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La locura rojiblanca de Simon & Rob: hacer la Ruta de la Seda pedalada a pedalada
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Dos hinchas atléticos emularán a marco polo

La locura rojiblanca de Simon & Rob: hacer la Ruta de la Seda pedalada a pedalada

Estos dos apasionados hinchas del Atlético tratarán de emular a Marco Polo cruzando en bicicleta los 14.000 km que separan Xian (China) de Venecia

Foto: Simon Perry (izquierda) y Rob Bartrum (derecha), posan con las bicicletas del viaje en los aledaños del Calderón.
Simon Perry (izquierda) y Rob Bartrum (derecha), posan con las bicicletas del viaje en los aledaños del Calderón.

Desde Xian (China) a Venecia, dos bicicletas, 19 países, 14.000 kilómetros y cuatro meses para conseguir emular, con alguna modificación, el histórico viaje que a finales del siglo XIII acometiera con éxito Marco Polo. A través del proyecto ‘Cycling the Silk Road’, el próximo 4 de junio, Rob Bartrum (Ipswich, 1985) y Simon Perry (Stamford, 1980), amigos, residentes en Madrid y apasionados hinchas del Atlético de Madrid, iniciarán la aventura más palpitante de sus vidas. En sus orígenes, antes del viaje del mercader y viajero veneciano, esta ruta estaba formada por una serie de caminos que constituían la arteria principal del comercio de la seda entre el este de Asia y Europa. A partir del siglo II se produciría la unión entre ambos continentes, permitiendo el intercambio de mercancías, innovaciones, religiones y pensamientos. Ocho siglos después, estos dos intrépidos jóvenes dejarán momentáneamente el número 50 de la Gran Vía madrileña, donde ambos trabajan como profesores de inglés ayudando a mejorar su nivel a cientos de alumnos, para pedalear por medio mundo en busca de nuevas y enriquecedoras experiencias. Algo que, como reza uno de sus lemas, todos deberíamos hacer (al menos) “una vez en la vida”.

Tras acabar sus estudios de historia, Rob se mudó a Londres, pero después de un par de años dando tumbos se dio cuenta de que la experiencia no resultaba ser todo lo gratificante que esperaba. “Me sentía extraño en medio de tanta gente”, explica. Así que decidió dar un giro a su vida y venir a España, país del que algunos conocidos le habían dado buenas referencias. “Quería aprender otro idioma, hacer algo distinto. Me decanté por España por la comida, la gente y el clima”. Simon, que va camino de cumplir un lustro residiendo en Madrid, también se graduó en historia antes de trasladarse a Londres. Allí trabajó en el British Museum, uno de los espacios culturales más emblemáticos del planeta, pero tampoco terminó de sentirse realizado. En su caso, el sol y las ganas de conocer otra cultura jugaron un papel determinante para dar el paso y abandonar la capital británica.

El caprichoso destino fue el encargado de unir las vidas de nuestros protagonistas. Aunque sus lugares de origen no distan más de hora y media en coche y compartieron experiencias en la fría inmensidad de la urbe londinense, fue en la capital española, hace tres años y medio, donde nació su amistad mientras impartían clases de inglés en otra academia. De familia militar, en su infancia, Simon vivió en primera persona la experiencia de viajar y vivir en diferentes lugares del mundo. Desde Hong Kong a Alemania, pasando por Chipre, Simon germinó un instinto aventurero que cristaliza en el enorme desafío que está a punto de iniciar. Inquietos y activos, desde niños sintieron la llamada del deporte, ya fuera fútbol, tenis o cricket, como forma de canalizar toda la energía que atesoraban en su interior. Un dinamismo donde la bici no tenía cabida. Y es que, haciendo trizas cualquier pronóstico, nos encontramos ante dos ciclistas relativamente noveles. “Hace cinco años no me gustaba nada el ciclismo. Sólo el fútbol, rugby y cricket. Pero ahora se ha convertido en una obsesión. Sigo el Tour, el Giro, La Vuelta y las principales carreras profesionales”, explica Simon.

En 2010, Simon culminó con éxito el trayecto Alaska-Argentina y dos años más tarde se animó a abarcar la India. De sus confidencias durante sus largas horas sobre un sillín nació la idea de llevar a cabo esta aventura. “Me lo propuso y me pareció una buena idea. Recorrer medio mundo con un gran amigo y encima en bicicleta es una oprtunidad que no podía dejar escapar’”, recuerda Rob nueve meses después de aquella invitación. Una forma de viajar que escapa a la vulgaridad de los paquetes turísticos y del todo incluido al tiempo que brinda la posibilidad “contemplar el mundo más despacio”.

