Un día en el corazón del Leicester City, el prodigio de la nueva ‘working class’
El ‘tsunami’ provocado por el equipo de Claudio Ranieri en la liga más poderosa del planeta ha unido en torno al fútbol a la urbe más multiétnica de Inglaterra
Leicester apenas era conocida hasta hace unos meses allende las fronteras del Reino Unido por sus baños romanos (fue fundada bajo el nombre de Ratae Corieltauvorum), ser el hogar de los Tigers, la escuadra más laureada del rugby inglés (10 títulos de liga les contemplan) y la sede de las afamadas patatas fritas Walkers. Pero ese panorama ha cambiado con la inesperada y espectacular irrupción del Leicester City como gran animador del campeonato más poderoso del planeta fútbol. Ninguno de los 338.000 habitantes de esta modesta ciudad sita en el corazón de las Islas Británicas podía siquiera soñar con que los ‘Foxes’ (los Zorros) estarían a falta de once jornadas para la conclusión de la Premier League controlando el timón del acaudalado trasatlántico en el que navegan al unísono gigantes de la talla de los dos equipos de Manchester, el Arsenal o el Chelsea, habituales moradores del puente de mando cuando el torneo sajón se aproxima a su desenlace final.
Esta temporada, sin embargo, el ‘tsunami’ azuzado por Claudio Ranieri y sus mesnadas está siendo de tal magnitud que ha provocado una sacudida de 180 grados a la tabla clasificatoria con respecto al año pasado por estas mismas fechas, cuando el entonces colista de la Premier se iba a pique sin solución pese al júbilo que envolvía cada dos semanas los graderíos del coqueto King Power Stadium por ver de nuevo a sus chicos codearse con la flor y nata del balompié patrio luego de haber conquistado el título de campeones del Championship (Segunda división) en la primavera de 2014. Diez meses después de haber salvado los muebles sobre la bocina, esa atmósfera apasionada de los 'supporters' locales acariciando con sus dedos la mayor hazaña en los 134 años de vida del equipo de sus amores ha contagiado por entero a una de las urbes más cosmopolitas de toda Inglaterra, unida en torno a los Vardy, Mahrez, Kanté, Schmeichel o Drinkwater, que representan a la perfección el irredento y ambicioso espíritu de la emergente ‘working class’ internacional que ha plantado bandera en el capital de las East Midlands a lo largo de la última década.
Motor económico
Basta con darse un garbeo por Narbourough Road para entender por qué un estudio sociológico realizado recientemente por la 'London School of Economics & Political Science' la calificó como "la calle más multiétnica de toda Gran Bretaña". Una variopinta ristra de 222 comercios y restaurantes de hasta 22 nacionalidades (en su mayor parte de origen asiático) a lo largo de casi dos kilómetros conforman una suerte de zoco multicolor en el que es posible encontrar cualquier producto o degustar sabores del rincón más insospechado del globo terráqueo. En ‘Nawroz’, uno de los negocios de ultramarinos con mayor solera de la citada vía, Sosha, el dependiente iraquí que está de guardia durante todo el fin de semana, se lamenta por no poder escaparse durante un par de horas para animar con el alma en la garganta a sus nuevos ídolos. “Me da rabia perderme el partido con el Norwich porque me encanta el fútbol. Lo jugaba en mi país. El trabajo aquí no me deja mucho tiempo para practicarlo, pero a cambio lo estoy disfrutando como nunca gracias al City. ¡Qué temporada está haciendo! ¿Quién se lo podía esperar? Ojalá ganen la Premier. Se lo merecen”.
Dejamos la India y de inmediato regresamos a la vieja Europa de la mano del restaurante polaco ‘Karczma’, cuya actividad empieza a ser frenética a medida que se aproxima la hora del 'kick-off' en Filbert street. “No soy muy aficionada al fútbol, pero desde que el Leicester lucha por la liga lo he empezado a seguir. Sería muy bonito que la ganaran. Además, desde que el equipo está tan arriba damos más servicios los días de partido, con lo que estamos encantados”, sostenía con una sonrisa etrusca Magda Szudzik, la propietaria de este pequeño oasis culinario del caduco Telón de Acero. El discurso no varía un ápice en el ‘Istanbul’, paraíso del kebab en Leicester; en el ‘Zarcone's fish and chip’ (Hong Kong); en la tienda de moda africana ‘Classique Styles’ (Zimbabwe) o en el ‘Scorpion smoking shop’ (India). “Es ahora o nunca. Estamos ante una ocasión histórica y única de ganar la Premier. No creo que se vuelvan a dar otra vez las mismas condiciones, con los grandes fallando tanto y nosotros ganando tantos partidos”, apunta Razzaq Mohammad, el propietario de origen paquistaní de la carnicería ‘Al Madina’, quien dejó a un lado hace tiempo el cricket para dejarse seducir por la magia de la redonda, que no la ovalada.
Integración social
Más allá de su brutal impacto mediático, ya sea a nivel doméstico o de puertas afuera (por la sala de prensa del estadio se deja ver al menos una decena de periodistas japoneses siguiendo las gestas de su compatriota Okazaki), el Leicester City se ha convertido por mor de su sobresaliente campaña en el símbolo de la integración cultural de una ciudad cada día menos inglesa, como demuestra el dato de que el 20% de su población proviene de cuatro continentes distintos. Un logro, el del ‘football’, del que no puede presumir el rugby pese a que la sala de trofeos de los Tigers nada en la abundancia. La explicación es muy sencilla: la mayoría de los inmigrantes radicados en este terruño crecieron en sus países de origen alabando las genialidades de Ronaldo, Dinho, Zidane o Messi sobre el manto verde.
