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La gesta de Islandia, a la altura del penalti de Panenka y de la Grecia campeona
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tuvo el mayor impacto en la eurocopa de francia

La gesta de Islandia, a la altura del penalti de Panenka y de la Grecia campeona

Ninguna selección ha generado tal impacto en los medios de todo el mundo ni, por supuesto, se ha granjeado el cariño y la simpatía entre los aficionados neutrales

Foto: Jugadores de Islandia se despiden de su afición tras caer con Francia en los cuartos de final de la Eurocopa (EFE)
Jugadores de Islandia se despiden de su afición tras caer con Francia en los cuartos de final de la Eurocopa (EFE)

Islandia abandonó Francia, pero el legado de la escuadra vikinga seguirá presente en la Eurocopa incluso después de que el próximo domingo uno de los cuatro supervivientes del torneo alce la copa Henri Delaunay al cielo de Saint Denis como heredero del trono que ha pertenecido a La Roja los ocho últimos años. Ni siquiera la sorprendente irrupción de País de Gales en el penúltimo peldaño del torneo continental ha generado el impacto en los medios de comunicación de todo el mundo ni por supuesto se ha granjeado el cariño y la simpatía entre aficionados neutrales que los ya célebres 'Strákarnir okkar’ (Nuestros Chicos).

Su ‘muerte’ futbolística con las botas puestas y el honor indemne frente a la mejor ‘Tricolor’ del campeonato en el Stade de France, el mismo escenario en el que diez días antes habían avisado al planeta fútbol de que lo suyo iba muy en serio doblegando a Austria y sellando el billete para los octavos de final, clausuró una gran y hermosa epopeya repleta de historias mínimas. Como la de Gudni Johannesson, el presidente del país a partir del primero de agosto, que prefirió ver a los suyos en la grada, como un hincha más, y renunciar al palco VIP para poder lucir su camiseta azul. Cada historia, a cual más romántica, ha servido para recordar durante tres mágicas semanas a un deporte largamente contaminado por su vertiente económica que es posible competir al máximo nivel y dar todo lo que se lleva dentro y lo que no sobre el verde, simplemente por el orgullo de vestir una camiseta y sentir el calor de una afición extraordinaria, sin el aliciente extra de un sobre lleno de billetes.

Garra y bravura

Esa emotiva celebración junto a los suyos bajo la lluvia pertinaz de Saint Denis, a pesar de la contundente derrota encajada, quedará grabada para siempre en los anales del torneo y también en la retina de millones de amantes de este deporte que lo disfrutaron en la lejanía con envidia sana.

Su fútbol sencillo, directo, sin florituras ni complejos, pleno de músculo y, por encima de todo, imbatible al desaliento, ha cautivado incluso a sus rivales, que han alabado esa bravura y espíritu guerrero del once vikingo. La gesta islandesa, siendo de largo la nación más pequeña en participar en una fase final de un gran torneo de selecciones, ocupa ya un lugar de privilegio en el panteón de las grandes hazañas de la competición continental. Son el último eslabón de una estirpe de valientes que lograron alterar a su manera el orden establecido y que arrancó con un tal Antonin Panenka. ¿Les suena de algo?

Legendario penalti

1. Checoslovaquia (1976). El combinado a las órdenes de Vaclav Jezek se había plantado ya contra pronóstico en la fase final (última vez que se jugó con cuatro equipos) de Belgrado tras dejar en el camino a la Unión Soviética e Inglaterra. No contentos con eso, los eslavos completaron la hazaña doblegando en la capital de la extinta Yugoslavia a los dos finalistas del anterior Mundial: primero a Holanda, en semis (3-1 en la prórroga); y después a la todopoderosa Alemania (2-2 tras disputarse 120’) para levantar su primer y único título continental. La más famosa tanda de penaltis de la historia lo es gracias al atrevimiento de un desconocido volante del Bohemians de Praga cuya lanzamiento, batiendo al gran Sepp Maier con una sorprendente parábola a fuego lento, lleva desde entonces su nombre: el penalti ‘a lo Panenka’.

