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Ni Van Niekerk, ni Makwala... los 200 son cosa del blanco Ramil Guliyev
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Ni Van Niekerk, ni Makwala... los 200 son cosa del blanco Ramil Guliyev

El velocista turco, uno de los primeros caucásicos en bajar de 10 segundos en 100 metros, dio la sorpresa imponiéndose a los favoritos de la prueba. El sudafricano fue segundo, el botsuano pinchó

Foto: Guliyev se impone en la  meta. (Reuters)
Guliyev se impone en la meta. (Reuters)

La carrera de 200 de los mundiales de Londres tenía tantos ingredientes que parecía uno de esos estofados centroeuropeos en los que todo puede caer. Algunas llegaban de antes de estos campeonatos, como la posibilidad de que el enorme Wayde Van Niekerk hiciese un doblete histórico, el de Michael Johnson. También estaba por allí Isaac Makwala, un gran 'show' durante toda la semana, protagonista indudable. Con ellos otros muchos atletas, todos con una historia que contar.

Uno de ellos era Ramil Guliyev, el único blanco. También el campeón, demostrando que ambas cosas no son incompatibles. El único precedente conocido es para temer, Kostas Kenteris, campeón en Edmonton, pasará a la historia como uno de esos muchos atletas sucios, de los que nunca debieron ganar nada porque no tenían calidad, solo dopaje. Es recordado el caso del griego, además, por fingir un accidente en los días previos a los Juegos de Atenas junto a la también campeona, y también tramposa, Ekaterini Thanou. Para saltarse un control. Ese era el precedente, pero no quiere decir, que Guliyev pertenezca a esa categoría de atleta.

Foto: Ramil Guliyev. (Reuters)

Al fin y al cabo la velocidad está ahí y su resistencia al cansancio es asombrosa. Es uno de los primeros blancos en conseguir rebajar los diez segundos en 100. También tiene menos de 20 en el 200, que es su prueba. A Londres ha llegado finísimo, en uno de los mejores momentos de una carrera que ha visto de todo. Porque ahora son todo sonrisas, pero Guliyev ya no es un junior, tiene 27 años y en sus espaldas una vida entera con sus idas y venidas.

Y esos sinsabores se reflejaron también en la vuelta de honor, en ese momento en el que todas las cámaras miran al atleta y la felicidad es plena. Guliyev acarreaba la bandera de Turquía, el país que le acogió y en el que tiene su vida ahora. Junto a ella, pegada a la espalda, más pequeña, la curiosa bandera de Azerbaiyán. No se olvida de sus orígenes, aunque en ellos haya hiel. Guliyev pasó tres años sin competir porque Azerbaiyán no quería darle el transfer. Él se sintió maltratado, especialmente cuando desde la república caucásica empezaron a decir que era un problema de dinero, que Turquía pagaba. Lo cual es especialmente curioso si se tiene en cuenta que el régimen de Bakú es de los que tiene gas y no duda en pagar lo que sea para dar una imagen internacional de éxito. En Guliyev la tenían y no lo vieron.

Un junior de oro

Aquellos años estresaron al atleta, pero no consiguieron quitarle las ganas de progresar. El talento físico estaba desde la juventud porque no se debe olvidar que Guliyev tiene la segunda mejor marca de siempre junior. La primera es de Usain Bolt, así que bien se puede decir que el turco es el primero de los humanos en ese aspecto. La calidad se ve en su caminar. Los primeros metros, cuando otros se embalan, él no parece ir a tope. Es mentira, claro, sí lleva la velocidad máxima puesta, pero no lo parece, porque en eso está la clave, en ir relajado. Cuando pasa la curva no está primero. Van Niekerk, en principio un atleta más resistente, parece determinado para la victoria. Pero no, Guliyev no baja ni un segundo la frecuencia de la zancada, sigue recto, con el balanceo de los brazos perfectamente armónico. Volando hasta el oro.

El sudafricano ganó una plata de 'photo finish' que sabe un poco a menos porque él soñaba con el doblete, con lo que solo ha conseguido Michael Johnson. Le quitó el récord mundial de la vuelta al estadio, tendrá oportunidades en el futuro de desafiar también esto, pero de momento no ha sido capaz de resolver la ecuación del cansancio que supone competir en dos pruebas de esta exigencia. El 400 le dejó sin fuerzas, temió en las semifinales del doble hectómetro y terminó sacando una valiosa plata, pero no el objetivo de este año, que era otro, más exuberante.

Foto: Wayde van Niekerk. (Reuters)

La decepción fue Makwala, aunque a estas alturas es ya difícil saber qué es exactamente lo que le ha pasado. Su historia irá siempre emparejada con la de estos raros mundiales en los que los favoritos no ganan y las marcas no son muy brillantes. En su caso hay una buena clasificación de 400, una gastroenteritis fantasma, la prohibición de las autoridades de correr la final de la vuelta al estadio, ser repescado en el 200, correr solo, hacer una machada en semifinales y pinchar en la final. Todo eso en unos días espídicos que de algún modo marcarán su carrera.

Era una prueba sin jamaicanos, pero que hubiese menos carga caribeña -el triniteño Richards, bronce, fue el único representante de la zona- no quiere decir que tuviese menos talento que en otras ocasiones. Desde luego, no menos emoción. Guliyev, un blanco, fue campeón. Eso es mucho decir en un 200. Es el segundo en conseguirlo, pero del primero nadie en su sano juicio podría fijares. Las marcas respaldan al trabajador turco.

La carrera de 200 de los mundiales de Londres tenía tantos ingredientes que parecía uno de esos estofados centroeuropeos en los que todo puede caer. Algunas llegaban de antes de estos campeonatos, como la posibilidad de que el enorme Wayde Van Niekerk hiciese un doblete histórico, el de Michael Johnson. También estaba por allí Isaac Makwala, un gran 'show' durante toda la semana, protagonista indudable. Con ellos otros muchos atletas, todos con una historia que contar.

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