Alguno incluso, como es el caso de Yang Zong-Yun, un estudiante chino de 19 años que cursa estudios de MBA en la vecina universidad de Loughborough, pone cada noche una vela a Confucio para que sus ‘Foxes’ le permitan ver en directo al genio rosarino a orillas del río Soar el próximo curso. “Es mi mayor sueño, más que verles ganar la Premier, aunque eso sería también genial. El Leicester ha superado todas las expectativas. Tiene un mérito enorme lo de este equipo porque si ya es difícil colarse entre los grandes de esta liga, lo es mucho más mantenerse durante varias jornadas en lo más alto y aguantar la presión como lo está haciendo. ¿Ranieri? Se merece una estatua. Él tiene gran parte de culpa de lo que estamos viviendo”, reconoce mientras exhibe orgulloso su bufanda blanquiazul, que le sirve de paso para protegerse del viento temible que merodea por los aledaños del King Power Stadium, el templo en el que la escuadra presidida por el magnate tailandés Vichai Srivaddhanaprabha viene obrando partido a partido milagro tras milagro desde que la pelota comenzó a rodar a mediados de agosto pasado.
A muerte hasta el último minuto
Mark Cocks, un fornido mocetón ‘made in England’ de los de toda la vida, es uno de los numerosos hinchas que hace un alto en el Remembrance Garden, el diminuto panteón a la vera del West Stand donde pacen los restos mortales de algunos incondicionales ilustres, antes de ganar su asiento en el interior del estadio para llevar en volandas a su tropa frente al rocoso Norwich City. “Siempre paso por aquí. Pido a los nuestros que nos ayuden allá donde estén. Este año se están portando de maravilla (risas). Lo mejor de este equipo es que nunca se rinde, va a muerte hasta el último minuto. ¿Mi ídolo? Vardy, sin duda. Es una flecha, llega a todos los balones y no se frena ante nada ni nadie. Representa como ninguno la valentía del Leicester”. Nunca sabremos con certeza si tuvo más peso la influencia ‘divina’ o la perseverancia de los ‘Ranieri boys’ por no caerse de la cima, pero el gol del argentino Leonardo Ulloa a un minuto de la conclusión estiró al menos hasta esta noche, cuando el West Bromwich Albion se deje ver por Filbert Street, la vigencia de esta revolución del balompié a la inglesa que viene protagonizando el ejército capitaneado por un ‘zapatista’ italiano llamado Claudio.
“Estoy muy feliz porque para nosotros era importante retomar el camino del triunfo después de la derrota con el Arsenal. En el Emirates caímos con un gol en el último minuto, esta vez fuimos nosotros quienes sumamos los tres puntos casi sobre la hora. El fútbol tiene estas cosas. Lo mejor de todo es que seguimos ahí arriba una jornada más y que mis jugadores creen hasta el final. Juegan cada partido como si fuese el último”. Dicha reflexión, que podía perfectamente llevar la rúbrica de Simeone, salió de la boca de un Ranieri al que van a santificar por estos lares aunque su Leicester acabe cediendo a la presión de Tottenham (a dos puntos), Arsenal (a cinco) o Manchester City (a nueve, pero con un partido menos) y no consiga coronar el Everest de la liga más exigente del mundo.
Ranieri, el director de la orquesta
Lo que nunca perderá quien fuera inquilino de los banquillos de Mestalla y el Vicente Calderón, entre otros muchos, es su eterna sonrisa y su capacidad para hacer reír al personal. “¿Nuestro secreto? Bueno, algo se pudo ver ante el Norwich. Hicimos los tres cambios buscando más profundidad y nos salió bien porque uno de los que salió de refresco (Ulloa) la metió. Así que mi elección fue buena, ¿no?”, manifestó el técnico romano a El Confidencial con una de sus características muecas. Bromas aparte, Ranieri recalcó a renglón seguido que “para mí lo más importante que debe hacer un entrenador es construir un equipo en base a las características de sus jugadores. Yo lo he hecho y luego ellos han creído en mí desde el primer momento, algo que también es clave y sin lo que sería imposible entender lo que está haciendo el Leicester City en una liga tan fuerte desde el punto de vista económico como es la Premier. En una época en la que el dinero es fundamental para casi todo, nosotros representamos un rayo de esperanza para quien no lo tiene”.
A sus 64 años y con ‘el culo pelao’ en mil y una batallas, Ranieri escapa en cuanto puede a las alabanzas y siemprevivas que recibe de los medios especializados tras cada jornada que mantiene a los ‘Foxes’ al mando del fútbol sajón recordando que aún quedan once finales y no pocos obstáculos que superar antes de cantar victoria. “Ahora toca concentrarse en el siguiente partido, el derbi ante el West Brom de este martes, otro encuentro difícil que esperamos sacar adelante con el apoyo de esta afición maravillosa que tenemos”. ¡Suerte y al toro, míster!
Leicester apenas era conocida hasta hace unos meses allende las fronteras del Reino Unido por sus baños romanos (fue fundada bajo el nombre de Ratae Corieltauvorum), ser el hogar de los Tigers, la escuadra más laureada del rugby inglés (10 títulos de liga les contemplan) y la sede de las afamadas patatas fritas Walkers. Pero ese panorama ha cambiado con la inesperada y espectacular irrupción del Leicester City como gran animador del campeonato más poderoso del planeta fútbol. Ninguno de los 338.000 habitantes de esta modesta ciudad sita en el corazón de las Islas Británicas podía siquiera soñar con que los ‘Foxes’ (los Zorros) estarían a falta de once jornadas para la conclusión de la Premier League controlando el timón del acaudalado trasatlántico en el que navegan al unísono gigantes de la talla de los dos equipos de Manchester, el Arsenal o el Chelsea, habituales moradores del puente de mando cuando el torneo sajón se aproxima a su desenlace final.