Breve historia de un sentimiento: El Atlético de Madrid, donde el esfuerzo "no se negocia"
De Aragonés a Simeone, la historia del Atleti se escribe entre fracasos y alegrías. Nacho Aznar, el que fuera goleador rojiblanco en Segunda División, reflexiona sobre el club
Durante una conferencia sobre la obra de Borges, su homólogo Piglia pasó de lo literario a lo futbolístico para asegurar que “el enganche realmente es un problema teórico importantísimo, porque tiene que ver con la tradición. Realmente es importante si se va a jugar con un diez o se va a jugar de otra manera, que no es la que nosotros jugamos”.
Con esta afirmación sobre el juego de la Selección Argentina, el pensador quiso dejar claro que hay determinados lugares donde, culturalmente, existe un modo concreto de proceder. Según Piglia, ese particular desarrollo es el único que respeta los sentimientos de las personas que lo conforman, y por tanto es el adecuado.
El Atleti es un sentimiento
“El Atleti es un club especial; el que lo quiere, lo quiere”. Sin precisar mayor análisis, la sentencia que Luis Aragonés dictó en 2003 encuadra al Atlético en un marco individual, diferente al resto, dotándolo así de personalidad. Al particularizar al club, su esencia ha de considerarse ese problema teórico importantísimo del que habló Piglia.
Pero a estas alturas, que “el Atleti es un sentimiento” pasa por ser una expresión tan habitual como pervertida. Igual la usa un hombre de club que alguien que se deja caer por el equipo media temporada. Lo mismo tira del sentir quien va al estadio cada partido como quien no fue nunca, pero consiguió una camiseta rojiblanca con la que aparentar en Instagram.
Entonces, para separar el grano de la paja, hay que escuchar a protagonistas válidos. Tratándose del Atlético de Madrid, Aragonés es el principal. Pero igual de honesto para el tema puede ser alguien menos conocido como Nacho Aznar, quien fuese pareja ofensiva de Fernando Torres en la categoría juvenil del Atlético de Madrid y la Selección Española.
Sobre el sentimiento atlético, el actual entrenador del Melilla CD recuerda para El Confidencial que “nosotros siempre éramos un equipo con menos calidad que el Madrid, que en todas las categorías fichaba a los mejores porque pagaba más, pero teníamos muchísimo carácter. Cuando llegué, el juvenil nacional aún entrenaba en campos de tierra. Y hablamos del Atleti. En juveniles teníamos entrenadores que apretaban muchísimo, sacaban el máximo del jugador. Al final, lo que buscaban era el sentimiento”.
Otro implicado como Gárate, delantero de origen vasco pero nacido en Argentina que pasó once temporadas seguidas marcando goles en el Calderón, dijo que ni siquiera cuando jugaba sentía por el Atleti lo que siente actualmente como hincha. Una herencia que por la acumulación de momentos similares se hizo cada vez más consistente, más cierta, hasta convertirse en “forma de vida”, en opinión del Ingeniero del área.
Y cuando se escucha a un ídolo asegurar que el sentimiento atlético es un proceso hereditario, es adecuado recordar una reflexión del talentoso Umbral, recogida en su Mortal y rosa. Metafórico, el madrileño escribió que “Los rasgos físicos se sacralizan por la repetición. Una nariz deforme, característica de una familia, va pasando de padres a hijos, cruza como un pequeño esquife los mares de la herencia, y ya no es bonita ni fea. Es sacral, porque su propia repetición, su manera mágica de reencarnar la ha salvado de la vulgaridad, la ha ritualizado a ojos de la familia y de los habituales”.
La del Atleti es una historia de desventuras, méritos y repeticiones que hace de la reflexión del escritor algo pertinente, porque a juzgar por personas que saben de lo que hablan, el sentimiento atlético ya no es bonito ni feo, sino que es lo que es: un ritual sagrado que va mucho más allá de la vulgaridad de los resultados. Una historia que, en busca de esa matriz emocional, conviene repasar.
Una historia de herencia
En la capital de España, el Atleti nació como entidad asociada al Athletic Club de Bilbao, del que tomó algo más que su nombre. Con las raíces divididas, desde su creación estuvo a la sombra del Real Madrid en cuanto a éxitos deportivos y poderío económico. El Madrid ganó cinco copas nacionales y alcanzó tres finales mientras que el equipo rojiblanco no pudo competir en ellas, lo que le fue permitido una vez se desvinculó del club vasco definitivamente. Aun habilitado para jugarlos, hasta el origen de la liga española no consiguió ningún título que no fuese regional.
