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Las gradas vacías hacen justicia al fútbol: "Los árbitros han dejado de ser caseros"
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SEGÚN DATOS DE LA UNIVERSIDAD DE ALICANTE

Las gradas vacías hacen justicia al fútbol: "Los árbitros han dejado de ser caseros"

Sin público, el fútbol no tiene sentido, pero es más ecuánime

Foto: Mateu Lahoz saca una tarjeta amarilla a Sergio Busquets. (EFE)
Mateu Lahoz saca una tarjeta amarilla a Sergio Busquets. (EFE)

"Esto es un experimento que me dan hecho", se dijo el economista Carlos Cueva, de la Universidad de Alicante, cuando supo que el fútbol se reanudaría a puerta cerrada. "He centrado mi actividad investigadora en los factores psicológicos que influyen en la toma de decisiones, sobre todo en los que hacen que las personas opten por alternativas que en principio no son las más racionales", dice Cueva a este periódico, "por eso cuando supe que el fútbol volvía sin público, vi una oportunidad perfecta para ver cómo influía en los resultados de los partidos y en la toma de decisiones del árbitro: el experimento venía hecho, solo había que medir los resultados".

De modo que se puso a estudiar partidos junto a un estudiante que le ayuda, Ignacio Mas Candela, y juntaron 230.000 muestras de las principales ligas del mundo, que van desde 1993 hasta el final de la pasada temporada. "La conclusión es que sí, que el público influye en las posibilidades de victoria del local y también en las decisiones arbitrales. Ha desaparecido el factor campo", explica.

Según los datos (PDF), un equipo que juegue de local tiene un 4% menos de posibilidades de ganar que antes de la pandemia, y su rival un 4% más (gráfico azul). "Esto es importante, porque la caída del 4% de victorias locales no se van al empate, sino a las victorias visitantes. Es decir, ahora hay ocho puntos porcentuales de separación entre ambas victorias, mientras que antes del virus la distancia era de 16", dice Cueva.

placeholder Cada barra representa entre 3.000 y 5.000 partidos. (Universidad de Alicante)
Cada barra representa entre 3.000 y 5.000 partidos. (Universidad de Alicante)

Más allá del handicap de campo, que entraba dentro de cualquier previsión, los datos más llamativos son los relativos al arbitraje. Como se puede comprobar en los gráficos superiores (verde, amarillo y rojo), el comportamiento de los jueces sobre el campo varía ostensiblemente cuando no hay presión desde la grada. "El cambio en las tarjetas amarillas es dramático. Pasa de haber una gran desigualdad para a favor del equipo de casa a igualarse, es un cambio de tendencia", dice el economista. En efecto, según su análisis, el equipo local pasa de recibir 1,8 tarjetas amarillas por partido a 2,2, mientras que el visitante apenas oscila en 2,1. Algo similar sucede con las tarjetas rojas que, por primera vez mientras se recaban datos, castigan más al equipo local. "Los árbitros ha dejado de ser caseros", afirma Cueva.

"Que la cantidad de tarjetas y faltas señaladas se iguale entre local y visitante nos sugiere que el público tiene peso en las decisiones del árbitro, especialmente en las tarjetas amarillas, que son más subjetivas", dice Cueva. Por supuesto, hay factores externos al arbitraje que tienen influencia: "Si tenemos en cuenta que la afición local lo que suele exigir es que su equipo juegue más agresivamente y desalienta que el rival lo haga, con gritos y abucheos cuando hacen una falta, es lógico pensar que esto lleva a que el equipo de casa cometa más faltas". Algo parecido sucedería con la moral de la tropa sobre el césped: sin ovaciones ni pitidos, tiende a igualarse.

placeholder Fuente: Universidad de Alicante.
Fuente: Universidad de Alicante.

Los orígenes del árbitro casero

Nos encontramos, pues, ante la gran pregunta: ¿por qué son caseros los árbitros? ¿Es por miedo? "En mi opinión, esta es una de las explicaciones. El caso del árbitro que sabe que tiene que sacar una tarjeta pero que, en un momento dado, con el estadio rugiendo y el partido igualado, no se atreve a hacerlo. Hay varios estudios psicológicos sobre cómo afecta la presión social a la toma de decisiones, con individuos que daban una respuesta claramente incorrecta solo por estar en línea con la opinión de su entorno", dice Cueva.

Sin embargo, el investigador considera más plausible otra teoría: "El público altera la percepción que tiene el árbitro de las jugadas. Cuando ocurre una acción violenta y el estadio estalla a gritar, el árbitro, consciente o inconscientemente, lo tiene en cuenta. Percibe ese estruendo como información y lo utiliza como una forma de guiar sus decisiones", indica Cueva. Sustenta la hipótesis en un experimento pionero que condujo la Universidad de Colonia en 2010 y que exponía a dos grupos de árbitros ante las mismas imágenes, jugadas en las que se podía sacar tarjeta amarilla y otras en las que no. La única diferencia es que unos tenían el volumen del televisor más alto que los otros. "Los que lo tenían más alto sacaron muchas más tarjetas. Esto nos indica que no es la presión del público, porque en ese momento no están físicamente presentes, sino que el árbitro toma la grada como fuente de información sobre la jugada", explica Cueva.

placeholder En Francia se juega con aforo limitado. (Reuters)
En Francia se juega con aforo limitado. (Reuters)

En esta línea, el economista sostiene que está organizando los datos por países para nuevas investigaciones, pero que ya ve indicios de esta teoría en los partidos más recientes: "En Francia se están jugando los partidos con una pequeña parte del aforo y se ha recuperado el desnivel a favor del local. Incluso con poco público, el árbitro reacciona distinto".

Aunque Cueva ha demostrado que los árbitros han cambiado su forma de pitar tras la pandemia, la suya no es la primera investigación que muestra la inclinación de los colegiados a satisfacer a la grada. Una de las más efectivas es alargar el tiempo a la espera de acontecimientos. En un trabajo de 2005, Luis Garicano e Ignacio Palacios-Huerta, de la London School of Economics, expusieron la relación entre los minutos de tiempo extra de una eliminatoria y su relación con el resultado. "Cuando el equipo local gana por un gol, el tiempo extra que se añade es un 30% inferior a la media pero, cuando pierde por un gol, entonces se añade un 35% más", describen los autores.

placeholder La relación entre la diferencia de goles y el tiempo añadido. (LSE)
La relación entre la diferencia de goles y el tiempo añadido. (LSE)

Así, cuando el equipo local necesita un gol, el añadido medio es de cuatro minutos, mientras que cuando está a un gol de ser eliminado, apenas tiene que sufrir 2,6 minutos de más. "El tiempo de descuento beneficia sistemáticamente a los locales, y en los casos en los que los encuentros están más parejos, su efecto es más evidente y está más cerca de decidir partidos", dicen los investigadores.

"Esto es un experimento que me dan hecho", se dijo el economista Carlos Cueva, de la Universidad de Alicante, cuando supo que el fútbol se reanudaría a puerta cerrada. "He centrado mi actividad investigadora en los factores psicológicos que influyen en la toma de decisiones, sobre todo en los que hacen que las personas opten por alternativas que en principio no son las más racionales", dice Cueva a este periódico, "por eso cuando supe que el fútbol volvía sin público, vi una oportunidad perfecta para ver cómo influía en los resultados de los partidos y en la toma de decisiones del árbitro: el experimento venía hecho, solo había que medir los resultados".

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