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Limoges, el equipo que ganó con la ley del máximo esfuerzo, vuelve a la Euroliga
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campeón en 1993, regresa a lo más alto

Limoges, el equipo que ganó con la ley del máximo esfuerzo, vuelve a la Euroliga

En 1993 consiguió ganar la Euroliga con una plantilla de obreros. Vuelve 16 años después. En la última década ha pasado de jugar a tercera a ganar la Liga

Foto: Foto: plantilla del Limoges 2014/2015 (Euroliga.net)
Foto: plantilla del Limoges 2014/2015 (Euroliga.net)

Una pista emblemática con un hueco en la memoria de todos los aficionados al baloncesto. En aquel parqué se gestó la que probablemente siga siendo la victoria más inesperada de la historia del baloncesto europeo de clubes. Durante la década de los 80, el Limoges vivía una época de esplendor a nivel nacional con la consecución de seis ligas en apenas siete años (1983, 1984, 1985, 1988, 1989 y 1990). Fuera de sus fronteras, llevaba colgado el cartel de equipo raso, del montón. Pero nada más lejos de la realidad. En 1982 la ciudad italiana de Padua fue testigo del primer gran triunfo de los franceses ante el vencieron alSibenka Sibenikde un talDrazen Petrovic (90-84). Un año después, repetirían final de la Copa Korac, esta vez en Berlín. En la capital germana volvieron a minar la moral de los croatas en el último año del Genio de Sibenik(94-86). En 1987 volvieron a la carga tras deshacerse del CAI Zaragoza, pero el Barcelona de Epi, Chicho Sibilio, Solozábal y compañía les trituró en los dos envites. No desistieron y en 1988 cayó la Recopa ante el Joventut de Badalona (96-89).

Tras dos años en blanco llego la temporada que cambiaría el destino de una ciudad que modesta que vibraba con los suyos. Lo primero fue poner los ojos en un ideólogo contrastado. En enero de 1992, ficharon a Bozidar Maljkovic. Después de sus dos triunfos con la inabordable Jugoplástika de Split (1989 y 1990), Boza recaló en el Barcelona. Sin embargo, tras un curso y medio en el equipo, el serbio abandonó la Ciudad Condal abruptamente por las fuertes desavenencias con Aíto García Reneses ("Yo tengo un concepto del trabajo y él tiene otro. Estoy muy a gusto en el club, pero no quiero seguir de esta manera", dijo en su día), por entonces mánager del club azulgrana. Su intención era irse a Estados Unidos pero el Limoges apareció en escena para trastocar sus planes. Tras confirmarse su fichaje, en enero del 92, seis meses antes de empezar a preparar su primer curso en Francia, el técnico se instaló en la ciudad y empezó a edificar un proyecto épico basado en una férrea disciplina.

Vídeo: la Euroliga celebra el retorno del Limoges a la competición

Su jerarquía quedó patente desde el primer día. No le tembló el pulso a la hora de despedir a jugadores ilustres de la plantilla. De la columna vertebral sólo quedó Richard Dacoury. El pívot francés Jim Bilba (1,98), el base esloveno Jure Zdovc, el nacionalizado Willie Redden y el estadounidense Michael Young fueron cuatro piezas clave en aquel grupo de guerreros. El juego interior era pequeño, sus dos interiores titulares no llegaban a los dos metros, pero todos mostraban una capacidad atlética envidiable. En una ciudad triste y con pocas distracciones, todos los jugadores del plantel estaban centrados en una cosa: jugar al baloncesto. Como buen ‘underdog’, certificó su pase a la primera fase gracias a una derrota en la previa ante los ingleses del extinto Guildford Kings. Encuadrados en un Grupo A formado por siete equipos, los franceses cosecharon un discreto balance de 7-5 que les valió para ser segundos por detrás del PAOK y acceder a los cuartos de final.