La Liga se creó en 1928. Como parte de ello, el Atleti vivió un pronto descenso, ascendió, navegó entre permanencias y logró un par de campeonatos ligueros inmediatos a la guerra civil española, cuando asumiese el nombre y los jugadores del equipo conformado por el Ejército del Aire. Pero volvió a su mediocridad durante la década, moviéndose en la mitad alta de la tabla, arañando victorias de prestigio, aunque sin alcanzar finales ni arrebatar títulos a equipos clásicos como el Barça, el Athletic o un Valencia que había crecido sobremanera desde la costa mediterránea.
Acaso sin pretenderlo, durante esa dilatada e inestable trayectoria sus aficionados forjaron el genuino orgullo de quien, sintiéndose inferior, busca asideros más firmes que los esquivos resultados. “Existe un sentimiento que yo achaco a que haya un monstruo al lado que se llama Real Madrid”, dijo Aragonés durante una charla con motivo del centenario del club.
En la mercantil competición, la derrota ayudó a que brotasen emociones compartidas que respondían a otras reglas, más relacionadas con la moral. Una resignación guiada por la certeza de que el aficionado tiene que esforzarse con sus cánticos y el futbolista hacer lo propio con sus carreras, hasta caer exhaustos en una suerte de comunión. “En el Atleti, el esfuerzo no se puede negociar”, asegura Nacho Aznar acorde a sus vivencias. Más que la competencia, era la dignidad lo que ahora se ponía en juego.
“Ibas al Calderón y te dabas cuenta de que era igual cómo jugases, porque la gente está apretando, cantando durante todo el partido. Es muy raro escuchar algún silbido porque se ponen contentos con un centro o una simple ocasión. Ves que no te piden mucho más para animarte. Los jugadores solo se tenían que dejar la piel”, continúa relatando para El Confidencial quien fuese máximo goleador del Atleti en División de Honor a inicios de los años dos mil.
Acorde a los pensamientos de Piglia, cuando la identificación entre las partes es de tal magnitud que alcanza carácter de tradición, deja de ser un asunto a debatir. Por eso, más de un siglo después del origen del club, los artistas e hinchas atléticos Sabina y Leiva componen estrofas como el “No me habléis de resistir, es mi Atleti de Madrid. No me vengan con lamentos, hablo de sobrevivir”.
Aunque se persiga la victoria
Pero no conviene malinterpretar la situación, ya que como escribió Gistau en una de sus columnas de El Mundo, “El tópico siempre ha pretendido que el tan mitificado sentimiento atlético era una redención estética de la derrota. Algo así como el malditismo en la literatura. (…) -Pero- a lo que se va al Calderón es a morir agarrado al banderín como Custer, es a honrar un sentido de pertenencia sentimental y una decisión tomada librando todas las peleas, incluso las que no se van a ganar, antes por la lealtad a uno mismo que por el premio de la victoria”.
El Atleti y los atléticos quieren ganar como cualquiera, no existe la autocomplacencia en la derrota. “Ganar, ganar y volver a ganar” es siempre el objetivo último, exclamó Aragonés en 2009. Pero las victorias salpicadas los han acostumbrado a apreciar el contraste, afirmó durante la charla otra leyenda colchonera como Adelardo.
En la práctica, finalmente se trata de fomentar aspectos mentales por encima de los resultados, que son algo externo e inseguro. Valores como el coraje o el respeto, que están siempre al alcance porque dependen de uno mismo. Y, a qué negarlo, el espíritu también se refuerza por el gusto de “ser un poco contestatario, no ser del ganador”, en palabras del Sabio.
El Atleti es también un estilo de juego
Y en 1949 llegó Helenio Herrera para guiar al equipo en la victoria y demostrar que esta es parte fundamental del relato. Porque se ha ganado, se mantiene la creencia fundada de que se puede volver a ganar. “Creer” se titula el libro escrito por Simeone. Llegó Helenio y luego siguieron Domingo, Merkel, Aragonés, Antic y el propio Simeone, junto al pionero Zamora y al puntual Balmanya, los únicos ganadores de Liga con el Atlético. Acordes a la idiosincrasia que el club hizo propia, esos entrenadores consiguieron reflejar el corazón atlético en una forma de sentir el juego.
