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De Varsovia a Praga: historia del 'Tour rojo' que enfrentó a soviéticos y alemanes del este
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Entrevista a Herbie Sykes

De Varsovia a Praga: historia del 'Tour rojo' que enfrentó a soviéticos y alemanes del este

La prueba del palomo empezó como una carrera con trasfondo pacífico por un continente destruido por la guerra, pero con el paso de los años se convirtió en una batalla

Foto: La increíble historia de Dieter Wiedemann en la Carrera de la Paz.
La increíble historia de Dieter Wiedemann en la Carrera de la Paz.
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Lo llamamos Carrera de la Paz. Solo que ese no fue su auténtico nombre. Course de la Paix, sí. Sencillo, ¿no? Pero tampoco. O no solo. Tiene otros tres, en honor a su muy particular naturaleza. Závod Míru, en checo. O Wyścig Pokoj, si prefieren polaco. Friedensfahrt, germano con acento del este. Durante años, apareció muchas veces por las páginas del 'Правда' como Велогонка Мира. En fin, para qué continuar. La prueba del palomo…

El año 1948 fue jodido en Europa del Este. A ver, fue jodido en todo el continente, ya saben, pero allí más. Mucho más. Por decirlo en pocas palabras, los nazis habían dejado aquello hecho unos zorros. Destrozadito, oigan. Además, toda esa zona había quedado tras el Telón de Acero, una frontera tan imaginaria como real cuyo bautismo vino por parte de un inglés aficionado al pimple. Que estaban bajo influencia soviética, vamos. Situación un poco extraña. Así que a quién se le iba a ocurrir hacer una carrera en bici por esa zona, ¿no creen? Qué locura. Pero, mira tú por donde, ocurrió.

Digamos que esa idea vino bendecida por la oficialidad. Nació, como nacen siempre estas cosas, desde la imaginación chispeante y aguardentosa de algunos periodistas. Polonia, Checoslovaquia. Oye, qué te parece… en bicicleta, sí, sí, en bicicleta, de Varsovia a Praga, podría quedar chulo, ¿no? El tema es que ese proyecto muy pronto fue abrazado por el 'Trybuna Lucu' y el 'Rudé Právo', que eran publicaciones oficiales del régimen en ambos países. Las del Partido. Vamos, que manejaban posibles. Claro, eso estaría bien. Nos ayudaría, nos ayudaría mucho. Hagámoslo.

placeholder Wiedemann, en la Carrera de la Paz.
Wiedemann, en la Carrera de la Paz.

Es imposible deslindar qué era política y lo que fue deporte en el nacimiento de esta carrera”, dice Herbie Sykes. Hablo con Herbie a raíz de la lectura de su libro 'La carrera contra la Stasi', recientemente traducido al castellano por la editorial Libros de Ruta. Allí se narran las peripecias de un ciclista de la RDA, Dieter Wiedemann, que en los años sesenta huyó hasta la Alemania Occidental. Y se habla mucho, cómo no, de esta Carrera de la Paz. Imagen de unidad comunista, de hermanamiento proletario. Cliché de pasquín y cartelería. Pero Herbie no se queda en lo superficial, ahonda más allá. “Sin embargo, creo que la idea fue la más hermosa en la historia del deporte. Eran mensajeros de la paz viajando por un continente destruido a causa de la guerra. Es fácil ser cínico sobre las actividades deportivas durante la Guerra Fría, pero en el fondo era un precepto maravilloso”. Esa doble vertiente (propagandística y puramente popular, casi filosófica) convivirá en la prueba hasta sus últimos coletazos, entrado ya el siglo XXI, cuando ya nada era como fue...

"La idea fue la más hermosa en la historia del deporte. Eran mensajeros de la paz viajando por un continente destruido a causa de la guerra"

Aquel primer año... exitazo. Victoria final para un yugoslavo llamado August Prosenik que, pese a su nombre, ni calzaba melena rubia ni fumaba dos cajetillas diarias de tabaco. Tampoco tenía tendencia a lesiones y discotecas. La etapa inicial se pedalea el 1º de mayo de 1948, y fue auténtico fenómeno de masas. Cada parcial terminaba en grandes estadios abarrotados de gente desde muchas horas antes, porque el acontecimiento no era únicamente deportivo, sino también social. Pistas de ceniza donde mantener el equilibrio resultaba poco menos que un milagro. Pero antes... lo otro. Exhibiciones gimnásticas, arengas a los obreros, quizá la presentación del último filme protagonizado por 'Proletario y parásito'. En fin, ya me entienden. Igual algunos de ustedes sienten la tentación de colocar marionetas donde solo hay espectadores, de pensar que cada uno de ellos tenía la mano de un 'apparátchik' metida por el culo. Y oigan... a veces sí, pero otras, pues... Volvemos a preguntar a Sykes. A la Carrera de la Paz la llamaron, a veces, el Tour de Francia del Este. Que si era para tanto. Y él no duda. “En cuanto a espectadores, fue mucho, mucho más grande. Los partidos se esforzaron por cultivar a ciertos campeones como ídolos del deporte socialista, y por articular el hecho de que sus éxitos eran tanto ideológicos como deportivos. La gente tenía la obligación cívica de asistir, pero la carrera, como la Spartakiada, era sinónimo de diversión”.

