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El día en que la revolución cubana secuestró a Fangio y acabó por salvarle la vida
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UN ACONTECIMIENTO HISTÓRICO

El día en que la revolución cubana secuestró a Fangio y acabó por salvarle la vida

Lo que se pretendía como una exhibición de las bondades del régimen de Fulgencio Batista, se tornó en un desastre para el dictador y favoreció la causa de los revolucionarios

Foto: La noticia del secuestro de Fangio en Cuba recorrió todo el planeta. (Archivo museo Juan Manuel Fangio)
La noticia del secuestro de Fangio en Cuba recorrió todo el planeta. (Archivo museo Juan Manuel Fangio)

No es nuevo que un país quiera albergar una carrera de Fórmula 1 para situarle en el mapa mundial o mostrar sus bondades ante una audiencia global. Impactar hoy día en casi mil millones de personas ha permitido, por ejemplo, que Baréin pase de ser un emirato absolutamente desconocido a que buena parte del planeta dónde ubicarlo. Pero a menudo hemos visto claras motivaciónes políticas detrás de la intención de atraer a la flor y nata del automovilismo mundial. Lo que hoy día vemos en Arabia Saudí o en China no es muy distinto de lo que sucedía en Cuba a finales de los cincuenta. Sin embargo, el plan no salió ni mucho menos como se esperaba.

Los ejemplos de Arabia Saudí y China sirven porque se trata de dos dictaduras apalancadas en una economía floreciente, que quieren mostrar al mundo a través de la Fórmula 1 que no son tan malos como los pintan. En su tiempo, Fulgencio Batista gobernaba Cuba con mano de hierro, y resultaba innegable que la perla del Caribe gozaba de una economía envidiable. Sin embargo, al igual que los países anteriormente mencionados, debajo de la alfombra existían muchas cosas cuestionables. La idea del dictador cubano era básicamente la misma: aprovechar el glamour de las carreras automovilísticas para potenciar la llegada de turismo adinerado, fundamentalmente de Estados Unidos.

El 25 de febrero 1957 se organizó el primer Gran Premio de Cuba, en un circuito montado en el malecón de la Habana. En aquellos años, la denominación ‘Grand Prix’, tal y como la conocemos hoy día, aún no estaba reservada para las carreras de Fórmula 1 y aquella no se disputó con la máxima categoría de monoplazas, sino con la de vehículos 'sport'. Lo importante es que la flor y nata del automovilismo mundial estaba presente y el objetivo de Batista de poner a Cuba como centro de atención internacional se había logrado.

Un éxito total que envalentona a Batista

La parrilla de salida era de impresión, con los mejores Ferrari, Maserati y Jaguar de aquellos años y con la máxima estrella del automovilismo mundial, Juan Manuel Fangio, presente. Junto al gran mito argentino, que ese año se encaminaba a su quinto Mundial, estaban presentes casi todos los grandes de la época: Stirling Moss, Peter Collins, Harry Schell, Masten Gregory, Carroll Shelby, Phil Hill, Eugenio Castellotti y el español Alfonso de Portago, que ese día haría la mejor carrera de su vida y le consagró como uno de los mejores pilotos a nivel internacional. Tras la exhibición que dio en el circuito del malecón se convirtió en uno de más cotizados del momento, al punto que Enzo Ferrari insistió en inscribirle en la 'Mille Miglia' que se celebraba poco después, y que tristemente acabaría costándole la vida.

Partió en cabeza Portago, perseguido Shelby, Moss, y Fangio, algo más retrasado en octava posición. El argentino remontó y en la vuelta 13 ya era segundo, pero a demasiada distancia de Portago, que cada vuelta ampliaba más y más su ventaja. En la vuelta 70, cuando estaba a punto de doblar al el ‘Chueco’ para asombro de todos, al español se le rompe un manguito de la bomba de gasolina y tiene que entrar a boxes. Los mecánicos solucionan la avería rápidamente, pero los dos minutos 40 segundos perdidos en la operación, son demasiados para evitar la victoria de Fangio en la primera edición del Gran Premio de Cuba.