Hoy se sabe, se trata de un estilo táctico y comprometido en las labores defensivas, que no teme que el rival disponga del balón, ya que el futbolista y el seguidor sienten la convicción de que su veloz ataque será efectivo. Y si acaba por no serlo, la concentración y la fe en uno mismo se mantendrán. Porque “quien no crea, que no venga”, advirtió Simeone poco antes de ganar la Liga 2013/14.
Como se ha contado, todo saltó con Helenio Herrera. De marcada personalidad, el Mago es considerado uno de los entrenadores pioneros en la aplicación de técnicas motivacionales y preparación física en sus equipos. Dirigiendo al por entonces renombrado Atlético de Madrid, estuvo a punto de ser despedido y acabó por llevarse dos Ligas.
El portero de aquel equipo era Marcel Domingo, quien para finales de los sesenta se hizo entrenador y poco después tomó el Atleti. “Nuestro objetivo es luchar al máximo para lograr la mejor clasificación. No quiero figuras en mi equipo”, manifestó sobre su manera de ver un grupo.
Haciendo gala de las consignas mentales y físicas de su antiguo entrenador, el francés implantó una propuesta de juego netamente contragolpeadora. Esperar concentrados, recuperar el balón intensamente y asaltar la mitad de campo rival con pocos pases. “Ensayábamos muchas jugadas en los entrenamientos y salían. Jugábamos muy bien en defensa y luego el contraataque era rapidísimo”, recordó Adelardo en Libertad Digital.
Así ganó el Atleti la Liga 69/70 y estuvo cerca de alcanzar la final de la Copa de Europa el curso siguiente. El Ajax los eliminaría en semifinales, sudando sangre para remontarles en la vuelta. Sobre los de Domingo, el técnico neerlandés Rinus Michels afirmó que jugaban con “la virtud de hacer un fútbol de acordeón, en que tan pronto todos defienden como atacan. Muy veloces y temibles al contraataque”.
Tras el éxito, en adelante todas las soluciones válidas para el banquillo respetarían la idea. La salida de Domingo fue cubierta por el austríaco Marx Merkel, apodado Míster Látigo, ganador de la Copa del Generalísmo y nuevamente de la Liga. Con el mundialista argentino Juan Carlos Lorenzo al mando, el táctico Atleti llegó a la máxima final europea en 1974, perdida de manera dramática.
Luis Aragonés es el Atleti
Entonces llegaría el momento en que, a petición directa del presidente Calderón, la figura más importante de la historia del Atleti pasase del balón a la pizarra. En Aragonés se aunaron mentalidad, estilo de juego y competitividad el tiempo suficiente para que se convirtiese en una tradición integral. Con una línea clara de acción, durante sus primeras once temporadas el Atleti ganó una Copa Intercontinental, una Liga, dos Copas y una Supercopa de España, además de alcanzar otras finales.
“Tenía mucha personalidad, arrollaba a quien se le pusiera delante. Nosotros creíamos en él por eso, tanto de jugador como de entrenador”, declaró Adelardo en referencia a la personalidad de Luis. En cuanto al juego, por el transparente desempeño de sus equipos, el de Hortaleza fue reconocido internacionalmente como el maestro del contragolpe. “Luis Aragonés vino con una fama terrible de jugar al contraataque”, declaró Lobo Carrasco para El Confidencial sobre quien le dirigiese en el Barça durante la temporada 87/88, primera del Sabio fuera de su Atleti.
Un club es una idea
Que desde la etapa inicial de Aragonés en el Atleti la voluntad y el estilo son innegociables es algo que pueden certificar varios entrenadores que le sucedieron desde finales de los ochenta.
En una conferencia dada a mitad de la década, el argentino Menotti defendió que “un equipo es, antes que nada, una idea. Además de un compromiso y unas convicciones”. Según el técnico, para que un equipo funcione tiene que haber una creencia sincera en la manera de jugar, compartida por entrenador y jugadores. Pero cuando en la temporada 87/88 el campeón del mundo tomó el testigo de Aragonés y quiso importar al Atleti un fútbol de mayor cuota y riesgo con balón, que adelantaba las líneas y priorizaba la técnica sobre el físico, sufrió el implacable peso del entorno tras las primeras derrotas.
