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Un mechero son 600 euros; una granada de gas lacrimógeno, sanción ejemplar
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SEMANA PARA OLVIDAR EN EL FÚTBOL ESPAÑOL

Un mechero son 600 euros; una granada de gas lacrimógeno, sanción ejemplar

Conviene dejar bien claras las diferencias entre el suceso del derbi copero del pasado martes en el Calderón y el del sábado en el campo del Villarreal

Foto: Imagen de la humareda que provocó la bomba casera lanzada en El Madrigal.
Imagen de la humareda que provocó la bomba casera lanzada en El Madrigal.

La casualidad ha querido que, en la misma semana, el fútbol español haya tenido que sonrojarse en dos ocasiones por la mala educación de sendos agresores aislados. Pero en el debate abierto a raíz de ello, conviene dejar bien claras las diferencias entre el suceso del derbi copero del pasado martes en el Vicente Calderón y el de la medianoche del sábado en el campo del Villarreal.

Esta diferenciación es la que, sin ir más lejos, hará el Comité de Competición de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) en su próxima reunión. En la última, decidió sancionar con 600 euros al Atlético de Madrid por el mecherazo a Cristiano Ronaldo. Algunas opiniones públicas alzaron la voz por lo ‘barato’ que le sale al club del Manzanares la agresión, pero conviene acudir a la resolución del Comité para aclarar los motivos de la sanción.

Entiende Competición que se trata de “un hecho aislado, para el que se ha utilizado un objeto cuya introducción no está prohibida en recintos deportivos y que, afortunadamente, no causó daño o lesión al jugador ni interfirió en el desarrollo del juego”. Eso sí, los 600 euros se imponen por no haber podido identificar al agresor.

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Ahí acaba la responsabilidad de la seguridad del Atlético, en un partido declarado de alto riesgo donde los controles y cacheos se hicieron sin excepción a cada espectador en todas las puertas de acceso. Bien lo saben los centenares de atléticos que, por los retrasos en las colas creadas por esos registros, se sentaron en sus asientos con el 0-2 ya en el marcador, después de haber tardado 20 minutos en pasar al campo cuando normalmente tardan cinco. Medidas necesarias pero que demuestran que son insuficientes para evitar alterncados.

Sin embargo, arrojar una granada de gas lacrimógeno es un hecho mucho más grave y que implica un serio descuido previo de la seguridad del Villarreal, lo que sin duda provocará, aplicando el reglamento, una sanción al club castellonense mucho más importante que la que sufrió el Atlético.

Dicho artefacto, cuyo lanzamiento en el minuto 87 además provocó la suspensión del choque durante 20 minutos, está considerado arma química y es usado, sin ir más lejos, por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado como medida antidisturbios. Es evidente que está prohibido en eventos deportivos, por lo que no debería haberse introducido nunca en El Madrigal. Ni siquiera, como se da por hecho, por una persona aislada en los últimos cinco minutos de choque, cuando las puertas están abiertas de par en par para el inminente vaciado de las gradas. En ello se basará la importante sanción que espera al equipo amarillo.

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Pizjuán y Villamarín, últimas clausuras

Ver un cierre del estadio es más difícil. Los dos ejemplos más recientes fueron los cuatro partidos que se clausuró el Ramón Sánchez Pizjuán del Sevilla en 2002 tras un derbi, y los tres que se cerró el del Real Betis en 2007 tras otro enfrentamiento entre eternos rivales. Un paliza a un guardia de seguridad a ras de césped y un brutal botellazo a Juande Ramos fueron las razones entonces. En 2011, precisamente en el Pizjuán, otra botella impactó en el madridista Iker Casillas, pero al no sufrir lesiones el portero todo se quedó en apercibimiento de cierre.

Diferente es el castigo que tendría cualquiera de los dos agresores, que desgraciadamente no han podido ser identificados. Ahí entra la Comisión Antiviolencia y suele actuar con gran dureza, imponiendo sanciones económicas muy importantes al individuo en cuestión, y prohibiéndole la entrada a recintos deportivos, a veces de por vida.

Por último, otro debate aparte sale al analizar lo fácil que puede ser introducir cualquier objeto prohibido en un partido normal de Liga, como fue el del sábado. Si no es considerado de alto riesgo, lo normal es que los empleados de seguridad solo se limiten a mirar los bolsos o mochilas tras el paso de los aficionados por los tornos.

Ese tipo de problema se amplía a partir de ahí a parámetros sociales, dejando pequeño el ámbito deportivo. Intentar entender cómo alguien lanza un mechero a un deportista es igual de difícil que saber por qué otro maleducado sale de su casa con una granada de gas lacrimógeno con el fin de lanzarlo en un partido con miles de personas en las gradas, pudiendo ocasionar un problema de seguridad muy grave. Y eso ya nada tiene que ver con las sanciones que impone el Comité de Competición.

La casualidad ha querido que, en la misma semana, el fútbol español haya tenido que sonrojarse en dos ocasiones por la mala educación de sendos agresores aislados. Pero en el debate abierto a raíz de ello, conviene dejar bien claras las diferencias entre el suceso del derbi copero del pasado martes en el Vicente Calderón y el de la medianoche del sábado en el campo del Villarreal.

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