El éxito total de la prueba envalentonó a Batista, que no solo dio el visto bueno a continuar con la prueba, sino a también aumentar la dotación en premios y mejorar las instalaciones. Sin embargo, el dictador cubano no tuvo en cuenta que los revolucionarios, y buena parte de la población cubana que perseguían derrocarle, se habían dado cuenta de que el Gran Premio de Cuba se había convertido en el mejor escaparate posible para llamar la atención internacional a su causa. Hay que tener en cuenta que la revolución en ese momento no era comunista, tal y como la conocimos años después, pues había también muchas familias adineradas cubanas deseosas de terminar con las tropelías de Batista, y que resultaron claves en esta historia.

El 23 de febrero de 1958, la víspera de la segunda edición del Gran Premio, un grupo del movimiento guerrillero 26 de Julio secuestró en el hall del Hotel Lincoln a Juan Manuel Fangio, mientras charlaba con Stirling Moss y algunos de sus mecánicos. Fue un secuestro bastante amateur, en el que después de un par de cambios de coche y casa, el piloto argentino pasó la noche en una de El Vedado, la zona más acaudalada de la ciudad, propiedad de una de las muchas familias ricas que al principio apoyaron al movimiento revolucionario.

placeholder Después del secuestro de Cuba, Fangio se replanteó muchas cosas y sólo corrió una carrera más de Fórmula 1 en Reims y decidió retirarse. (Archivo Maserati)
Después del secuestro de Cuba, Fangio se replanteó muchas cosas y sólo corrió una carrera más de Fórmula 1 en Reims y decidió retirarse. (Archivo Maserati)

Un secuestro agradecido

Fangio siempre reconoció que fue muy bien tratado por sus secuestradores, que le pidieron mil veces perdón por lo que hacían, por lo que necesitaban llamar la atención del mundo para defender su causa. Fangio incluso acabó agradeciéndoles que le secuestraran, porque durante la carrera se descubrió un fallo en su Maserati que fue ocupado por Maurice Trintignant, y que pudo haberle costado la vida. O incluso peor aún, porque la carrera acabó anticipadamente en tragedia a causa de un accidente del piloto local Armando García Cifuentes, donde fallecieron siete espectadores.

Una vez terminado el Gran Premio, los secuestradores se enfrentaron con un problema importante para liberar a Fangio, porque temían que la policía militar de Batista le matara y les echara la culpa a ellos ante el mundo para desacreditar totalmente su causa. Fue el propio piloto argentino el que les dio la solución cuando les sugirió que llamaran al embajador argentino, porque él sabía que era primo del Che Guevara. De ese modo el episodio se resolvería sin problemas.

El secuestro y la tragedia en la que acabó el Gran Premio fue un golpe durísimo para Batista. De repente, todos los periódicos del mundo se hicieron eco de la situación y hasta los propios cubanos empezaron a cuestionarse qué tipo de control podía tener un régimen que no pudo impedir y posteriormente atrapar a los que habían secuestrado al mejor piloto del mundo en el hotel más lujoso del centro de La Habana. Algunas balas las carga el diablo, y lo que comenzó como una exitosa maniobra de propaganda de Fulgencio Batista acabó como uno de los principales detonantes de su posterior caída.

No es nuevo que un país quiera albergar una carrera de Fórmula 1 para situarle en el mapa mundial o mostrar sus bondades ante una audiencia global. Impactar hoy día en casi mil millones de personas ha permitido, por ejemplo, que Baréin pase de ser un emirato absolutamente desconocido a que buena parte del planeta dónde ubicarlo. Pero a menudo hemos visto claras motivaciónes políticas detrás de la intención de atraer a la flor y nata del automovilismo mundial. Lo que hoy día vemos en Arabia Saudí o en China no es muy distinto de lo que sucedía en Cuba a finales de los cincuenta. Sin embargo, el plan no salió ni mucho menos como se esperaba.

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