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Fiebre en las gradas: la cara amable del que viaja a disfrutar de la fiesta del balón
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IRLANDA E ISLANDIA, LAS MEJORES AFICIONES

Fiebre en las gradas: la cara amable del que viaja a disfrutar de la fiesta del balón

Irlandeses (tanto de los de Eire como sus vecinos del norte) y nórdicos (islandeses y suecos) hacen del buen rollo y el 'fair play' un modo de entender y gozar del fútbol

Foto: Islandia está haciendo historia dentro y fuera del campo en esta Eurocopa (EFE)
Islandia está haciendo historia dentro y fuera del campo en esta Eurocopa (EFE)

El 'hooliganismo' tiñó de vandalismo y tragedia los primeros días de una Eurocopa que esperaba la movida por otro lado y que se vio sorprendida por un enemigo al que subestimó, pese a que acostumbran a dar señales de vida en eventos de esta índole. Pero frente a los dislates provocados por rusos, ingleses, galeses, polacos, croatas, húngaros, turcos, alemanes y ucranianos, siempre nos quedarán esas aficiones que siguen la estela de sus equipos nacionales con la sana y única intención de transmitirles su aliento en las gradas y disfrutar de paso del jolgorio y ambiente festivo que forma parte del pack de las grandes competiciones de selecciones.

En este sentido, irlandeses (tanto de los de Eire como sus vecinos del norte), y nórdicos (islandeses y suecos) no sólo hacen del buen rollo y el 'fair play' un modo de entender y gozar de un espectáculo nacido para el divertimento del espectador y no como una excusa para conflictos o enfrentamientos. Su simpatía y permanentes ganas de bromear y conectar con los locales les han convertido en las otras estrellas de la Euro. Como de costumbre, a la cabeza del ranking siguen figurando, imbatibles, los hinchas de la República de Irlanda.

La cerveza, esa fiel compañera

No es una fanfarronada el que presuman de ser la mejor afición del mundo. Allí donde van lo demuestran con hechos. Tanto dentro del estadio como fuera de él. Ni un solo incidente, pese a ser de las hinchadas que mayor número de efectivos desplaza a este tipo de saraos. Y eso que beben cerveza como auténticos cosacos. Con una perenne sonrisa a flor de piel, los hijos de la verde Irlanda han sido capaces de hacer bailar a agentes de la Gendarmería gala mientras aguardaban a que se abrieran las puertas de los estadios, o de pillarse una buena ‘tranca’ colectiva con sus rivales suecos después de que sus respectivas selecciones igualaran sobre el rectángulo de juego.

Dentro del estadio, llegan con las gargantas afinadas para que Eire ‘nunca camine sola’. El despliegue de canciones y serenatas que entona la ‘Green Army’ durante 90 minutos llega a poner los pelos de punta. El espectáculo sonoro y visual (todos de verde impoluto) que generan en los graderíos es grandioso. El momento culmen de esa auténtica ‘fiebre’ pasional que desatan los irlandeses en el coliseo llega cuando entonan al unísono ‘The Fields of Athenry’, una canción popular basada en las guerras contra los ingleses que adoptaron como himno extraoficial durante el Mundial de Italia 90. Ahí el campo se viene abajo.

El ‘Geiger Sound’

Los norirlandeses son de los que más en ebullición han puesto a los estadios en esta Euro. Unos 15.000 han arropado a las tropas del Ulster camino de unos octavos de final con los que ni siquiera soñaban cuando arribaron a Francia hace un par de semanas. Con sus banderas y gallardetes colgando de los apartamentos que han alquilado, han disfrutado de la noche gala como ninguno. Tal vez dando por hecho que en poco más de una semana tendrían que hacer las maletas y cruzar el Atlántico de vuelta a casa con el rabo entre las piernas por causa de alguna goleada. No ha sido así y las paradas de McGovern les han permitido estirar las mejores vacaciones que han tenido desde que visitaran España en el 82 y darles de paso la ocasión de vivir un histórico derbi entre los parientes pobres del balompié británico con los cuartos de final como premio gordo.

Los islandeses, debutantes en esta clase de torneos, han cautivado al personal desde el primer día. Casi tanto como su selección en el verde. El masivo desplazamiento de ‘vikingos’ a tierra firme (se calcula que el 11% de la población de su pequeña isla estaba en París el día del histórico choque frente a Austria) no ha supuesto un solo quebradero de cabeza ni para la policía ni para los viandantes. Han venido de todas las edades y suelen hacer quedadas masivas antes de cada partido. La del pasado miércoles en el Boulevard Clichy parisino, en pleno barrio de Montmartre (frente al mítico Moulin Rouge), fue memorable. Dentro del estadio, no paran un segundo de insuflar ánimos a los pupilos de Lars Lagerbäck y, cada dos por tres, les recuerdan sus orígenes entonando a coro el ‘Geiger Sound’, un golpe seco de garganta que acompañan con las palmas y que emula el grito de los remeros vikingos cuando surcaban las aguas del Atlántico a bordo de sus ‘drakkars’. Sin duda, se ha convertido en el coro de animación más popular de esta Eurocopa.

El 'hooliganismo' tiñó de vandalismo y tragedia los primeros días de una Eurocopa que esperaba la movida por otro lado y que se vio sorprendida por un enemigo al que subestimó, pese a que acostumbran a dar señales de vida en eventos de esta índole. Pero frente a los dislates provocados por rusos, ingleses, galeses, polacos, croatas, húngaros, turcos, alemanes y ucranianos, siempre nos quedarán esas aficiones que siguen la estela de sus equipos nacionales con la sana y única intención de transmitirles su aliento en las gradas y disfrutar de paso del jolgorio y ambiente festivo que forma parte del pack de las grandes competiciones de selecciones.

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