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Cómo Awet Andemeskel ha pasado de la pobreza más absoluta al Giro de Italia
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"Voy en una ola"

Cómo Awet Andemeskel ha pasado de la pobreza más absoluta al Giro de Italia

El eritreo es todo un ejemplo de superación y perseverancia en el mundo del deporte. Iba para granjero, pero descubrió el ciclismo y persiguió su sueño. Vivió sin papeles en Suecia

Foto: Awet Andemeskel, con el Israel Cycling Academy en África. (EFE)
Awet Andemeskel, con el Israel Cycling Academy en África. (EFE)

Cuando Awet Andemeskel cogió su primera bicicleta a la edad de once años jamás pensó que acabaría dedicándose al ciclismo de manera profesional, mucho menos que llegaría a debutar en el Giro de Italia, pero así ha sido. Lo ha hecho en las filas del Israel Academy Cycling, el equipo que le dio la oportunidad de su vida y le sacó para siempre de la miseria. "Voy en una ola, necesito parar el mundo para analizar seriamente lo que me está pasando", explica emocionado a El Confidencial. En su pasaporte pone que es sueco, pero Awet pasó los mejores años de su vida en España, entre el País Vasco y Madrid. Aquí encontró su hogar, su lugar en el mundo tras escapar de su Eritrea natal, al este de Africa, limitando con el mar Rojo, incapaz de hacer frente al hambre y a la escasez de todo.

La pobreza marcó su vida y su infancia. Creció en la nada más absoluta, en una pequeña aldea sin agua corriente. Aprendió a arar casi antes que a escribir. Sus padres le necesitaban, era el mayor de nueve hermanos y había que sacar a la familia adelante. Su día a día transcurría entre ganado y tierra, en jornadas infernales bajo el sol: "Mis padres tenían una granja que no es comparable a las que se ven por aquí. Tuviera o no escuela me tocaba estar con las ovejas en los pastos del monte, trabajando en las huertas de alrededor de la casa con mi madre o yendo a la poza a por agua". Su vida estaba enfocada a la agonía, pero un dia recibió un regalo y su destino comenzó a virar. Una bicicleta, tan sencillo como eso. "Mi padre se la compró a un vecino. Era viejísima y daba muchos problemas, pero era una buena herramienta para volver lo antes posible a casa y seguir ayudando". Lo que en Europa sería un juguete para un niño, en el país africano es un vehículo de enorme utilidad. Antes de eso, el joven cubría los 15 kilómetros que separaban su hogar del colegio a pie, como la gran mayoría.

Awet se sentía libre a lomos de su bici y cada vez sumaba más kilómetros por placer. Apenas conocía el nombre de ningún ciclista de élite porque, evidentemente, no existía la posibilidad de tener televisión. Solo sabía que aquella sensación de subir cuestas como una gacela le hacía feliz. Al final, y debido al gusanillo, no le quedó más remedio que probar suerte en carreras. "Empecé con la mountain bike porque apenas teníamos carreteras asfaltadas. Un club de la comarca me vio y me invitó a competir. A mi padre aquello no le hizo demasiada gracia, la verdad, no soportaba que perdiese el tiempo jugando a ser ciclista", comenta.

Ganó casi todas las pruebas en las que participó y ya en juveniles, en el conjunto Debub, empezó a destacar. La convocatoria de la Selección eritrea -aunque no se lo crean el ciclismo es especialmente popular en el país- no tardó en llegar. Por entonces Awet ya soñaba con competir en Europa y ser una referencia para su comunidad. Se trasladó a Asmara, la capital del país, y allí presenció las primeras carreras de su gran ídolo, Alberto Contador. Sus padres, que empezaron a ser conscientes de que tenía un talento especial, le apoyaron, aunque carecían de recursos para poder sufragarle una carrera en otro continente.

Él mismo creó su propia oportunidad. Tras competir con su combinado nacional en Italia, ya como sub23, vio que podía tener hueco entre los profesionales del pelotón. En 2013, con 21 años, le llamaron para la gran cita: el Campeonato del Mundo de Florencia. Awet se despidió de sus hermanos, de sus padres y de su pareja, con la que estaba prometido, consciente de que, si su plan salía bien, no les volvería a ver en mucho tiempo. No les dijo nada, pero en su cabeza tenía claro el siguiente paso. Cansado del odio, las constantes tensiones entre su país y Etiopía y la represión decidió ir más allá. Corrió el mundial, que tuvo que abandonar por deshidratación, y cuando llegó al hotel emprendió la fuga.

placeholder Awet Andemeskel, durante una carrera con su selección en África
Awet Andemeskel, durante una carrera con su selección en África

En plena noche, cuando la gran mayoría descansaba, Awet empaquetó algunas cosas, cogió algo de comida y echó a andar sin saber muy bien a dónde iba. Entendió que en Suecia había una amplia comunidad de eritreos asiliados y tomó esa dirección. Allí se dio de bruces con la realidad. Cumplimentó la petición de asilo, pero se la denegaron. "Viví donde pude, en diferentes casas, a escondidas. Tengo familiares lejanos, amigos... en Eritrea no te diré que fuese el más famoso del país, pero los ciclistas que hemos corrido con la selección nacional somos conocidos y la gente estaba dispuesta a ayudarme", afirma. Trabajó recogiendo latas y botellas de vidrio que luego vendía en puntos de reciclaje, siempre con el frío nórdico metido en el cuerpo. Con lo poco que ganaba consiguió susbsistir y enviar periódicamente dinero a su familia. Por supuesto, abandonó sus sueños de ciclismo. No tenía bici ni tampoco tiempo para practicar. Suecia, además, no es un país especialmente aficionado a este deporte. Dos años después, en 2015, consiguió los papeles. En verdad, un pasaporte especial con estatus de refugiado.