Por su vertiginoso itinerario, donde el contraste entre culturas será brutal, el viaje representa una oportunidad única para conocer otros países y otras formas de concebir el mundo, así como desenmascarar y “derribar los tópicos” que intoxican ya desde tiempos de Marco Polo (Simon recuerda cómo en la Venecia del siglo XIII se creía que los chinos eran considerados poco menos que bárbaros), en gran parte por culpa del triunvirato formado por grandes grupos de poder, multinacionales y medios de comunicación, la mente de la población occidental. Según sus cálculos, a nivel económico, el presupuesto de la aventura supera los 6.000 euros. En él se incluyen las bicicletas (Trek Crossrip para Simon y Revolution Country Explorer para Rob), el vuelo Madrid-Hong Kong, seguros, vacunas, unos visados que en algunos países superan los 100 euros, y el día a día (hospedaje y alimentación principalmente). Tras volar a la que fuera colonia del Reino Unido hasta 1997, tomarán un tren a Pekín y allí, en la capital china, otro que les llevará hasta la ciudad de Xian, el extremo oriental de la Ruta de la Seda. El pertinente proceso de aclimatación al terreno durará unos diez días y estiman que el sábado 14 de junio comience a escribirse la historia de esta excitante aventura.

Una aventura que no podría haber sido posible sin el inestimable impulso de Idiomas Seif. Con más de 20 años de historia, una de las academias de inglés más reputadas de la capital, es el lugar de trabajo de nuestros protagonistas. Cuando Rob y Simon les comentaron sus planes, sus jefes no lo dudaron y se animaron a esponsorizar la expedición con una donación con la que ambos se muestran “enormemente agradecidos”. Por si fuera poco, comprendiendo las ambiciones y el deseo irrefrenable de sus empleados de dar pedales sin cesar, a su vuelta, allá por finales del mes de octubre, les esperan con los brazos abiertos para que se reincorporen a sus puestos.

Aparte de tratar de conseguir financiar una parte de la expedición, quieren aprovechar su hazaña para ayudar de manera desinteresada a quienes más lo necesitan. “En Inglaterra tenemos la tradición de recaudar dinero para una ONG cada vez que afrontas un reto o una aventura de este tipo. Es lógico tratar de ayudar a los demás y este viaje nos permite hacerlo. Si no lo hiciéramos sería una oportunidad perdida”, aclara Rob. Al cierre de estas líneas, las donaciones registradas en su web ascienden a 1.081,49 euros, poco más de la mitad de los 2.000 propuestos como objetivo a la hora de perfilar los flecos del viaje. “No está mal pero queremos más. Animamos a todo el mundo que quiera aportar algo, por poco que sea, para que la gente de ‘Save the Children’ pueda seguir luchando por los derechos de los niños en todo el mundo”, manifiesta Simon. Por este motivo, el próximo sábado 31, organizarán una fiesta de despedida en ‘Public House’, un pub del madrileño barrio de Moncloa (Calle Fernández de los Ríos, 83). El dueño del local también ha querido colaborar y destinará a la causa parte de la recaudación del evento, cuya entrada es de sólo 5 euros.

Un periplo donde el reto físico será su compañero de viaje más fiel. Sus cuerpos se verán exprimidos al límite. Más aún cuando no hablamos de profesionales que centran todos sus esfuerzos en preparar y tonificar su cuerpo. Un tipo de aventura para la que, independientemente de lo que entrenes, como apunta Rob, “nunca te sientes muy preparado”. Cuando ponen fin a su jornada laboral (o antes, según las obligaciones del día), Rob y Simon aprovechan para circular tres veces en semana con su bici por el anillo ciclista de la capital alrededor de dos horas. Asimismo, algunos fines de semana sacrifican el descanso y la desconexión a fin de apurar un poco más su preparación subiendo a la sierra madrileña. “Sé que cada día vamos a necesitar mucha energía y mucha fuerza. Como Cholo dice con su filosofía del partido a partido, será una lucha diaria, etapa a etapa”, asegura Simon.

