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Contador, el penúltimo ciclista que crea afición, quiere morir matando
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realizó una etapa "de las que crean afición"

Contador, el penúltimo ciclista que crea afición, quiere morir matando

Era un día corto, perfecto para atacar. Pero nadie esperaba que Contador lo hiciera desde el kilómetro 5. Movistar se aprovechó de su locura transitoria para dejar la Vuelta prácticamente hecha

Foto: Contador hizo una etapa descomunal. (Javier Lizón/EFE)
Contador hizo una etapa descomunal. (Javier Lizón/EFE)

"Hoy dormiré mejor que ayer". Le va a costar a Contador que su frase nada más subir a Formigal se convierta en realidad. Es 'vox populi' que un día de calambres, como el de este domingo, conlleva una noche dura. El cansancio acumulado es enorme, las piernas duelen cada día. Pero duelen menos después si la satisfacción por lo hecho es grande. Está complacido por vez primera en esta Vuelta. Quizá por vez primera en el año, que iba a ser el de su retirada y el que será, finalmente, el antepenúltimo de su carrera. El de Pinto está en la recta final, sabedor de que ya no es el mejor, pero se quiere ir dejando su firma en el ciclismo.

Foto: Quintana, Brambilla y Contador, luchando por la victoria (Javier Lizón/EFE).
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"Lo bonito en el ciclismo es que se rompa el guion. El de ayer [por el sábado, en el ascenso al Ausbisque] no me gustó, porque atacaba todo el mundo sin mucha fuerza y a mí no me dejaron. Y hoy salí a tope, sin mirar atrás, sin saber quién iba detrás. A tope desde principio a fin". La intención era idílica, pero era casi imposible llevarla a cabo. Y más siendo Contador, el de ahora. Hace unos años, podía atacar a los pocos kilómetros de lanzarse la carrera y se podía confiar en que iba a salir adelante, porque era un tío valiente, descerebrado en algunas ocasiones, pero esa locura transitoria es la que le ha dado siete grandes Vueltas limpias (y dos 'sucias'). El de ahora es timorato, desconfiado de sí mismo, el peor pecado para un ciclista, para un deportista en general. Siempre que ataca mira atrás, espera reacciones de los demás y siempre se viene abajo, tarde o temprano. No pasó así en Huesca.

Bueno, en parte sí. Contador quería aparecer por fin en la Vuelta. En otras ocasiones, anunciaba que iba a hacer algo, y solo a veces cumplía su amenaza. Dijo en esta edición que si tenía oportunidad, atacaría. Lo dijo después de caerse dos veces y tardó días en hacerlo efectivo. Lo dijo en realidad en referencia a los Lagos de Covadonga, pero allí se hundió, porque esta no es su Vuelta. Esperó a una etapa dura a la vez que corta, aparentemente sencilla para los mejores. Y a los cinco kilómetros, tras una mínima prueba de Brambilla, se fue a buscar la gloria, no sin antes mirar atrás cuatro veces, que la valentía no supera todavía las dudas que le atormentan.

Foto: Javier Lizón

Entonces se fue para adelante, como si fuera el Caníbal, a romper la Vuelta. "No sé a quién llevaba a rueda, sabía que estaba apostando peligrosamente porque si nos cogían en este final nos podían meter un mundo, pero ha sido un grandísimo resultado. A veces no se gana como hoy, además, iba un poco acalambrado, pero estoy satisfecho", dijo.

No era optimista

Quizá si él se fiara de las estadísticas, de las cifras, de los vatios, Contador no habría hecho lo que hizo, o al menos en algún momento habría decidido bajar el ritmo para luego, en condiciones más favorables, volver a subirlo, esto es, planificar la carrera en torno a los números. Contador planifica las carreras en torno a las corazonadas. "En el Aubisque, cuando pasé la meta estaba disgustado, las piernas no me respondían, terminé la etapa y pensar en la de hoy fue instantáneo. No era optimista porque los puertos no eran duros, solo miraba el porcentaje, era complicado", fue el resumen de lo que fue su tarde-noche del sábado. Vagos pensamientos en los porcentajes y la idea de hacer algo grande paseándose a hurtadillas por su cabeza inquieta.

A esa idea descabellada, que en todo el pelotón que había tomado la salida en Sabiñánigo solo se le podía ocurrir a él, se apuntó también el Movistar. "Era la estrategia prevista y salió bien", aseguró Valverde después de la etapa. Cuesta creerlo, porque Movistar no es así, de hecho es todo lo contrario. La estrategia está lejos de ser el arma más afilada de su arsenal. Se encontraron con una cuerda a la que agarrarse y Quintana se asió a ella a ciegas, imaginándose algo que ni se creía, que era que ese ataque de locos podía darle una Vuelta a España, su segunda grande. Alberto le enseñó el camino de baldosas amarillas y Nairo encontró Oz en lo alto de Formigal.

Contador siguió adelante, sintiéndose bien por primera vez en meses, como si fuera un veinteañero que pudiera ganarle a Armstrong un Tour de Francia. Se había llevado con él a Quintana, por lo que no tenía opciones de ganar la Vuelta en esa aventura hacia el fin del mundo que se había inventado. Pero sí podía subirse al podio, o al menos situárselo a tiro de piedra. Las últimas demostraciones nos han enseñado que ya no es ese jovenzuelo, que difícilmente podrá ganar otra grande más, pero si se va del ciclismo, se querrá ir matando, entregando todo lo que tiene para ser recordado como un ciclista histórico, y no como uno que se dopó para ganar.

91 repescados

Lo que no recordará nadie, salvo los más atrevidos y imbuidos del ciclismo profesional, es que este día de verano en Formigal, la Vuelta tuvo que repescar a 91 corredores que habían llegado a la meta fuera de control. Todos ellos llegaron a 53:28 de Brambilla, el ganador de la etapa, cuando el cierre de control estaba establecido en 31:24. "Una exclusión de los corredores hubiese sido un serio daño a la imagen del ciclismo y de los equipos, que se verían seriamente mermados para continuar en carrera", dijo Javier Guillén, director de la Vuelta. Así de duro fue el ataque de Contador y la implicación de los Movistar en la etapa de este domingo.

"El espectáculo ha sido muy bonito, de los que crean afición". En un ciclismo actual en que la previsión y la cautela (cuando no el miedo) son la norma, Contador es lo inesperado. Sabemos cómo es, sabemos que volverá a hacer ataques que no valdrán un duro mientras mira atrás medio avergonzado por no poder seguir, medio viendo a ver qué pasa, pero también es la sorpresa, el ciclismo de antes. Como Nibali, es capaz de inventarse días como el de Fuente Dé, el de Sabiñánigo y el que esté por venir. Tiene sus defectos: las caídas, los descensos, el clembuterol... Pero Contador al menos nos divierte.

"Hoy dormiré mejor que ayer". Le va a costar a Contador que su frase nada más subir a Formigal se convierta en realidad. Es 'vox populi' que un día de calambres, como el de este domingo, conlleva una noche dura. El cansancio acumulado es enorme, las piernas duelen cada día. Pero duelen menos después si la satisfacción por lo hecho es grande. Está complacido por vez primera en esta Vuelta. Quizá por vez primera en el año, que iba a ser el de su retirada y el que será, finalmente, el antepenúltimo de su carrera. El de Pinto está en la recta final, sabedor de que ya no es el mejor, pero se quiere ir dejando su firma en el ciclismo.

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