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Después de Mónaco y Spa-Francorchamps, la Fórmula 1 amenaza ahora el futuro de Monza
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PELIGRA EL GP DE ITALIA

Después de Mónaco y Spa-Francorchamps, la Fórmula 1 amenaza ahora el futuro de Monza

Los dirigentes actuales no saben de historia ni sentimentalismos. Tanto criticar la codicia de Bernie Ecclestone y va a resultar que él era todo un romántico del automovilismo

Foto: Nunca faltan los aficionados de Ferrari en Monza. (Reuters/Massimo Pinca)
Nunca faltan los aficionados de Ferrari en Monza. (Reuters/Massimo Pinca)

La Fórmula 1 tal y como se conoce en la actualidad, guste o no, es obra de Bernie Ecclestone. El magnate británico fue el que convirtió lo que era básicamente un circo rodante de roulottes y tiendas de campaña por Europa en el espectáculo global que es hoy día. En el camino a convertirse en el espejo en el que se tenían que mirar todos los deportes en la búsqueda de la excelencia, Ecclestone levantó muchas ampollas, porque, por hacerlo corto, los países y circuitos organizadores pasaron de ganar dinero a tener que pagar. Aquella imagen de avaricioso despiadado fue el precio que tuvo que pagar por cambiar el automovilismo para siempre. Y en cierto modo, el mundo del deporte también.

Ahora se ven como normales, en las grandes competiciones deportivas, conceptos como la venta centralizada de derechos televisivos, los 'hosting fees' (canon de inclusión en el campeonato) o los patrocinadores oficiales. Sin embargo, antes de que apareciera Ecclestone, cada circuito tenía su acuerdo televisivo, su publicidad estática y su zona VIP. Para albergar una prueba del Mundial, solo tenían que aportar un circuito medio decente y pagar las comilonas y hoteles de los prebostes de la FIA. Normal que todo aquel tinglado se revolucionara cuando Bernie les despojó de todo. Y les dejó el taquillaje como única fuente de ingresos.

Había hueco para el romanticismo

Poco a poco, todas las organizaciones y países que no aguantaban las anuales vueltas de tuerca de Ecclestone fueron cayendo una detrás de otra. El dueño y señor del circo les pedía más dinero y más inversiones en modernizar sus instalaciones. Aquellos chamizos de medio pelo no cabían en el estándar de excelencia que Bernie tenía en mente. O se ponían las pilas o estaban fuera del calendario. Sin embargo, en aquel implacable y tiránico corazón que veían muchos, había también hueco para el romanticismo. El padrino de la Fórmula 1 siempre tuvo en sus negociaciones a cuatro niños mimados: Brasil, Mónaco, Spa-Francorchamps y Monza.

Brasil, además de la única prueba de Sudamérica, debía su posición de privilegio a que era el país que siempre pagaba más dinero en concepto de derechos televisivos. Por eso, Ecclestone hacía la vista gorda a unas instalaciones un poco cochambrosas. En Spa-Francorchamps llegó un momento en el que él mismo se convirtió en promotor del circuito, porque sabía que la Fórmula 1 no podía prescindir del mejor del mundo. A fin de cuentas sabía de la importancia, porque en sus años mozos había sido también piloto. Mónaco, por su parte, era el principal escaparate de lujo, glamour e historia que quería proyectar el campeonato. Finalmente, quedaba Monza, el templo sagrado de la velocidad, el circuito más antiguo del mundo, la casa de Ferrari. En resumen, el cuarto pedrusco de una corona que había que cuidar.

Pese a ser británico, llama la atención que Ecclestone no tuvo con Silverstone, el circuito de su tierra, los mismos miramientos que tuvo con los cuatro privilegiados mencionados anteriormente. Las exigencias y el canon que cobraba a Silverstone eran significativamente mayores que las que pedía a su pequeño club de privilegiados. Baste decir, como ejemplo, que hace 20 años Mónaco no pagaba nada y Monza apenas tres millones de euros. Por su parte, otros grandes premios, como los de Gran Bretaña y España, pagaban 16 y 20 millones respectivamente.