En cuartos les tocó el Olympiacos. Para ahorrar viajes, el formato de competición preveía una serie a tres partidos donde el primer envite se jugaba en casa del peor clasificado para acabar disputando dos encuentros en el campo del equipo con el factor cancha a favor. Con un partido para cada uno, llegó el tercer y decisivo encuentro con Zarko Paspalj como principal amenaza. Con ocho décimas para acabar, el colosal jugador serbio nacido en Montenegro falló un tiro in extremis que hubiera cercenado el sueño del Limoges. La suerte del campeón, dicen. La Final Four de Atenas (13-15 abril) aguardaba a sus pies. En semifinales tocó el Real Madrid de Sabonis y Ricky Brown, muy favoritos sobre el papel. Pese a las evidentes carencias ofensivas, Boza ahogó con una defensa muy activa que acabó con los madridistas (Lasa, Antúnez, Biriukov…) claudicando sin oposición en una espiral de errores insoportable. Eran finalistas.

La Benetton de Toni Kukoc, que había eliminado agónicamente al Paok, era su rival. Partido ralo, espeso (28-22 al descanso) en un Pabellón de la Paz y la Amistad semivacío por la desbandada de los aficionados griegos (unos 5.000). Maljkovic cambió la apuesta en la charla previa al encuentro. No había que centrar todos sus esfuerzos en parar a Kukoc. Con el Limoges víctima de la presión de la cita, Bilba puso orden en el tercer cuarto. El partido estaba en un embudo: 55-55 y un minuto para el final. Una falta de Kukoc sobre Bilba dio dos tiros libres al francés que no falló (55-57 con 42 segundos por jugar). Tras un cambio en el bloqueo, Frederic Forte, uno de los bases del equipo, le robó la cartera limpiamente al futuro jugador de los Bulls. La falta sobre Zdovc supuso la puntilla (55-59). El Limoges se proclamaba campeón de Europa. Además de las desconsoladas lágrimas de Kukoc, la rueda de prensa posterior al choque nos dejó con una escena propia de un vodevil. Petar Skansi, amigo de Boza, le dijo que tenía que salir y arremeter contra el tipo de juego propuesto por su colega para evitar que se la gente se le echase encima. A Boza, exultante, le pareció correcto y alentó la pantomima.

“Mucha gente insiste en tachar de rácano el juego de aquel Limoges. No es cierto. No creo que el adjetivo sea rácano. Lo que hizo Boza tiene un enorme mérito. Optimizó el rendimiento de unos recursos que permitían desplegar un tipo de juego diferente, alejado de lo que le habíamos visto hacer con la Jugoplastika. Ni mejor ni peor, simplemente diferente. Y está claro que, a tenor de los resultados, fue muy inteligente en lo que hicieron. Ganaron con un juego interior formado por dos pívots que raspaban los dos metros, un par de bases altruistas y comprometidos, un americano muy potente y, sobre todo, una defensa solidaria y muy agresiva”, apunta Javier Gancedo, redactor de la web oficial de la Euroliga, en conversación con El Confidencial.

Vídeo: Final de la Copa de Europa de 1993 Benetton-Limoges

Este sevillano es una de las voces más autorizadas dentro del panorama baloncestístico europeo. Una apuesta poco vistosa para los aficionados pero a toda luz efectiva. En 2013, con motivo del vigésimo aniversario del histórico triunfo, destripaba los secretos de aquel equipo que alcanzó la gloria contra todo pronóstico en un delicioso reportaje que publicaba el número 7 de la revista Cuadernos de Basket. En el texto, Boza se abre en canal y no se corta: “Como entrenador tienes dos caminos sabiendo que tu equipo tiene poco talento ofensivo. Puedes jugar al ataque, run and gun, perder por 20 puntos cada partido y no ganar ningún título, pero quedar bien con la gente. Que te saluden pero que nadie te respete. […] El camino que elegí fue trabajar duro, estar el doble de preparado física y tácticamente que tu rival, jugar con gran disciplina, hacer sufrir a todos los grandes de Europa y poder ganar algo importante. Eso sí, no caerás simpático a la gente” explicaba uno de los entrenadores más prestigiosos del baloncesto europeo.

