Vuelve Kidiaba, el portero saltarín que sufrió la única alegría de Benítez en el Inter

Cuando Rafa Benítez fichó por el Inter, había mucha gente que no tenía nada claro que fuera un acierto. El club se quedó sin el entrenador que había ganado el primer Triplete de la historia de Italia, José Mourinho, y fichaba a otro técnico campeón de Europa pero que, por algunos motivos aún sin explicar, tiene mucho menos carisma. Benítez cambió el rumbo del Inter ganador de todo en la Serie A, porque en el resto de competiciones siguió rindiendo a buen nivel, con la salvedad de la Supercopa de Europa, que perdió con el Atlético de Madrid. Ganó la Supercoppa Italiana y también el Mundial de Clubes (apueste a esta competición en 'Paf.es'). Al Inter no le cabían más parches en la camiseta (por el 'Scudetto' de la 'Lega', la 'Coccarda' de la Coppa y el parche de campeones del mundo).

Sin embargo, Benítez no gustaba. No gustó ni a la prensa, ni a los aficionados, ni a sus propios jugadores ni a la directiva, que al final es la que manda. A los pocos meses, estaba en la calle, destituido y reemplazado por Leonardo, una leyenda del Milan. Pero al menos, Benítez se fue con un gran recuerdo en la maleta: su primer campeonato del mundo. Cuando ganó la Copa de Europa con el Liverpool, Benítez se quedó sin poder coronarla con el Mundial. Perdió en la final contra el Sao Paulo y con el Inter tenía la opción de resarcirse de aquella derrota cinco años después. El destino, sin embargo, no le deparó la final soñada, puesto que esa fue la que vivió su rival.

Al TP Mazembe no lo conocían más que los expertos en fútbol internacional que dedican sus horas a ver la Champions League africana. Estos sí sabían que había ganado el título en 2009, pero que su participación en el Mundial fue poco menos que testimonial al caer en cuartos de final, es decir, su primer partido. Aquel día, algunos se quedaron con el nombre de Robert Muteba Kidiaba, un portero con unos extraños pelos y unas buenas maneras que fue expulsado y dejó a su equipo en inferioridad, lo cual provocó su derrota contra el Pohang Steelers, campeón asiático. Todo cambiaría un año después, cuando el Mazembe fue el equipo congoleño más famoso de la historia.

El Mazembe repitió el triunfo en África. Fue por segundo año consecutivo campeón de la Champions del continente negro y se ganó de nuevo un puesto en el Mundial de Clubes. Robert Kidiaba había decidido el año anterior colgar los guantes a los 34 años, ya cansado del fútbol y con el sentimiento de que ya no estaba al máximo nivel. Pero ganar en 2009 le motivó para seguir. En 2010, en Marruecos, tenía la oportunidad de borrar aquella roja directa... y vaya si lo hizo. Por norma general, cualquier equipo africano es inferior a casi cualquier otro de un Mundial de clubes. Pero el Mazembe superó primero al Pachuca mexicano y después, al poderoso Internacional de Porto Alegre en semifinales.

Después de muchísimas Copas Intercontinentales en las que se marginaban a las demás confederaciones del mundo en favor de la europea y la sudamericana; después de varias Copas del Mundo globales con presencia exclusiva en la final de europeos y sudamericanso, un africano, el Mazembe, se colaba en la final. Pero la gente, el público, no se quedó con el nombre de los jugadores que marcaron los goles que clasificaron al club de la República Democrática del Congo. Se quedaron con el nombre, las trenzas y la cara del portero que celebraba los goles con unos saltitos sobre su trasero que dieron la vuelta al planeta.

“Básicamente, no es más que un ejercicio de abdominales. Es la forma que he encontrado de expresar mi alegría, para compensar el hecho de que no puedo ir a abrazar a mis compañeros a la otra punta del campo cuando marcan“, explicaba Kidiaba en unas declaraciones recogidas por 'ElEnganche.es'. Kidiaba ha sido toda su vida un amante del deporte. Un día se decidió por el fútbol, pero antes de eso había practicado judo, karate, gimnasia y lucha libre... y durante esa infancia tan deportiva en su ciudad de Kipushi, inventó esa 'danza' de celebración. "Como todo el mundo celebra y baila cuando marca, yo decidí inventarme mi propio baile", dice.

Pero esta danza no la ha hecho siempre en el mundo del fútbol. De hecho, antes celebraba los goles con sus compañeros porque jugaba de delantero centro. "Un día mi equipo no tenía portero y el entrenador me puso a mí. Jugué bien y a partir de ahí, cada vez que faltaba el titular, jugaba yo". Y de ahí, a convertirse en el portero titular de la selección del Congo y en el líder indiscutible del Mazembe campeón que sueña con revivir el milagro de 2010... de ganar al campeón japonés, el Sanfrecce Hiroshima, y después enfrentarse a River Plate en semifinales... y quién sabe si al Barça en la final.