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Cruyff critica desde la tumba el uso político del Barça y la independencia de Cataluña
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Cruyff critica desde la tumba el uso político del Barça y la independencia de Cataluña

El que fuera el guía espiritual del club azulgrana dejó en sus memorias su oposición a la politización del club en pos de defender lo verdaderamente importante, el juego

Foto: Bartomeu, en el memorial de Johan Cruyff, en marzo de 2016. (EFE)
Bartomeu, en el memorial de Johan Cruyff, en marzo de 2016. (EFE)

La última vez que Josep Maria Bartomeu pronunció el nombre de Johan Cruyff fue el pasado 14 de septiembre al poner la primera piedra del que será el nuevo estadio del equipo filial del Fútbol Club Barcelona. El campo que sustituirá al actual Miniestadi, donde las jóvenes promesas de la cantera culé ponen a prueba sus capacidades para dar el salto al Camp Nou. Un acto protocolario para recordar al hombre que, según dijo el presidente del Barça en su sepelio, le quitó los complejos a un equipo acostumbrado a las derrotas hasta su llegada al banquillo azulgrana en 1988.

Un club ahora envuelto en una polémica política, porque la actual junta directiva se ha posicionado con comunicados oficiales a favor del pacto nacional por el referéndum en Cataluña y ha puesto las instalaciones deportivas al servicio de los independentistas permitiendo introducir en el Camp Nou pancartas de dimensiones gigantescas con lemas como 'Bienvenidos a la República de Cataluña'. Un pacto silencioso con Carles Puigdemont al que Bartomeu accedió en una comida celebrada a mediados de agosto en la casa de la militante de ERC Pilar Rahola en Cadaqués, obviando la opinión de la parte de España —el resto— donde matemáticamente hay más aficionados culés.

La última vez que el holandés habló sobre el actual líder de la Liga española y sus implicaciones políticas fue en marzo de 2016, apenas semanas antes de su fallecimiento, el 24 de ese mismo mes. Fue cuando terminó su autobiografía, que saldría a la venta en octubre del pasado año. En ese libro de memorias, el Profeta, como se le calificaba en Barcelona, disecciona su filosofía, su forma de entender el juego y la vida, la que puso los cimientos del fútbol total que ha encumbrado al Barça y a la Selección española, una forma de ganar reconocida mundialmente. En esas 314 páginas, pone de manifiesto su irreverencia ante el poder, su rebeldía y sus peculiares puntos de vista sobre los temas sociales más candentes, como la politización de la institución deportiva azulgrana y la independencia.

El hombre que puso "el club patas arriba” explica que “los directivos del Barcelona forman parte, de nuevo, del juego político interno de Cataluña”. Y añade que nunca ha "participado en él”, salvo cuando aterrizó en la ciudad condal y en el Registro Civil le impidieron llamar a su hijo Jordi porque en aquellos tiempos el franquismo prohibía los nombres en catalán. En su opinión, la situación en Cataluña está “igual que hace 40 años, el debate es si separarse o no de España. La cosa está 50-50. En otras palabras, en caso de secesión, la población estaría dividida. ¿Es eso lo que desean?”.

En manos de avariciosos

El tres veces ganador del Balón de Oro argumenta que, como holandés, está "acostumbrado al 'poldermodel', es decir, a llegar al consenso desde opiniones opuestas. A darles vueltas a la cosas hasta llegar a una solución para todos”. Pero, en su opinión, “eso nunca se ha hecho en España. Nadie está dispuesto a ceder. Nadie en absoluto. Ni los que quieren separarse, ni los que quieren seguir juntos, ni los de Madrid. Pero si no tienes una mayoría, no te queda más remedio que trabajar con los demás. Y si tienes que hacerlo, debes observar los problemas de los otros”. Sus críticas son para todos los políticos avariciosos que piensan que “sin mí no podéis formar coalición para gobernar, así que quiero mi parte del pastel. Pero lo que no está bien es exigir el pastel entero. En lugar de eso, da un paso atrás e intenta pensar a partir de lo que desea el pueblo en su conjunto”.

En sus memorias, finalizadas pocos días antes de su muerte, el líder espiritual azulgrana que nunca habló catalán criticó el uso político del club

Si Gerard Piqué, Bartomeu y el resto de la junta directiva leyeran su obra póstuma, verán que a Cruyff no le gustó cómo se politizó su elección como seleccionador de Cataluña. “Para mí no fue un nombramiento político, pero acabó siéndolo… cuando los políticos empezaron a prestar más y más atención a nuestro equipo. Yo creo que eso no debería ocurrir”. Al holandés volador, por el tanto de espuela y en suspensión que le metió a Miguel Reina en el Camp Nou en un Barça-Atlético de Madrid, le parecía bien “reforzar el orgullo catalán. No tiene nada de malo. Pero nunca hay que perder de vista el aspecto deportivo”.

En su opinión, lo más importante para un futbolista no debe ser la política. Pueden tener ideologías, pero no es lo que más les debe preocupar. De forma que “todo lo relativo a la política que envuelve el juego está bien y tal, pero lo que de verdad les importa es cómo jugaré el partido, cómo voy a ganar y cómo consigo no lesionarme”. Un asunto que acaba con una aseveración contundente: “Yo simpatizo con la causa catalana, pero por encima de todo soy holandés. No me callo la boca y hago lo que me apetece”. Hasta el punto de que decidió que nunca hablaría en catalán.

Es obvio que a día de hoy no lo han leído, porque ayer por la tarde el presidente de una entidad deportiva con millones de aficionados habló de “víctimas de la represión”, de votar, de “nuestro país”, de ejercicio de la libertad de expresión y advirtió de que “esto no acaba aquí” en relación a que llevarán a cabo más medidas reivindicativas. Lo que no explicó es dónde jugaría el Barça en caso de que el factor político que criticó Cruyff expulsara al club de las competiciones oficiales, de España y de Europa, ni de dónde sacaría los ingresos para evitar que sus 'cracks' buscaran otros destinos donde el balón prime sobre el voto.

La última vez que Josep Maria Bartomeu pronunció el nombre de Johan Cruyff fue el pasado 14 de septiembre al poner la primera piedra del que será el nuevo estadio del equipo filial del Fútbol Club Barcelona. El campo que sustituirá al actual Miniestadi, donde las jóvenes promesas de la cantera culé ponen a prueba sus capacidades para dar el salto al Camp Nou. Un acto protocolario para recordar al hombre que, según dijo el presidente del Barça en su sepelio, le quitó los complejos a un equipo acostumbrado a las derrotas hasta su llegada al banquillo azulgrana en 1988.

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