Sevilla de Unai Emery. El jueves, ante el Betis en Europa League, era el escenario idóneo para demostrar que sí puede cumplir en los partidos clave, un reproche que se antoja eterno. Más aún cuando el equipo se ha quedado, prácticamente, sin opciones en la única competición en la que tenía posibilidades reales de optar al título. Regresan los fantasmas que le persiguieron cuando era el dueño del banquillo de Mestalla. Por aquel entonces, el Valencia era un equipo habitual de Europa que se hacía pequeño cuando en frente tenía un rival de nivel. Se arrugaba ante nombres como el del Barcelona o el Real Madrid. Surgía el vértigo en partidos de altura. Una fobia que no parece haber superado.

El Betis ha dejado muy tocado a un Unai Emery que pierde credibilidad y peso dentro del club. Sus golpes de ciego le han convertido en el centro de las críticas. Su presencia en el banquillo no ha ayudado a que el Sevilla sepa a qué juega, el equipo sigue sin tener un patrón definitivo, está desorientado y las sustituciones y decisiones sin sentido alguno no están ayudando. Conviene recordar que hasta la aparición del Betis, habían sumado cuatro victorias consecutivas en Liga y Europa League, pero tampoco se puede olvidar que previamente existieron siete partidos en los que no supo qué era ganar. El empate que le arrancó al Atlético de Madrid en el Calderón no sirvió para aliviar la herida que supuso la eliminación de Copa a manos del Racing de Santander.

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Lo cierto es que la papeleta que se encontró en el Sánchez Pizjuán no era fácil. Se vio obligado a manejar la savia que entró con los trece jugadores nuevos que llegaron y aunque, en un principio, la nave pareció zozobrar logró enderezar un rumbo que no tardaría en perder. Muchos apuntaron que la presente temporada en el Sevilla sería de transición. Nada más lejos de la realidad. El objetivo, igual que en anteriores campañas, era situar al Sevilla en la zona noble de la tabla. Es decir, en las posiciones que dan acceso a la Europa League… y el equipo parece haberse descolgado de dichos puestos.

Cada día más cuestionado, todo apunta a que Unai Emery dejará el banquillo del Sánchez Pizjuán cuando se cumpla su contrato en junio. No parece que los condicionantes necesarios para su renovación (un título o acabar la Liga en la zona noble de la tabla) se vayan a cumplir y aunque así fuera, hay nombres que suenan con mucha más fuerza que el suyo. Juande Ramos y Joaquín Caparrós parecen haberle ganado la partida y es que con ambos al frente del Sevilla, se vivieron los mejores años en Nervión. Y entre los dos técnicos, el preferido por el club sevillista es el que está a los mandos del Levante.

El cartel de favorito pesó demasiado. Este jueves, el Sánchez Pizjuán acogía un encuentro inédito en Europa, el derbi sevillano, y aunque ambos equipos llegaban en buen momento, los de Unai Emery habían sido señalados como los que más opciones tenían de llevarse la victoria. Un arma de doble filo que se volvió en contra de un Sevilla lento, sin velocidad ni claridad en su juego. La derrota frente al Betis volvió a poner de manifiesto una de las señas de identidad del equipo de Nervión desde que Emery cogió las riendas: no hay un patrón de juego definido. Y es que, una vez más, al técnico vasco se le echa en cara que en el momento de la verdad sigue sin saber responder.

Joaquín Caparrós
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