El Rey que todo devora: LeBron James ya es el máximo anotador de la historia de la NBA

Frótese los ojos, haga un pantallazo, imprímase la edición digital de los periódicos —dichosa diferencia horaria—, marque en el calendario este 8 de febrero del 2023: hoy se ha hecho historia en el deporte. En mayúsculas. LeBron James ha conseguido 38 puntos en el partido de los Ángeles Lakers contra los Oklahoma City Thunder (130-133) para convertirse en el máximo anotador de la historia de la NBA. El alero de Akron (Ohio) supera así los 38.387 puntos que acumuló Kareem Abdul-Jabbar. El récord establecido por el nacido Lew Alcindor parecía imposible de batir durante décadas... y se antoja aún más difícil que alguien pueda superar los números de James, que todavía alimentará sus números por tiempo indefinido.

A King James no le hacía falta escribir este hito para estar entre los más grandes de la mejor liga de baloncesto del mundo, pero devorar récords está en el ADN de un competidor como pocos han pisado el parqué. Quizás, el más significativo es ser el único jugador en haber superado los 30.000 puntos, 10.000 rebotes y 10.000 asistencias. En la cima (de los números), LeBron solo ve a compañeros si echa la vista abajo. El Rey de la montaña lo ha vuelto a hacer.

Una carrera contra sí mismo

Durante varias décadas, el récord de Kareem Abdul-Jabbar se admiraba como un muro de referencia: servía para poner en perspectiva a los grandes, imposible de conquistar. Lo intentaron auténticas bestias de la anotación, jugadores que crecieron deportivamente con el aro como principal objetivo, como Michael Jordan o Kobe Bryant. Ni siquiera gigantes de la regularidad como Karl Malone (tercero en la lista, a más de 2.000 puntos de Kareem) se acercaron lo suficiente. El caso de LeBron James era diferente. Como reflexionó el periodista Gonzalo Vázquez en esta casa, si algo ha caracterizado la carrera del alero era buscar siempre la mejor jugada para el equipo, no es un anotador puro. Incluso si eso se desvestía desde fuera como un síntoma de debilidad o de falta de confianza en sí mismo (aunque, a estas alturas, suene irrisorio).

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J. de Paz Fernández

Abdul-Jabbar necesitó 1.560 partidos para destrozar los récords anotadores de la liga, LeBron lo ha hecho en 1.410 con una temporada y media menos. A pesar de la comparativa facilona (y matizable), aquel pick número 1 de los Cleveland Cavaliers en el 2003 ha corrido un maratón contra sí mismo, demostrando su inevitabilidad: si alguien iba a conseguirlo, era inevitable que fuera él. Su primera canasta en la NBA llegó el 30 de octubre del 2003. No fue un mate, ni una de esas estampidas en forma de entrada a canasta que, temporada a temporada, destrozó las zonas interiores rivales. Fue un tiro de media distancia. Elegante, del baloncesto de antes. Aquella noche, LeBron debutó con 25 puntos, seis rebotes y nueve asistencias con derrota de sus Cavs a domicilio de los Sacramento Kings. Tenía 18 años y, en un solo partido, había hecho cifras que para muchísimos jugadores significarían su mejor noche en la NBA. Era el elegido.

Desde entonces, la durabilidad de LeBron ha sido digna de estudio. En sus primeras 15 temporadas como profesional en la NBA, solo se perdió 71 partidos. Cifra que ha ido subiendo exponencialmente con el paso de los años en los últimos cursos, fruto de la lógica necesidad de un descanso mayor. Apenas ha cosechado lesiones graves gracias a una estricta ética de trabajo y a un físico privilegiado y dominante que, a sus 38 años, le permite estar promediando 30 puntos, 8,5 rebotes y 7,1 asistencias por encuentro. Una salvajada de carrera que apenas ha tenido demonios.

A nivel de popularidad, su peor momento sucedió en el 2010, cuando se terminó su contrato con los Cavs y James decidió convertirse en agente libre. Su próximo paso como profesional se anunció en un programa especial, The Decision, donde anunció su firma por los Miami Heats junto a Dwyane Wade y Chris Bosh. El alero, en directo, rompió el corazón de miles de aficionados de Cleveland, pasando de ser el gran héroe de la franquicia a un absoluto apestado. El superequipo formado por el equipo de Florida generó antipatías como norma general, y esto se tradujo en abucheos constantes para LeBron. El mismo admitiría años después que, pese a no arrepentirse de su destino deportivo, sí lo hacía por las formas. La propia NBA afeó la manera elegida para el anuncio. Tras triunfar en Miami, James acabaría por regresar a casa para "terminar el trabajo" y ganar el anillo en el 2016, reconciliándose con la afición local. Luego llegarían los Lakers y otro anillo más (el cuarto de su carrera) con el trasfondo de la muerte de Bryant.

Y ahora, ¿qué?

Hasta el incombustible LeBron sabe que afronta su última etapa como jugador profesional de baloncesto. Pero eso no significa que esté dispuesto a dejar de competir. Recientemente, James expresó su decepción con la secretaría técnica de los Lakers al no poder hacerse con los servicios de Kyrie Irving, quien hará de segunda espada de Luka Doncic en los Mavericks al menos hasta final de temporada. La franquicia argelina no atraviesa su mejor momento con el fantasma cada vez más presente de estar desaprovechando los últimos minutos de superestrella del King.

En el plano personal, la gran obsesión de James pasa por compartir vestuario con su hijo Bronny (no descarta hacerlo también con Bryce, de 15 años): "Jugaré el último año de mi carrera con mi hijo. Donde sea que Bronny esté". Este sería elegible por primera vez para el Draft de la temporada 2024, es decir, tras la temporada 2023/24.