placeholder Carlos Sainz, en el Gran Premio de Italia. (Reuters/Vincent West)
Carlos Sainz, en el Gran Premio de Italia. (Reuters/Vincent West)

Su criterio a la hora de decidir cuánto iba a cobrar de canon a una organización era caso a caso. Y consistía en una mezcla de lo que le interesaba comercialmente un determinado país o ciudad, por un lado, y los años que venía dicho país organizando grandes premios. Era una forma de premiar a aquellos organizadores que habían sido fieles a la Fórmula 1 durante más años y que, a su vez, habían hecho sus deberes en cuanto al estándar de sus instalaciones. Esa es la razón por la que el GP de Cataluña pague alrededor de 25 millones de euros anuales, mientras que la recién llegada Arabia Saudí pague cerca de 70. Es decir, Ecclestone apretaba, pero sabía también tratar mejor a quien lo merecía.

De hecho, prueba de ese romanticismo es que Bernie Ecclestone perdonaba a veces incluso parte del pago del canon, si por circunstancias especiales había sucedido algún descalabro económico. La filosofía del británico era que una organización nunca ganara dinero, pero que al mismo tampoco se fuera a la ruina por sus exigencias. El beneficio tenía que ser entendido por los países no dentro del apartado monetario del evento, sino en el impacto económico generado en la zona, así como ponerles en el mapa mundial durante un fin de semana, delante de 700 millones de espectadores. Así se gestionó la Fórmula 1 durante muchos años, hasta que Ecclestone se dió cuenta que sus 'niños mimados' invertían poco y ganaban mucho.

Un asunto de estado

En el último contrato que Bernie Ecclestone firmó con Monza, el canon subió nada menos que de tres a 20 millones de euros, cifra que luego fue rebajada a 17, al darse cuenta del descalabro económico que sufría el ACI (Automóvil Club de Italia), el usfructuario de la pista situada al norte de Milán. Aquello fue una maniobra de presión para que Matteo Renzi, en su momento presidente de Italia, tomara conciencia de lo importante que era para su país invertir en el circuito y mantener la prueba en el calendario.

Fruto de aquellas presiones, se aprobó un plan de inversiones por valor de 70 millones de euros en mejora de las instalaciones a pagar en diez años, así como una subvención de 10 millones anuales adicionales, a cuenta del excedente de IVA generado por el evento. Las aguas parecía, por tanto, que iban a estar calmadas por unos años, pero Bernie Ecclestone vendió el circo a Liberty Media y los nuevos gestores hicieron tabla rasa de todas los miramientos antiguos de Ecclestone. Con una cola de peticiones por organizar carreras de Fórmula 1 por todo el mundo, han dejado claro a Monza, como antes hicieron con Mónaco o Spa-Francorchamps, que aquí ya no hay espacio para sentimentalismos.

Stefano Domenicali, el jefe actual de la Fórmula 1, ha advertido a todas las organizaciones europeas que sin un mínimo de 25 millones de euros de canon, y un esfuerzo redoblado en la mejora de las instalaciones y vías de acceso, no hay fecha en el calendario para ellos por mucha historia que traigan por detrás. No es la mejor manera de presentarse en la fiesta de aniversario del circuito de Monza, que como autódromo vivo más antiguo del mundo que es cumple este fin de semana nada menos que 100 años de existencia. En la era Post-Ecclestone se han asumido todas sus más duras tácticas negociadoras, pero a la vista está que sin ningún espacio como antaño para el romanticismo. Muchos que el pasado criticaban a Bernie ahora le estarán echando de menos.

La Fórmula 1 tal y como se conoce en la actualidad, guste o no, es obra de Bernie Ecclestone. El magnate británico fue el que convirtió lo que era básicamente un circo rodante de roulottes y tiendas de campaña por Europa en el espectáculo global que es hoy día. En el camino a convertirse en el espejo en el que se tenían que mirar todos los deportes en la búsqueda de la excelencia, Ecclestone levantó muchas ampollas, porque, por hacerlo corto, los países y circuitos organizadores pasaron de ganar dinero a tener que pagar. Aquella imagen de avaricioso despiadado fue el precio que tuvo que pagar por cambiar el automovilismo para siempre. Y en cierto modo, el mundo del deporte también.

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