Uno muy reconocible, además. En esta prueba, importaba tanto la clasificación por equipos como la individual, porque aquello era sinónimo de unión colectiva, ya saben. Disputada por países, la selección que encabezaba esa tabla vestía maillot azul (la coincidencia con los colores del Movistar es, sospechamos, únicamente casual) y tenía bordada en el pecho la paloma de Picasso, símbolo sempiterno de la paz. Bueno, cuando esos jerséis correspondían a algunos sucios capitalistas como los ingleses, ese animal metafórico desaparecía de allí, porque tampoco es plan de pasarnos y vender ideas raras. Ah, sí... Eso, que iban también otras selecciones además de las del Bloque. Las clásicas europeas. También exóticas. La India. Cuba. Egipto. Colorido en una Europa central que miraba con ojos de blanco y negro. Eso sí, las federaciones occidentales mandaban 'amateurs', y a veces ni siquiera los más destacados. Primero, porque la carrera era muy dura para ellos, y después porque la replicaron, de alguna forma, con el Tour de l'Avenir y el Giro delle Regioni. Con todo, por allá pasaron nombres reconocibles, me cuenta Herbie. “Bracke, Winnen, Van Poppel, Madiot, Rooks, Van der Velde, Danguillaume, Ovion, Demeyer, Guyot, Bernaudeau”. Hasta Miguel Indurain. Año 1983. Dieciocho primaveras tenía la criaturita. No destacó nada de nada.

placeholder La Carrera de la Paz. (Bundesarchiv, 'Bild')
La Carrera de la Paz. (Bundesarchiv, 'Bild')

También empieza a despuntar la estética. Los carteles, tan icónicos, tan 'kitsch' a nuestros ojos de hoy. Arte proletario en estado puro. O las fotografías, auténticos ríos de gente que se agrupaban en cunetas, en las calles de cada pueblo por el que pasaba esta carrera. En los puertos no, porque no había allá. Los compromisos eran otros. Muros empinados, de esos que subes haciendo eses. El Harz, por ejemplo. Pero la dificultad principal fue distinta. Europa central. Mes de mayo. Meteorologías inclementes, ciclistas 'amateurs' pedaleando bajo infiernos de nieve y barro. Desmoralizador.

placeholder Cartel de la Carrera de la Paz de 1960.
Cartel de la Carrera de la Paz de 1960.

Comienzan los problemas

Tres fechas clave. Iconos, iconos (nunca mejor dicho). Año 1950, cuando solicita participar una selección de la República Democrática Alemana. Ahí está, nada menos. Imaginen el escándalo. A ver, no pretendo meterme demasiado en asuntos de Historia, pero apenas un lustro antes andaban los germanos repartiendo amor a raudales por Polonia y Checoslovaquia, precisamente. Entre otros sitios, vaya, porque tenían amor de sobra paso de oca va, paso de oca viene. En fin, no les podemos negar que acudan, ahora son hermanos en el socialismo, y todo eso está olvidado, y sus culpables fuera de los gobiernos (ejem), pero oigan... no esperen acogida agradable. Y no la hubo. Abucheos en caminos, hostilidad de los espectadores, incluso algunos desplantes a nivel protocolario. No importaba, el 'Neues Deutschland', que era el diario que había mandado allí a los muchachos, estaba feliz con el resultado. Digamos que cargó las tintas sobre elementos positivos, sobre conversiones lacrimógenas que plasmaban en la práctica eso tan bonito que prometemos. La paz, la amistad, la superación de dificultades que no fueron nuestras, hostias, porque nosotros no estábamos allí. O sí, pero finjamos que no. Ustedes me entienden. Así que solo dos años más tarde dan otro paso, y Berlín viene a unirse a Praga y Varsovia. Ahora la Carrera de la Paz atravesará tres naciones. A mis brazos, camaradas.

El tercer momento es en 1954, cuando los hermanos soviéticos mandan por primera vez una selección. Los checos, cuenta Herbie, se opusieron frontalmente, pero no había forma de impedir esa participación sin crear una imagen... distorsionada respecto de la deseable. Un par de años después, la Unión Soviética domeñaba la clasificación por escuadras, y en 1961 Yuriy Melikhov conquistaba por primera vez el triunfo final. Fue el primero de ellos.

