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Yeray: "Me reconcome por dentro la idea de pasar de nuevo por el quirófano"
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Yeray: "Me reconcome por dentro la idea de pasar de nuevo por el quirófano"

El central bilbaíno repasa la final de Copa del Rey ante el Mallorca. Aunque los vascos tienen el cartel de favoritos, en Bilbao nadie quiere mencionar siquiera la palabra gabarra

Foto: Yeray, en San Mamés. (Europa Press)
Yeray, en San Mamés. (Europa Press)

Muchas cosas, unas buenas y otras menos, le han ocurrido a un futbolista como Yeray Álvarez (Barakaldo, 1995) desde que comenzara a jugar como portero en el equipo del colegio La Inmaculada de su pueblo porque era el más alto, hasta que con 14 años llegó a las categorías inferiores del Athletic. El domingo, la mala suerte se cebó otra vez en el central vizcaíno. La enésima lesión en su aductor izquierdo, la tercera de esta temporada, le podría apartar de la final de Copa. A preguntas de El Confidencial confesó hace una semana estar un poco harto de tanto infortunio. "Estamos hablando de mi vida y de haber pasado por tres operaciones", se quejó. Ahora, las dudas le asaltan de nuevo sobre si merece o no la pena tanto sacrificio. "No sé si hasta el punto de dejar de jugar al fútbol, aunque lo que sí te reconcome por dentro es la idea de tener que volver a pasar otra vez dentro de dos años por el quirófano".

Cuando Yeray llegó al Athletic cumplía, aunque solo en parte, el sueño de muchos niños vizcaínos: lucir la camiseta rojiblanca. Pero para que ese sueño fuera completo tenía que dar un paso más. Le faltaba pisar el césped de San Mames como jugador del primer equipo. Y lo hizo. Fue el 18 de septiembre de 2016 frente al Valencia con una victoria liguera gracias a un doblete de Aritz Aduriz, tres días después de haber debutado en Italia frente al Sassuolo en la Europa League. Poco queda ya de aquel crío tímido aficionado al snowboard, "bastante calladito" y con larga melena que se estrenó como defensa jugando a futbol sala en un equipo llamado Amets.

Yeray atendió hace días con amabilidad, uno a uno, a los periodistas que así se lo habían solicitado para hablar sobre la final de Copa en las instalaciones de Lezama. Y eso que acababa de terminar el entrenamiento, con sesión incluida de gimnasio, y había sido entrevistado previamente por dos medios locales. Hablaba con mucha soltura. Se le notaba moderadamente optimista. Por supuesto, nada hacía sospechar que el domingo iba a caer lesionado en el Santiago Bernabéu. Eso sí, se le notaba disciplinado con el discurso oficial de club. No se salía ni un milímetro del argumentario para tratar de mantenerse al margen de una euforia contenida, mezclada con grandes dosis de ilusión, que se vive en toda Vizcaya en los días previos a la final de la Copa del Rey.

Solo comentar por encima la posibilidad de que el Athletic gane un título después de 40 años de sequía parece que le daba algo vértigo. La palabra gabarra se ha borrado del vocabulario de los jugadores. No existe. "Es que no vamos a hablar de una cuestión como esa cuando ni siquiera se ha jugado la final", espeta. La imagen que quiere transmitir, y que consigue hacerlo, es de respeto hacia un rival como el Mallorca. "Ha eliminado a equipos muy complicados como el Girona o la Real Sociedad y tiene jugadores de muchísima calidad que son también muy fuertes y que tienen una idea de juego muy consensuada con su entrenador". En ese mismo tono de humildad, pese a que el Athletic pueda partir como favorito, advierte a todos los aficionados de que "va a ser un partido complicadísimo".

placeholder Yeray roba el balón a Kike García. (Europa Press)
Yeray roba el balón a Kike García. (Europa Press)

La afición de los niños

Si alguien encarna el ADN del Athletic, ese es Yeray Álvarez. Empezó en los cadetes y ya lleva ocho temporadas en el primer equipo sin haber estado cedido en ningún otro club. Ernesto Valverde fue su mentor, puesto que fue el técnico extremeño quien confió en un jugador que para nada encarnaba la figura del típico defensa central duro. Al contrario, los aficionados rojiblancos pronto descubrieron que estaban ante un jugador veloz, potente en el juego aéreo, capaz de salir con el balón jugado sin optar por el patadón y con una anticipación que hacía recordar al mejor Rafa Alkorta.