Además de la fortaleza mental, el descanso es uno de los elementos imprescindibles para este tipo de desafíos. “Aunque depende de las condiciones climáticas y si hay algún lugar que queramos visitar, nos hemos propuesto hacer una media de 130 kilómetros diarios y cada día cinco días hacer una jornada de descanso”, afirma Simon, por su experiencia, el arquitecto de la ruta. “Hay que tener fuerza de voluntad, determinación y una autoestima que te mantenga siempre fuerte. Cuando estás cansado y tu cuerpo te pide abandonar hay que decir ‘no, no’ y seguir adelante. Eso es lo más difícil de todo”, prosigue sin pestañear y seguro de que todo irá bien. En cuanto al hospedaje, la tienda de campaña con la que viajan será su casa en lugares recónditos y alejados de la civilización. Una herramienta vital pero que intentarán suplir por albergues, hostales u otro tipo de alojamientos de bajo coste. Si no, como alude Simon, tendrán que “utilizar la imaginación”: desde una mezquita a una estación de tren, pasando por la hospitalidad de la gente, la intención será descansar lo máximo para proseguir el camino.

También tendrán que agudizar su ingenio para comunicarse con los habitantes de muchos países donde, como cuenta Rob, “ni el inglés ni el español son una opción”. Su tediosa y agotadora travesía supondrá una lucha constante con los elementos, ya sean físicos o políticos. Sin ir más lejos, en este tipo de situaciones, el gobierno de Turkmenistán sólo expide un visado de tránsito válido para cinco días, en los cuales deberán cruzar el país. A ello se le suma la dificultad de llegar a la otra punta a tiempo para cruzar el caspio destino Bakú (Azerbaiyán), a bordo de un barco que no zarpa todos los días desde Turkmenbashi. Días de fatiga y ansiedad. El hombre combatiendo con un gigante llamado naturaleza. El clima hostil, posibles lesiones, averías mecánicas, incluso el robo o el secuestro, sobrevuelan el ambiente. Mejor no pensarlo. “Intento no pensar en ello porque si lo pienso no hago el viaje. Es cierto que hay muchas cosas que pueden pasar. Si no hubiera riesgos no sería una aventura. Pero lo que realmente nos preocupa es el miedo a fallar, si por cualquier razón no puedo terminar esta ruta. Mucha gente ha puesto mucha confianza en nosotros y no queremos decepcionarles”, se autoexige Rob.

En este contexto, aunque el tema de la seguridad debería ocupar buena parte de sus preocupaciones, Simon se muestra especialmente tranquilo. “Me preocupa lo mismo que cuando voy caminando por Londres o por Madrid. Nunca sabes dónde va a estar el peligro”, asevera con rotundidad. Unos miedos y peligros que atormentan a sus allegados, con quienes tratarán de ponerse en contacto en estos meses siempre que las circunstancias lo permitan. Para ello cuentan con dos móviles y dos tablets como valiosa aportación tecnológica. “En China o en Irán, por ejemplo, es difícil acceder a tu cuenta de Facebook, usar Twitter o simplemente mandar un email, pero trataremos de contactar con algún familiar o amigo para decirles que estamos bien”, tranquiliza Rob. En cualquier caso, aunque la coyuntura y la magnitud del reto no lo permitan mientras estén sorteando obstáculos a lo largo y ancho del planeta, lo que tienen claro es que a la vuelta recogerán sus vivencias en un blog que a buen seguro gozará de una gran acogida.

El Atlético, una pasión irrefrenable

Antes de llegar a España, Rob, seguidor del Ipswich Town, club que en la actualidad milita en la Segunda División inglesa, relata orgulloso cómo "siempre elegía al Atlético" en las animadas veladas de videoconsola junto a sus amigos. En las islas, Simon es un ‘gunner’ más y saca pecho tras la FA Cup conquistada por el Arsenal después de nueve años de sequía. Pero la llamada rojiblanca les cambió por completo. Hace tres temporadas que se sacaron el abono (“total”, matiza Rob) para no perderse ni un detalle de las andanzas del equipo de sus amores. Desde el segundo anfiteatro del fondo norte presencian cada encuentro con “mucha pasión”. Cada día de partido siguen la misma liturgia: junto a Kieran y Pol, dos amigos irlandeses, se citan en un bar de los alrededores del Calderón antes de ir al estadio dispuestos a “darlo todo”.