Llegarían más. Y eso, pese a cierto desapego 'oficial' a la prueba en sí misma. “Los soviéticos no estaban tan interesados en el ciclismo de carretera. Les gustaba la pista y los 100 kilómetros de contrarreloj por selecciones (era algo muy comunista), pero la Carrera de la Paz fue menos importante que para los países organizadores. Por eso a Soukho no se le permitió acudir en 1980. Los Juegos Olímpicos de Moscú se acercaban, y esa era una cita que debía cumplir...”. Soukho es Sergei Nikolaevich Soukhoruchenkov, un tipo con un palmarés más largo que su apellido, un auténtico dominador del calendario 'amateur' a finales de los setenta y principios de los ochenta. Podría ganar a Hinault, decían algunos... Solo que jamás se enfrentaron en plenitud, porque aquel mundo eran dos mundos, y estos se rozaban, fingían ignorarse, sabían del otro lo justo. Pregunto a Herbie si Soukho es el mayor campeón de siempre en la Carrera de la Paz, y él tiene una opinión bastante distinta. “Diría que el más grande es Gustav-Adolf Schur por lo que respecta a la conciencia pública y la fama, sin duda. Kròlak también tuvo mucho eco por todo tipo de razones (algunas geopolíticas), y también Szurkowski y Szozda despertaron la fascinación del público en Polonia. Szurkowski, por ejemplo, era un ciclista maravillosamente elegante, mientras que Soukho parecía solo una bestia"...

placeholder Gustav-Adolf Schur.
Gustav-Adolf Schur.

"Era la Carrera de la Paz, pero, sobre todo para alemanes del este y soviéticos, resultaba una guerra. Había un trasfondo pacífico, pero todo resultaba un gran engaño”

Claro que para entonces el asunto se había deteriorado bastante. Lo de la hermandad y la fraternidad y esas cosas. Competición pura y dura. “Al principio, creo que el sentido de compañerismo era realmente genuino, pero hablando con tipos como Ampler y Drogan, que corrieron para la República Democrática Alemana en los setenta y ochenta, aquella competencia suena bastante feroz”, dice Sykes.Y continúa. “Esa fue, por supuesto, la paradoja. Era la Carrera de la Paz, pero, sobre todo para alemanes del este y soviéticos, resultaba una guerra. Había un trasfondo pacífico, pero todo resultaba un gran engaño”. Lo otro también se iba deteriorando. Lo otro. La política, digo. La Carrera de la Paz dura hasta 2006 (el último vencedor fue el italiano Giampaolo Cheula) e incluso a día de hoy existe una competición juvenil con idéntico nombre. Pero son sucedáneos, bastardeos de la tradición mayor. La prueba fenece extraoficialmente entre 1989 y 1990. A partir de entonces, hacer un 'Tour de Francia del Este' tenía poco sentido, entre otras razones, porque los grandes ases de esos países ya corrían el Tour de Francia de... bueno, de Francia. Así que nada, decadencia y fin.

Termino preguntando a Herbie por la opinión que existe en aquellos países donde tuvo tanta importancia la prueba. “Aún tiene cierta fama, sobre todo en la antigua parte oriental de Alemania y en Polonia. Durante un tiempo, casi cayó en el olvido, porque la gente quería disociarse de todo lo que recordase aquella época. Pero de unos años a esta parte, se ha vuelto a reflexionar sobre la Carrera de la Paz, y hoy podemos contextualizarla como el evento absolutamente masivo y popular que fue”. Y hoy... ¿cómo encajaría una Carrera de la Paz en nuestra sociedad actual? “Yo creo que necesitamos una Carrera de la Paz. Viendo carteles y afiches, se puede ver lo idealista que era todo. Ciclistas, proletarios, mineros, tipos de todas las naciones y bajo todas las banderas, pañuelos rojos comunistas. Creo que realmente pensaban que se podía construir un mundo mejor, un nuevo tipo de ser humano”. Y añade, dejando puntos suspensivos en el aire. “Pero...”.

Lo llamamos Carrera de la Paz. Solo que ese no fue su auténtico nombre. Course de la Paix, sí. Sencillo, ¿no? Pero tampoco. O no solo. Tiene otros tres, en honor a su muy particular naturaleza. Závod Míru, en checo. O Wyścig Pokoj, si prefieren polaco. Friedensfahrt, germano con acento del este. Durante años, apareció muchas veces por las páginas del 'Правда' como Велогонка Мира. En fin, para qué continuar. La prueba del palomo…

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