Su sentimiento athleticzale le viene de familia. "Como le ocurre a la mayoría de los niños de aquí, la pasión por los colores rojo y blanco te viene desde pequeñito porque, al final, el Athletic es el equipo del pueblo". Vamos, que es como si recitara el himno del Athletic cuando se canta la parte de "herritik sortu zinalako, maite zaitu herria" (porque naciste del pueblo, el pueblo te quiere). Ahora, que reconoce ser una persona privilegiada "con sus cosas buenas y sus cosas malas", trata de devolver el cariño que ha recibido de la afición y de agradecérselo siempre que tiene ocasión "por cómo han sido conmigo". Así que nunca rehúye de una niña o de un niño cuando se le acerca por la calle para pedirle una foto "a pesar de que ese mismo día ya pueda llevar unas cuantas peticiones similares".

placeholder Yeray no podrá jugar la final. (EFE/Javier Lizón)
Yeray no podrá jugar la final. (EFE/Javier Lizón)

Siendo muy joven sus familiares le solían llevar a Lezama para ver entrenar de cerca a sus ídolos. En aquella época la figura era Julen Guerrero. "Recuerdo que todos los niños queríamos jugar con la camiseta del ocho a la espalda", confiesa. Al cumplir diez años sus tíos le invitaron a ir a San Mames por primera vez para presenciar un Athletic-Barça. Como la mayoría de los aficionados iba con el bocadillo envuelto en papel de aluminio y guardado en una bolsa de plástico para que no se mojara en caso de lluvia. "En mi familia todos eran del Athletic porque es bastante raro que una familia de aquí no lo sea. Es verdad que las hay, pero son muy pocas", añade.

El cáncer testicular que padeció

El paso del tiempo ayuda a comprender mejor ese sentimiento "que hace que la gente se evada de todos sus problemas simplemente porque el Athletic marca un gol o por la ilusión que le hace ver ganar un partido a su equipo en San Mames". También florece cuando las cosas vienen "jodidas". Desde 1985 el conjunto vasco ha perdido las seis últimas finales de Copa que ha disputado, y entre medias, otra de la Europa League. Ante la adversidad Yeray confiesa ser "un poquito cabezón" porque "si se mete una cosa en mi cabeza le cuesta salir". Ese carácter le permite mantener un firme e irrenunciable compromiso con el Athletic. "Mientras ellos quieran, aquí seguiré porque todavía me quedan dos años de contrato y mi idea sigue siendo la de quedarme el máximo tiempo posible".

La imagen de que los jugadores del Athletic son una cuadrilla de amigos, y de que son capaces de hacer piña cuando las cosas vienen mal dadas, tuvo su momento de mayor impacto emocional cuando a Yeray le detectaron un cáncer testicular. Fue en diciembre de 2016 y, al principio, no pareció ser nada grave. Una intervención quirúrgica, y en dos meses ya estaba de vuelta en los terrenos de juego. La casualidad hizo que regresara el 4 de febrero del año siguiente, justo el Día Mundial contra el Cáncer. En junio, una recaída trajo consigo tres meses de quimoterapia que le hizo perder musculatura y quedarse prácticamente calvo mientras su barriga empezaba a hincharse.

placeholder Yeray, antes de jugar en San Mamés. (Europa Press)
Yeray, antes de jugar en San Mamés. (Europa Press)

La respuesta de los jugadores de la plantilla ante las adversidades que estaba atravesando un compañero de la cuadrilla ya es de sobra conocida. Todos se raparon el pelo. Cuando Yeray entró en el vestuario y los vio de tal guisa se quedó con la boca abierta. "Para mí fue un gran apoyo porque no me lo esperaba. Jamás pensé que mis compañeros, a quienes considero mis amigos, pudieran tener un gesto tan complicado y a la vez tan gratificante para a mí, que es a quien tocó vivirlo".

Sus compañeros de zaga

Durante la conversación surge el interrogante de si los personajes con vida pública están obligados a confesar al resto de la sociedad que padecen cáncer. La comparación con lo que le ocurrió estos últimos días a la princesa de Gales, Kate Middleton, que se vio forzada a anunciar a los cuatro vientos su enfermedad por televisión para acallar rumores, resulta un tanto desproporcionada. Aun así, da una idea aproximada de lo que le ocurrió al jugador del Athletic. "En mi caso me costó más dar explicaciones de lo que me estaba ocurriendo a mis padres, amigos y familiares que escuchar el diagnóstico del médico para decirte que tienes cáncer". Es más, afirma que ser una persona conocida no le ayudó en nada a evadirse del problema ante el que no sentía miedo, "pero sí respeto". No se lo reprocha a la gente, al revés: "Agradezco todas aquellas muestras de cariño porque sé que lo hacían con la mejor de sus intenciones, pero por mi mente solo pasaba la idea de aislarme de todas las maneras posibles y dejar de ser el centro de atención".

