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El pacto Contador-Quintana 'mata' a Froome
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el colombiano saca ahora 3:37 al de sky

El pacto Contador-Quintana 'mata' a Froome

Movistar se apuntó al plan preparado por Contador y ya saborea el título, aunque falte una semana para Madrid. Quintana tiene a Froome a 3:37 minutos y a Esteban Chaves a 3:57

Foto: Quintana, Brambilla y Contador, luchando por la victoria (Javier Lizón/EFE).
Quintana, Brambilla y Contador, luchando por la victoria (Javier Lizón/EFE).

No es fácil encontrarse con días como el de hoy en el ciclismo moderno. La valentía, por norma general, se reserva para los puertos, para momentos específicos de las etapas de montaña, donde los favoritos pueden mostrar su potencial y romperle las piernas a sus rivales. El ciclismo de nuestra época perdió credibilidad y con razón, pero jornadas como la que ha llegado a Formigal deben, por obligación, recuperar la enorme afición que aún existe por este magnífico deporte. Una escabechina sobrecogedora, para enamorarse, de Alberto Contador, bajo la cual puso su firma Nairo Quintana, le sirvió a este último para, por primera vez en su carrera en una grande, destrozar a su archienemigo, Christopher Froome.

"Día grandioso", dijo Quintana en meta. Resumen exacto de una jornada histórica que deja la Vuelta casi sentenciada en la lucha por el título. "Ayer miré el libro de ruta para ver qué se podía hacer. Salí a tope, sin saber quien me seguía y ha salido un espectáculo muy bonito, de los que hacen afición. Estoy satisfecho. Hoy dormiré mejor que ayer", comentó Alberto, el héroe del día. Movistar se apuntó al plan preparado por Contador y ya saborea el título, aunque falte una semana para Madrid. Quintana tiene a Froome a 3:37 minutos y a Esteban Chaves a 3:57. La revolución llevó a Contador al cuarto puesto, a 4:02, con opciones de podio.

Foto: Javier Lizón

El ciclismo vive de épica y de hazañas que alegran la memoria. No abundan en el ciclismo moderno, pero grabado quedó el espíritu de Fuente Dé y aquella etapa de 2012 en la que Alberto Contador arrebató la Vuelta a Purito Rodríguez con un antológico asalto en el Collado de la Hoz, a 50 kilómetros de meta. "Si alguien es capaz de reventar la Vuelta, ese es Contador". En esa idea coincide todo el pelotón. Y apareció el madrileño en versión hazaña en el Pirineo aragonés para poner patas arriba la carrera.

Después de la tempestad del Aubisque, nada de calma. La etapa más corta, 118 kilómetros hasta Formigal, resultó explosiva. Lo decidió Contador, herido, pero no muerto. Que se lo digan a Froome y a su Sky, y a Esteban Chaves, Simon Yates y su Orica, víctimas de la tormenta de ataques del pinteño que los condenó a una frustrante persecución. De poco le ha servido ahora al equipo australiano su trabajo de ayer en el Aubisque. Bueno, para conservar el podio.

Antes de que Alberto lo probase, cuando las piernas de todos estaban calentándose, Gianluca Brambilla se lanzó. Su primera intentona no fructificó, pero no se le escapó la segunda. Las piernas de los Tinkoff ya llevaban calientes bastante rato. Todos habían hecho rodillo a sabiendas de lo que habían planeado. Contador atacó en el kilómetro 5. Arrancó, miró atrás cuatro veces en un minuto, insistió e insistió hasta que se quedó delante con trece hombres. Quintana estuvo atento y se unió al madrileño. El Movistar metió delante a Jonathan Castroviejo y a Rubén Fernández para llevar a su líder a las puertas del triunfo definitivo.

La pregunta a estas alturas es qué narices estaba haciendo Froome cuando se produjeron esos movimientos en la cabeza del pelotón. A la cola del grupo principal, distraído, lejos del que porta el maillot de líder, un error que puede cometer un niño no profesional y que resulta incomprensible para un corredor que ha ganado tres Tours de Francia. Se le olvidó que lo importante no es ir a cobijo de los demás, sino siempre con las antenas activas para ver qué pasa. Dio la sensación de que no sabe quién es Contador, que no recuerda lo que pasó en Fuente Dé, que desconoce la capacidad de Alberto de atacar desde muy lejos, y lo habitual que resulta esta estrategia del líder del Tinkoff. Se despistó, y perdió la Vuelta. Lo único que puede hacer ahora es ganarla como un héroe.