Su oportunidad en España

Fue la primera gran noticia en tiempo, que no la única porque el destino le tenía guardado un sorpresón: el Marco Polo Cycling Team, una escuadra con sede en Holanda que tuvo categoría Continental durante una década hasta 2012, regresaba ahora con el deseo de ofrecer una oportunidad a refugiados con ganas de desarrollar su talento, integrarse en la sociedad y en el mundo del ciclismo. Awet se subió a ese carro dispuesto a recuperar el terreno perdido. La formación, compuesta por corredores eritreos y, sobre todo, sirios no anduvo sola. Desde Euskadi contaba con la inestimable colaboración de una ONG, Proyecto Ciclista Solidario, que disponía de academia de formación y un equipo patrocinado por la empresa Ner Group. Los managers del Marco Polo les propusieron a los vascos quedarse con los eritreos y así fue como Andemeskel llegó a España en 2016.

"No me costó tanto adaptarme a vuestras costumbres como volver a coger el ritmo de competición tras dos años sin tocar la bici", asegura. Poco a poco fue recuperando su golpe de pedal, ese que le hacía subir las rampas a buen nivel. Completó buenos test de esfuerzo y, pese a que no ganó ninguna prueba, se mantuvo en la pomada en las carreras importantes. Un par de meses después, en la siempre exigente Vuelta a Cantabria, finalizó quinto en la clasificación general y llamo la atención del ya desaparecido conjunto Kuwait - Cartucho.es, de propiedad española, pero con subvención de la federación kuwaití. Ya no tenía que volver a Suecia, le ofrecían dar el salto a la tercera categoría del pelotón. La emoción le invadió por completo. En aquel conjunto se encontró de compañero con un ilustre como Davide Rebellin, vencedor de las tres pruebas que componen el Tríptico de las Ardenas. "Es un gran profesional. Me enseñó muchos trucos para poder coger sitio dentro del 'paquete' y me ayudó mucho en mis primeros pasos. Es un señor de los pies a la cabeza", recuerda. Dentro del staff coincidió de nuevo con Marcelino Pacheco, responsable de comunicación, al que ya conocía de su etapa en la ONG vasca. "Yo flipaba con él porque cuando se quedaba en mi casa a dormir solo quería descansar, ya le podías proponer ir a dar una vuelta, tomar algo, cenar...el tío te decía muy amablemente que no, que había que reponer fuerzas. Su dedicación era completa", señala el español.

placeholder Andemeskel, con sus compañeros tras ganar la general del Tour de Austria. (yallaACADEMY)
Andemeskel, con sus compañeros tras ganar la general del Tour de Austria. (yallaACADEMY)

El paso a profesionales

En el Cartucho ya disputó pruebas notorias en Suecia o Francia, pero fue en la Vuelta a Portugal donde Óscar Guerrero, exdirector de Euskaltel ahora en las filas del Israel Cycling Academy, quedó prendado por sus excelentes cualidades. Le ofreció un hueco en el equipo amateur, pero, tras la baja del turco Ahmet Orken, Andemeskel fue el elegido para ocupar su puesto en la segunda categoría del pelotón internacional. Ya era profesional. Su gran sueño, cumplido. "Sentí una satisfacción enorme, como nunca antes. Fue un alivio también porque hasta ese momento me estaban ayudando económicamente dos buenos amigos del País Vasco y poder vivir con mi propio dinero me dio mucha tranquilidad", indica: "Lo primero que se me vino a la cabeza cuando recibí la noticia fue mi padre, pero no podía llamarle. Sí llamé a mi novia, que estaba en la capital del país y allí hay teléfono".

Awet se reencontró por primera vez con sus familiares este pasado invierno, tras cinco largos años de ausencia. Lo hizo en Etiopía, el país vecino. El eritreo aprovechó el viaje para contraer matrimonio con su novia en un acto emotivo donde no faltaron ni las risas ni las lágrimas. Según el corredor, su padre es ahora el hombre más orgulloso de toda Eritrea. Su primer curso entre los profesionales lo solventó bien, adaptándose a la enorme exigencia, pero ha sido en este 2019 cuando ha ganado más peso en el equipo. Antes, en la clásica italiana de Los Tres Valles, donde Alejandro Valverde estrenó el maillot arcoíris, rodó junto a los grandes favoritos en los kilómetros finales.

Su implicación, capacidad de sacrificio y esfuerzo le han valido como recompensa estar entre los elegidos para la primera grande del año, donde su formación tiene como líder a un clásico: Rubén Plaza. "¿Mi siguiente objetivo?, ganar una etapa del Giro este año por qué no", contesta con descaro. El ciclista tendrá a su país pendiente. Su compatriota Ama Gehereigzabher (Dimension Data) es igualmente de la partida. Pase lo que pase, con su particular historia, Awet ya ha ganado.

Cuando Awet Andemeskel cogió su primera bicicleta a la edad de once años jamás pensó que acabaría dedicándose al ciclismo de manera profesional, mucho menos que llegaría a debutar en el Giro de Italia, pero así ha sido. Lo ha hecho en las filas del Israel Academy Cycling, el equipo que le dio la oportunidad de su vida y le sacó para siempre de la miseria. "Voy en una ola, necesito parar el mundo para analizar seriamente lo que me está pasando", explica emocionado a El Confidencial. En su pasaporte pone que es sueco, pero Awet pasó los mejores años de su vida en España, entre el País Vasco y Madrid. Aquí encontró su hogar, su lugar en el mundo tras escapar de su Eritrea natal, al este de Africa, limitando con el mar Rojo, incapaz de hacer frente al hambre y a la escasez de todo.

Bicicleta Alberto Contador Etiopía
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