Menotti fue cesado antes de acabar el curso, como luego lo serían Maturana, Jair o Basile, otros técnicos sudamericanos exitosos en sus latitudes con propuestas de juego generalmente aceptadas como atractivas. El Atlético no aprecia la posesión ni entiende la pausa como partes del método idóneo para competir; el Atlético es un apasionado y fiel creyente del vértigo que genera el juego directo.
Sin faltarle razón al pensamiento de que “un equipo es una idea”, lo cierto es que el Flaco fue menos preciso que su compatriota Piglia. Un equipo tiene que ser una idea común, pero esta no puede ser contraria a la identificación que la engloba, sea esta de un club, una afición, una ciudad o, como decía el escritor, a veces hasta de un país. Si no, más temprano que tarde la empresa está condenada al fracaso.
Del doblete a las finales de Champions, pasando por el descenso y la Liga
Años después de los éxitos de Aragonés, sería Antic quien llevara al Atleti hasta el doblete Liga-Copa imponiéndose al Barça de Cruyff y al Madrid de Valdano a través de la táctica de presión de sus centrocampistas y el ímpetu en los ataques, además del trabajo de las jugadas a balón parado. Un equipo donde Simeone fue muy “influyente por su carácter y su forma de presionar la salida de balón. Y en la estrategia siempre atacaba el primer palo. Esa temporada marcó doce goles por primera vez en su carrera. Pero tuvimos un equipo en el que todos los jugadores marcaron”, según relató el propio Rado a Álvaro Corazón Rural para Jot Down.
A ras de césped o por vía aérea, el juego del Atleti es “con carácter y directo”. Estos son términos usados por un Nacho Aznar que vivió tiempos donde el Atlético de Madrid luchaba por el ascenso a Primera, lo que conseguiría nuevamente con Aragonés en el año 2002. “La pelota no pasaba mucho tiempo en los centrales. Era mucho balón largo desde los centrales a los delanteros. Juego muy directo hacia Diego Alonso, metiendo balones dentro y jugadores en campo contrario. De hecho, Torres no jugaba siempre de inicio. Y nunca había ninguna protesta del público”, aseguro el delantero sobre el fútbol rojiblanco.
Ya ascendidos, manifestó Aragonés que no había que olvidar que el Atleti era “el tercer equipo con más títulos de España”. Una década más tarde retornó al club Simeone para, desde el banquillo, fijar aún más las convicciones, batir los récords del Sabio y reafirmar sus palabras.
Simeone también es el Atleti
Para 2021, Simeone sobrepasa la década como entrenador del Atlético de Madrid. En este tiempo, el Cholo ha competido todo y ganado Liga, Supercopa de España, Copa del Rey, dos Supercopas de Europa y dos Europa League, además de alcanzar otro par de finales en la máxima competición de clubes.
Sin el menor complejo, en el programa 'Asado reservado' que emitió Movistar+ en 2015, sobre el sentimiento y el fútbol de su Atleti, Simeone admitió que “Nosotros sabemos que somos peores que Madrid, Barça o Bayern, y esa es nuestra virtud. El día que pensemos que somos mejores, nos hacen cuatro goles. (…) La vuelta de Torres es seguir sumando esencia y compromiso. Seguir sumando gente que viene a estar a un lugar que siente propio. (…) A todos les encanta tener mucha posesión, pero a mí no me gusta tanto. Creo que la posesión sirve para que el rival se acomode. A mí me gustan más las películas de acción que de amor”.
A falta de pocas jornadas para el final de la Liga 2020/21, los colchoneros siguen líderes pese a perder una ventaja considerable. Gane o pierda el título, es seguro que, aun vacío, el estadio Metropolitano no dejará de vibrar en la mente de unos jugadores que no dejarán de insistir. Y Simeone prefiere las de acción, pero cabe poca duda de que la película del Atleti versa, como dijo Aragonés, del amor por unos colores.
Durante una conferencia sobre la obra de Borges, su homólogo Piglia pasó de lo literario a lo futbolístico para asegurar que “el enganche realmente es un problema teórico importantísimo, porque tiene que ver con la tradición. Realmente es importante si se va a jugar con un diez o se va a jugar de otra manera, que no es la que nosotros jugamos”.