2. Bélgica (1980). Con un genio de la estrategia como Guy Thys al mando, los ‘diablos rojos’ sorprendieron a toda Europa con su arriesgada interpretación del fuera de juego, únicamente roto por una maniobra genial de Ray Wilkins en la primera fase. La impenetrabilidad de su zaga y los paradones de Jean-Marie Pfaff dejaron a Italia sin su esperada final con Alemania en el Olímpico de Roma. La Mannschaft tuvo que sudar tinta china para doblegar a los Gerets, Vercauteren, Vandereycken y compañía, que lograron igualar el duelo en el tramo final desde el punto fatídico. Empero, a las puertas de la prórroga, el ‘tanque’ Hrubesch dio la segunda corona a Alemania con un testarazo marca de la casa.

De la playa a la gloria

3. Dinamarca (1992). El estallido del conflicto en Los Balcanes privó a Yugoslavia, acaso con la mejor generación de futbolistas de su historia, de disputar la Eurocopa de Suecia. La UEFA invitó sobre la bocina a Dinamarca, segunda en el grupo de clasificación de los ‘plavis’, para ocupar su plaza. Richard Möller-Nielsen, el seleccionador escandinavo, rescató del relax veraniego y las hamacas a sus jugadores para competir en un torneo del que acabarían siendo protagonistas estelares. Pese a no contar con su gran estrella, Michael Laudrup, distanciada del técnico por un tema personal, la ‘dinamita roja’ se coló en las semifinales tras doblegar a Francia e igualar sin goles con Inglaterra. En penúltima ronda, dejó en la cuneta a los campeones en curso, Holanda, en una tanda de penaltis cuyo único fallo corrió a cargo de Van Basten, el futbolista del momento en el viejo continente. Siempre con el cartel de víctimas colgado del cuello, Dinamarca hizo el más difícil todavía superando con claridad en la finalísima de Goteborg a Alemania (2-0) con sendos zapatazos de John Jensen y Kim Vilford.

4. Grecia (2004). La victoria del combinado heleno en la Portugal 2004 está considerada como la más grande hazaña lograda por un equipo nacional en el balompié contemporáneo. Un equipo formado por ‘obreros’ y al mando de un técnico germano, Otto Rehhagel, fue capaz de batir al equipo anfitrión, liderado por Figo, Rui Costa, Deco y un jovencísimo Cristiano, tanto en el choque inaugural como en la final. Entre medias, liquidó también a la Francia de Zidane, Vieira y Pirès y a la potente República Checa de Nedved, Rosicky, Cech y Milan Baros. Su fútbol huraño y hermético (no encajó un gol tras la primera fase) sacaba petróleo de las contadísimas ocasiones que producía. Curiosamente, Grecia no había ganado hasta aquella Euro un solo partido en fases finales de grandes torneos.

Un país paralizado

5. Islandia (2016). Después de batir por dos veces a Holanda en la fase de clasificación y derrotar en el mismo grupo a la República Checa y Turquía, el equipo dirigido por Lars Lagerbäck y Heimir Hallgrimsson se aseguró su primera presencia en un torneo grande de selecciones. No contentos con ese gran logro para un país de apenas 323.000 habitantes, los ‘Strákarnir okkar’ pusieron la guinda al pastel en tierras francesas forzando un empate con Portugal y Hungría, para batir a Austria en el tercer encuentro de su grupo y asegurarse contra todo pronostico una plaza en los octavos de final, por delante incluso de CR7 y sus lusos. Su mayor momento de gloria llegó en octavos ante Inglaterra. Pese a encajar un gol nada más comenzar el encuentro, Islandia fue capaz de darle la vuelta al marcador antes de la media hora de juego y controlar sin mayores problemas a los ‘Pross’ gracias a su solidez defensiva y excelente organización en el campo. Sólo Francia en su mejor versión ha sido capaz de superar a los vikingos en un histórico choque de cuartos seguido en televisión por el 100% de la población islandesa y que además ha sido el más visto de toda la Euro en el país vecino: 17’2 millones de personas, un 60% de cuota de pantalla. El programa más visto del año.

Islandia abandonó Francia, pero el legado de la escuadra vikinga seguirá presente en la Eurocopa incluso después de que el próximo domingo uno de los cuatro supervivientes del torneo alce la copa Henri Delaunay al cielo de Saint Denis como heredero del trono que ha pertenecido a La Roja los ocho últimos años. Ni siquiera la sorprendente irrupción de País de Gales en el penúltimo peldaño del torneo continental ha generado el impacto en los medios de comunicación de todo el mundo ni por supuesto se ha granjeado el cariño y la simpatía entre aficionados neutrales que los ya célebres 'Strákarnir okkar’ (Nuestros Chicos).

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