A diferencia del mítico spot colchonero, a Rob y a Simon no les hizo falta aclarar las dudas con sus progenitores para darse cuenta de por qué apoyar al Atlético. “El Atlético representa unos valores con los que nos sentimos muy identificados: el esfuerzo, la lucha y el sacrificio. Todo lo bueno que les ha pasado se lo han ganado por méritos propios. Su fortaleza mental es un ejemplo a seguir y nos ayuda a pensar que, como dice el Cholo, si se cree y se trabaja se puede”, reconoce Rob quien cree que el equipo del Manzanares encarna ese romanticismo que define a un ‘underdog’ (el equipo que no es favorito). Simon, por su parte, destaca el indestructible entusiasmo de su afición: “Hay que estar en la grada para sentir y vivir la pasión del Calderón. En el Calderón cuando el Atléti va perdiendo la gente anima con más fuerza. En el Bernabéu no es así, aunque vayan ganando”.

Una alegría que ha ido in crescendo los últimos años y ha desembocado en un curso para el recuerdo. “No tengo nada en contra del Real Madrid, pero veo que tanto Madrid como Barcelona tienen el poder, mucho más dinero que el resto y es algo que desvirtúa la competición. Me alegro de que el Atlético haya podido frenar el dominio de los dos. Lo que ha hecho este año es increíble”. Los dos comparten devoción por Arda Turan. Del turco admiran su creatividad sobre el campo y por su carácter. “Siempre se está riendo. Disfruta jugando y nos hace disfrutar a todos los atéticos”, concluye Simon.

A escasos tres días de la final de Champions, A Rob se le escapa un “it would be epic” (sería épico) cuando se le pregunta por una posible victoria rojiblanca en el Estadio Da Luz el próximo sábado. Algo supersticioso, prefiere no entrar en la porra y se reserva su apuesta. Simon, emulando una de las célebres frases del Frente Atlético, le echa valor y apuesta decididamente por los rojiblancos: “1-2 con gol de Miranda en la prórroga”. Aunque no podrán estar muy atentos a lo que acontece en el Mundial, no ven una final España-Ingleterra, tanto por los ingleses, que “juegan fatal” como por La Roja, a quien la fatiga acumulada a lo largo del curso puede pasar factura. “La final será Brasil-Alemania”, vaticina Simon.

En la semana previa a la histórica final de Champions entre Real Madrid y Atlético, la locura se desborda y el fútbol logra ensordecer el insoportable ruido de unos comicios europeos que escapan al ciudadano medio, más pendiente de los malabares para llegar a fin de mes que de las herencias recibidas, el socorrido 'y tú más' y otras absurdas preocupaciones que centran los esfuerzos de la clase dirigente. Paseando por la Puerta del Sol, Rob frena en seco para hacerse una foto con la zamarra rojiblanca que cuelga del emblemático edificio de la Real Casa de Correos. “Que salga sólo la del Atleti (en la fachada cuelgan las elásticas de ambos aspirantes al cetro continental)”, ordena a un transeúnte que, por su gesto contrariado, bien podría ser del lado merengue de la capital. Rob y Simon, Simon y Rob. Parafraseando al Cholo, dos colchoneros con unos huevos así de grandes. Buen viaje y buena suerte. Os esperamos a la vuelta.

Desde Xian (China) a Venecia, dos bicicletas, 19 países, 14.000 kilómetros y cuatro meses para conseguir emular, con alguna modificación, el histórico viaje que a finales del siglo XIII acometiera con éxito Marco Polo. A través del proyecto ‘Cycling the Silk Road’, el próximo 4 de junio, Rob Bartrum (Ipswich, 1985) y Simon Perry (Stamford, 1980), amigos, residentes en Madrid y apasionados hinchas del Atlético de Madrid, iniciarán la aventura más palpitante de sus vidas. En sus orígenes, antes del viaje del mercader y viajero veneciano, esta ruta estaba formada por una serie de caminos que constituían la arteria principal del comercio de la seda entre el este de Asia y Europa. A partir del siglo II se produciría la unión entre ambos continentes, permitiendo el intercambio de mercancías, innovaciones, religiones y pensamientos. Ocho siglos después, estos dos intrépidos jóvenes dejarán momentáneamente el número 50 de la Gran Vía madrileña, donde ambos trabajan como profesores de inglés ayudando a mejorar su nivel a cientos de alumnos, para pedalear por medio mundo en busca de nuevas y enriquecedoras experiencias. Algo que, como reza uno de sus lemas, todos deberíamos hacer (al menos) “una vez en la vida”.

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