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Landa (Bardet y Urán) aspiran al sueño de Beloki: sobrevivir a la dictadura de Froome
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el británico ganó su cuarto tour

Landa (Bardet y Urán) aspiran al sueño de Beloki: sobrevivir a la dictadura de Froome

No estaba como en otras ediciones y las diferencias con sus rivales han sido mínimas, pero una vez más ahí arriba estaba Froome, vestido de amarillo y con los Campos Elíseos como segundo hogar

Foto: Mikel Landa, Chris Froome y Cyril Gautier. (EFE)
Mikel Landa, Chris Froome y Cyril Gautier. (EFE)

Froome ha ganado el Tour de Francia. ¿Y dónde está la noticia? Era una evidencia, al nivel del oro de Usain Bolt en los Juegos de Río. No es que todo lo que no fuera su victoria final sería una sorpresa, es que directamente no había opción a la sorpresa. Siendo claros, sí la había. Este año más que nunca, en realidad. O menos, nunca lo sabremos a ciencia cierta. Porque uno puede pensar que en este 2017 hemos visto al Froome más débil desde que levantara por primera vez el león de peluche en los Campos Elíseos de París. O, por el contrario, se podría analizar que nunca había tenido rivales tan duros. Resulta engañoso pensar en lo segundo como razón de su ajustado éxito y más en la casi imposibilidad de que sucediera otra cosa que no fuera lo de siempre. Lo mismo de los últimos tres años.

Unos años antes de que a Joseba Beloki le encuadrasen como parte de la ristra de corredores colegas de Eufemiano Fuentes, era la única y verdadera esperanza española en el Tour de Francia. Fueron años duros aquellos de principios de siglo XXI para el ciclismo patrio. Cómo no iban a serlo. Aún estaba caliente el sillín de Miguel Indurain y a su cola no traía una copia, un clon con el que aspirar a ganar el amarillo cada vez que se tenía opción. Heredó Olano parte de la responsabilidad sin ser lo mismo que Miguelón y España tuvo que esperar un lustro hasta que Beloki subía las rampas de los Alpes y los Pirineos emparejado con Lance Armstrong y Jan Ullrich.

Teníamos uno bueno ahí corriendo, además de a Escartín ganando etapas. La estructura del equipo ONCE estaba diseñada para mantener todo lo posible a Beloki entre los mejores, con Manolo Saiz pergeñando estrategias no siempre éticas. Y la verdad es que funcionaba. El único inconveniente que tenían es que todavía nadie había podido demostrar lo mucho que se metía Armstrong para ser tan bueno y claro, tenían que luchar contra un hombre fuera de lo común que, además, llevaba un motor artificial corriéndole por las venas. De aquella manera y ante una situación excepcional como aquella, Beloki sabía que se retiraría sin ganar un Tour. Ni siquiera iba a aspirar a ello, siendo objetivos. Ganar al mayor estafador de la historia del deporte era allende lo utópico.

El Tour 'ganado' por Beloki

Si la UCI y la organización del Tour hubieran simplemente reemplazado a Armstrong en la cima de cada uno de sus siete Tours, Beloki habría sumado uno y añadido un poco de gloria más al ciclismo de nuestro país. No fue así. Los dejaron vacíos, nulos todos, los siete. Se borró de golpe un buen porcentaje de la leyenda del Tour.

Esos años de monarquía absolutista de Lance Armstrong en el Tour de Francia son comparables a lo que estamos viviendo en nuestros días, aunque sin el componente del dopaje de por medio, un detalle no poco trascendente. Froome no ganó el Tour de 2012 porque el Sky prefirió que el que triunfase fuera Bradley Wiggins. No ganó el de 2014 porque se cayó y tuvo que retirarse. Si no hubiera habido una fuerza externa que le azotase de alguna manera, el pálido corredor de Nairobi habría igualado ya a Indurain. Es tan superior a los demás que ha llegado a un punto en que los que luchan con él se pelean por ser segundo, no primero.

Bardet y Urán no tuvieron piernas para más, sino es de entender que habrían intentado birlarle el amarillo a Froome. Tal vez conocían sus límites y los equilibraron para sobrevivir a toda la montaña con la ilusión intacta y el podio perfilado, no como Fabio Aru, que se creyó en condiciones de luchar por la general con aspavientos y se quedó hasta lejos del tercer cajón. Pero en realidad, la lucha que han tenido Urán y Bardet, Bardet y Urán, ha sido entre ellos. Las críticas del joven francés eran para el colombiano. Que nunca colaboraba, que siempre se escondía y aprovechaba las bonificaciones, como si eso fuera un delito o algo. Al levantarse en la bicicleta, además de probar a Froome, Bardet quería alejar a Urán, quería alejar a Aru y no permitir que Landa se acercase. El reto era ser otra vez segundo.

Y sobre Urán qué vamos a decir. Todos lo creían muerto y sepultado después de haber despuntado hace unos años y de repente, cuando nadie contaba con él para absolutamente nada, se mete en el podio. Para él ya es un éxito estar ahí, ya tiene para la posteridad la foto con el Arco del Triunfo de fondo y una sonrisa que quizás nunca pensó que iba a lucir.

La pregunta que nos haremos a partir del 1 de enero de 2018 es si entre los aspirantes al subcampeonato está también Mikel Landa. La importancia de elegir bien a partir de ahora para él es básica. Siempre lo es, pero ahora más. Si no quería ser segundo en ningún equipo, no tenía ni el más mínimo sentido fichar por el Sky, pues cómo no iba a tener por delante a alguien como Froome. Con Landa, sin embargo, hay que ir con pies de plomo. Cuando ha destacado, cuando ha hecho vueltas grandes excelentes, ha sido yendo como segundo, como gregario de algún primero. Le sucedió en el Giro y en la Vuelta de 2015 y le ha vuelto a pasar ahora. Siendo jefe de filas de Sky no pudo disputar ninguno de los dos úlitmos Giros. Pide el liderato, pero le falta la confirmación como eso, como jefe. Solo entonces se sabrá si es aspirante real a ser segundo, como los demás mortales.

Froome ha ganado el Tour de Francia. ¿Y dónde está la noticia? Era una evidencia, al nivel del oro de Usain Bolt en los Juegos de Río. No es que todo lo que no fuera su victoria final sería una sorpresa, es que directamente no había opción a la sorpresa. Siendo claros, sí la había. Este año más que nunca, en realidad. O menos, nunca lo sabremos a ciencia cierta. Porque uno puede pensar que en este 2017 hemos visto al Froome más débil desde que levantara por primera vez el león de peluche en los Campos Elíseos de París. O, por el contrario, se podría analizar que nunca había tenido rivales tan duros. Resulta engañoso pensar en lo segundo como razón de su ajustado éxito y más en la casi imposibilidad de que sucediera otra cosa que no fuera lo de siempre. Lo mismo de los últimos tres años.

Tour de Francia Chris Froome