Lo primero que hizo fue abandonar las redes sociales, dejar aparcado el móvil y tratar de abstraerse de su enfermedad con lo que fuera porque "cada vez que salía a la calle todo el mundo me preguntaba cómo estoy siempre con la idea de ayudar o de animarme cuando yo, en realidad, lo único que quería era un poco de tranquilidad". Al margen del sufrimiento personal con interminables sesiones de quimioterapia durante varios meses desde las nueve de la mañana, y que duraban alrededor de cinco horas, estaba también su vida como deportista de élite. Y es que su recaída se produjo cuando estaba concentrado con la selección sub-21 y después de haber participado en un par de entrenamientos con la absoluta.

Esa mala fortuna se convirtió, en cambio, en mano de santo para que sus compañeros con los que hizo pareja de centrales en la zaga rojiblanca jugaran en la selección como Aymeric Laporte, Iñigo Martínez, o el último en conseguirlo, Dani Vivian. "Los tres son centrales increíbles y se han merecido ir a la selección", afirma sin ningún tipo de resentimiento. "Con todos he estado superbien, pero cada uno tiene su manera de jugar y eso provoca que al final unos vayan a la selección y otros se queden sin ir". Él está en este último grupo, aunque siempre mantiene la esperanza de que su destino pueda cambiar. "Lo he dicho un montón de veces. Si algunas vez me llaman, iré encantado, pero si no surge, yo feliz de seguir trabajando para el Athletic".

placeholder Yeray busca un compañero al que dar un pase. (Europa Press)
Yeray busca un compañero al que dar un pase. (Europa Press)

Como defensa, el central baracaldés es muy apañado. Ahora bien, como goleador flojea un poquito. En sus cinco primero años en el primer equipo no consiguió ver la portería rival. En los tres últimos se ha estrenado sin hacer mucho ruido: solo un gol por temporada. En la 2023-24 no lleva ninguno. Podía haber seguido con la estadística el próximo sábado en la final de Copa del Rey. Si su aductor izquierdo le sigue dando guerra da un poco de pena recordar que hace solo una semana confesaba al periodista: "¡Ojalá pueda meter el gol decisivo!". Es, precisamente, esa falta de olfato goleador la que le hace disfrutar "muchísimo" cada vez que atina con el gol. Ahora bien, no es una cosa que le obsesione en su partido del sábado contra el Mallorca "porque el único sueño que tengo es el de ganar la Copa".

Para una plantilla donde sus componentes pertenecen a una generación que jamás ha visto surcar la gabarra por la ría del Nervión, todos tratan de afrontar un partido tan decisivo sin nervios, pero con la mayor de las ilusiones. "Esa es la mejor forma de preparar una final", subraya. Luego está la euforia de la parroquia rojiblanca "que no puede interpretarse como un menosprecio al Mallorca sino como la ilusión por conseguir algo que en los últimos años se nos ha escurrido de las yemas de los dedos". Frente a esa ilusión desbordante, la plantilla trata de aislarse. "Hemos hablado entre todos sobre la forma de buscar un consenso que nos haga estar al margen de todo el ruido que conlleva en Bilbao una final para centrarnos en el partido y estar más unidos que nunca".

El paso de los años ha convertido a Yeray en un jugador maduro con la cabeza bien amueblada. Esa madurez, unido a su espíritu autocrítico le convierte en uno de esos futbolistas que al llegar a casa repasa mentalmente las jugadas "sobre todo si has estado involucrado". Y es que no es lo mismo el fallo de un central, que se puede notar más que el de cualquier otro jugador de campo porque "a veces" la jugada puede acabar en gol. "Muchas veces te comes la cabeza sobre si podías haber hecho algo más o sobre cómo corregir una situación, pero para bien o para mal eso tiene que durar poco porque en pocos días hay otro partido y tienes que estar centrado en lo siguiente".

Muchas cosas, unas buenas y otras menos, le han ocurrido a un futbolista como Yeray Álvarez (Barakaldo, 1995) desde que comenzara a jugar como portero en el equipo del colegio La Inmaculada de su pueblo porque era el más alto, hasta que con 14 años llegó a las categorías inferiores del Athletic. El domingo, la mala suerte se cebó otra vez en el central vizcaíno. La enésima lesión en su aductor izquierdo, la tercera de esta temporada, le podría apartar de la final de Copa. A preguntas de El Confidencial confesó hace una semana estar un poco harto de tanto infortunio. "Estamos hablando de mi vida y de haber pasado por tres operaciones", se quejó. Ahora, las dudas le asaltan de nuevo sobre si merece o no la pena tanto sacrificio. "No sé si hasta el punto de dejar de jugar al fútbol, aunque lo que sí te reconcome por dentro es la idea de tener que volver a pasar otra vez dentro de dos años por el quirófano".

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