A principios de aquella memorable temporada, un tal Dusko Ivanovic hacía un cameo para minimizar el impacto de una inoportuna lesión de Jure Zdovc. Fueron 10 partidos de temporero eficientes, pero que acabaron como cualquier contrato por obra y servicio. Años más tarde, el montenegrino volvería para dar la última alegría antes del inicio del periodo más oscuro desde que el Limoges fuera fundado en 1929. Tras la conquista de la Copa de Europa, el equipo entró en barrena acuciado por graves problemas económicos. La Copa de Francia de 1995 no fue un consuelo. En la 1999/2000 Ivanovic volvió a Francia como entrenador en ciernes para hacer malabares con un equipo que mediano. Stephane Dumas, Frederic Weiss, Marcus Brown y Yann Bonnato eran sus puntales. Suficiente para hacerse con un triplete (Liga, Copa y una Korac ante el Unicaja) que, paradójicamente, supuso la antesala de un descenso administrativo a la Pro B, la Segunda francesa. Tras años oscuros donde llegaron a militar en la NM1 (la tercera francesa), en 2004 apareció Frederic Forte, sí, el base del Limoges campeón continental en el 93, para coger el pulso del equipo, refundarlo y sacarlo del pozo. En 2012 ascendió a la Pro A y en la final de 2014 fulminó al potente Estrasburgo del seleccionador galo Vincent Collet en tres partidos. Las puertas de Europa volvían a abrirse para el Limoges.

Una Euroliga la gran mayoría de candidatos al título son equipos con más talento y recursos ofensivos. Es raro ver tantos raquíticos que apenas pasan de los 60 puntos. Sí, en 2012 Olympiacos se llevó el título en el Sinan Erdem de Estambul ante el CSK por 61-62 con un agónico tiro de del griego Giorgos Printezis. Pero no es lo habitual. Sin ir más lejos en los dos últimos años los marcadores han sido más altos. En 2013, Olympiacos secó al Madrid metiéndole 90 puntos en tres cuartos (100-88) y el pasado mayo Maccabi volvió a asfixiar a los blancos dándoles a probar su propia medicina en la prórroga (86-98). Mucho han cambiado las cosas en estos años. Modificaciones con un decidido carácter ofensivo. Las posesiones de 24 segundos, los 8 segundos para pasar el medio campo o la norma de dejar la posesión en 14 segundos tras rebote ofensivo que se implanta este año por primera vez en Euroliga, son elementos que repercuten en una inevitable aceleración del ritmo de juego.

En conversación con este periódico, Gancedo analiza las características que definen al actual Limoges. Como principal fortaleza se encuentra el rendimiento de su línea exterior. “Tras la marcha del ex del Barça Alex Acker a Turquía, además de Moermany Boungou-Colo, pilares del equipo campeón de Liga el año pasado, Leo Westermann y el americano Ramel Curry son sus mejores bazas ofensivas y asumirán las riendas en ataque”, asevera. Por otro lado, sitúa la falta de experiencia como el punto débil del conjunto galo. “Casi ninguno de sus jugadores ha disputado competición europea y quienes lo han hecho hace tiempo que no están compitiendo con los mejores”, y añade: “En términos generales es una plantilla corta donde la escasez de rotaciones de garantías se puede pagar caro al alternar varias competiciones”. Además de Maccabi, deberá pelear en el grupo B con CSKA, ALBA Berlin, Unicaja y Cedevita. Podría haber sido peor. Convertirse en el primer equipo francés desde 2007 en acceder al ‘Top-16’ sería un colofón ideal para un equipo a quien los problemas económicos le obligaron a empezar prácticamente desde cero hace diez años.

Una pista emblemática con un hueco en la memoria de todos los aficionados al baloncesto. En aquel parqué se gestó la que probablemente siga siendo la victoria más inesperada de la historia del baloncesto europeo de clubes. Durante la década de los 80, el Limoges vivía una época de esplendor a nivel nacional con la consecución de seis ligas en apenas siete años (1983, 1984, 1985, 1988, 1989 y 1990). Fuera de sus fronteras, llevaba colgado el cartel de equipo raso, del montón. Pero nada más lejos de la realidad. En 1982 la ciudad italiana de Padua fue testigo del primer gran triunfo de los franceses ante el vencieron alSibenka Sibenikde un talDrazen Petrovic (90-84). Un año después, repetirían final de la Copa Korac, esta vez en Berlín. En la capital germana volvieron a minar la moral de los croatas en el último año del Genio de Sibenik(94-86). En 1987 volvieron a la carga tras deshacerse del CAI Zaragoza, pero el Barcelona de Epi, Chicho Sibilio, Solozábal y compañía les trituró en los dos envites. No desistieron y en 1988 cayó la Recopa ante el Joventut de Badalona (96-89).

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