Una escapada hecha a medida. Por si fuera poco se metió en la avanzadilla Omar Fraile por los puntos de la montaña en Petralba (3ª) y Cotefablo (2ª), dispuesto a echar una mano en los ascensos. En las zonas más llanas ya se encargaba Castroviejo de mantener la diferencia, que llegó a ser de 3 minutos a 55 de meta.

Esa diferencia tan grande se gestó por la fantástica estrategia de Movistar. Por un día en su historia, quisieron hacerlo bien, ser ejemplo para todos. Y lo hicieron a su manera, de una forma que parecía incomprensible, pero que tenía todo el sentido del mundo. Mientras el grupo de cabeza tiraba y tiraba para alejar a Contador y Quintana de Froome, atrás se movían constantemente Erviti y Valverde. ¿Qué sentido tenía atacar si delante tenían a su jefe de filas, que lo que necesitaba era que pararan? Mucho más sencillo de lo que parece: querían dejar a Froome absolutamente solo. "No podíamos dejar que se juntaran todos los Sky, había que dejarlo lo más solo posible. Arrancaba Erviti, arrancaba yo. Al final, lo hemos conseguido ya que sólo se quedó con David López", explicó Valverde en meta a Eurosport.

Foto: Quintana no pudo sacarse de rueda a Froome (Javier Lizón/EFE).

Solo, sin equipo, Froome se agazapó en el grupo, al abrigo de la voluntad del Orica y del Astana, supeditado a terceros equipos. En el ascenso a Cotefablo, Froome buscó ayuda para tirar en el grupo perseguidor. Nadie le ofreció un relevo al triple ganador del Tour, provocando un pequeño parón. La soledad del campeón en apuros.

De nuevo Contador movió ficha en la aproximación a Formigal poniendo a tirar a sus dos peones, Rovny y Trofimov. Quedaba el remate a una faena histórica. Por detrás una bocanada de aire le llegó a Froome. Se la proporcionó Luis León Sánchez, un rodador que impulsó como una locomotora para bajar la desventaja de 2 minutos a pie de puerto. Necesitaba acercar también a su líder, Scarponi, que se estaba descolgando de la general.

Pero Froome no podía. Es humano. Ni el potenciómetro ni leches. No tenía fuerzas para más. En la subida a Formigal se descolgó incluso del grupo de Chaves y Valverde. Le obligaron a tirar a él, pero no se sentía capaz. Buscó apoyos, pero nadie se los daba, porque no era una guerra que debía combatir él por su propia cuenta. Asumió entonces que había dejado escapar una desventaja asumible. Froome, hasta hoy, iba segundo, pero moralmente era líder. Ahora, ni la contrarreloj del viernes le puede salvar. Necesita algo más, mucho más, un esfuerzo extra después de lo vivido en esta etapa que consiga dejar atrás a Quintana. Parece imposible, después de lo visto.

Brambilla, el mismo que había iniciado la fiesta, la culminó. No pudo Contador luchar por una victoria que deseaba para que su recuerdo del 2016 no fuera demasiado oscuro. Se fueron solos a la meta Brambilla y Quintana, pero el 'escarabajo' ya tenía su premio, no quería abusar con más y le entregó el triunfo al lombardo en Formigal, cima inaugurada por José Manuel Fuente, "El Tarangu", en 1973. Allí donde el ciclismo, la Vuelta, vivió un día para recordar. Gracias al plan de Contador.

Este lunes, la decimosexta etapa de la Vuelta llevará al pelotón de Alcañiz a Peñíscola a través de 156,4 kilómetros.

No es fácil encontrarse con días como el de hoy en el ciclismo moderno. La valentía, por norma general, se reserva para los puertos, para momentos específicos de las etapas de montaña, donde los favoritos pueden mostrar su potencial y romperle las piernas a sus rivales. El ciclismo de nuestra época perdió credibilidad y con razón, pero jornadas como la que ha llegado a Formigal deben, por obligación, recuperar la enorme afición que aún existe por este magnífico deporte. Una escabechina sobrecogedora, para enamorarse, de Alberto Contador, bajo la cual puso su firma Nairo Quintana, le sirvió a este último para, por primera vez en su carrera en una grande, destrozar a su archienemigo, Christopher Froome.

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