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Las lágrimas de Katelyn Ohashi, la gimnasta alegre que nunca será campeona olímpica
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ha vuelto a conseguir un 10 en una competición

Las lágrimas de Katelyn Ohashi, la gimnasta alegre que nunca será campeona olímpica

La gimnasta estadounidense que hace furor en las redes no tiene nivel para ser olímpica, pero ha enganchado a millones de personas. Dejó la gimnasia profesional por las lesiones y la confianza

Foto: Katelyn Ohashi.
Katelyn Ohashi.

La chica de la sonrisa se hizo viral con facilidad. Primero en Estados Unidos, después en el mundo entero. Los vídeos de Katelyn Ohashi tienen algo hipnótico que no se explica solo con la gimnasia. Por encima de todo tiene que ver con la plasticidad, esa capacidad de transmitir con todo su cuerpo, soltar buenas vibraciones a aquel que la vea. Enamorar entre píxeles haciendo deporte. Es la sonrisa, por supuesto, el centro de todo esto, porque a las cabriolas más o menos uno está acostumbrado, pero las gimnastas que se ven en los Juegos Olímpicos son serias y rigurosas, como si la responsabilidad pesase toneladas.

Ohashi sonríe y disfruta, pero nunca será campeona olímpica. No es, en ningún caso, una de las mejores gimnastas del mundo aunque en su nivel, el universitario, brilla. Cuando termina su última actuación los jueces se ponen de acuerdo en otorgarle el 10. Lleva varios este mes. La perfección, la puntuación de Nadia Comaneci, en muchos sentidos la gimnasta más notable. Error, o error a medias. El deporte ha cambiado mucho, tanto que en la competición internacional un 10 es una nota bastante baja, porque la escala ahora corre hasta 16. Entre universitarios, sin embargo, se ha mantenido la figura como lo más alto a lo que se puede llegar. Y esa es, precisamente, la nota de Ohashi.

"El baile es muy llamativo, pero..."

¿Una actuación perfecta? No tan deprisa. Gervasio Deferr, triple medallista olímpico en gimnasia, no dudó en pinchar la burbuja. "El baile es muy llamativo, pero Ohashi solo realiza tres series acrobáticas y no son de lo más complicado", comentó una noche en la Cope. La comparación obvia es con la mejor del mundo, Simone Biles. También estadounidense, ambas coincidieron en competiciones de niñas. Solo hay que poner sus actuaciones juntas para entender que lo que hace Katelyn es difícil y divertido, pero lo que hace Biles es sobrehumano.

Y es ese el nivel, el sobrehumano, el que se exige para entrar en unos Juegos y ganar medallas. Ohashi no lo tiene, pero su historia es más compleja que un simple quedarse corto para llegar hasta lo más alto. "Los jueces internacionales aprecian más el estilo tradicional en el suelo que la coreografía, así que no funcionaría tan bien en otros lados", explicaba por su parte la exgimnasta Samantha Peszek a 'The New York Times'.

"No podía aceptarme"

"I was broken". La traducción directa vendría a ser "estaba rota", pero los matices en inglés son más profundos, porque no es algo solo físico sino también emocional, una bancarrota personal más que un percance. Ohashi quiso ser gimnasta, disfrutó con la competición, soñó con los Juegos Olímpicos pero, en algún momento, todo se torció. Lo cuenta, de un modo muy poético, en un vídeo de 'The Players Tribune', la página web creada para más gloria del deportista.

Se ve primero una niña feliz ("era invencible") y después a la que crece y pierde la fe, también el físico. "Los fans decían que no era lo suficientemente buena", explica. Se lesionó en la espalda, de gravedad, y se mostró feliz por ello. "Me decían que era embarazoso lo grande que estaba, fui comparada con un pájaro que no puede volar. Cuando era pequeña era muy delgada y me preguntaba qué pensaban de mi cuando crecí. No podía aceptarme", narra.

Foto: Katelyn Ohashi en acción.

"No podía aceptar, la gimnasia era mi vida. Me odiaba a mí misma". No nombran más enfermedad que un problema bastante grande en la espalda y luxaciones importantes en los hombros. Pero, sin calificarlo, la deportista cuenta una depresión, una ansiedad, el dolor de no cumplir las expectativas. Y, después, una decisión: dejarlo. No del todo, se mantendría en el deporte, pero de un modo diferente, pues la universidad exige mucho menos.

"Mi madre no se puso muy contenta cuando dejé la gimnasia para ir a la universidad, pero mi entrenadora en UCLA le dijo que mirase lo contenta que estaba", explica ahora Ohashi, que del mismo modo que entró en un vórtice de perdición salió y recuperó la sonrisa. "No he sido capaz de encontrar esta felicidad en mucho tiempo. He encontrado mi alegría, mi voz. No es un podio con medalla, es yo pudiendo caminar con una sonrisa en la cara y estar feliz conmigo. Eso va primero".

Su ejercicio vale un diez, pero la sonrisa vale el universo. El vídeo empieza, suena la música de Earth, Wind and Fire, ella baila, ella salta, ella camina pero, sobre todo, ella sonríe. Porque Katelyn Ohashi no necesita siquiera la mejor nota para triunfar, ni la competición más alta. A ella le sirve con un poco de 'flow', meterse al público en el bolsillo.

La chica de la sonrisa se hizo viral con facilidad. Primero en Estados Unidos, después en el mundo entero. Los vídeos de Katelyn Ohashi tienen algo hipnótico que no se explica solo con la gimnasia. Por encima de todo tiene que ver con la plasticidad, esa capacidad de transmitir con todo su cuerpo, soltar buenas vibraciones a aquel que la vea. Enamorar entre píxeles haciendo deporte. Es la sonrisa, por supuesto, el centro de todo esto, porque a las cabriolas más o menos uno está acostumbrado, pero las gimnastas que se ven en los Juegos Olímpicos son serias y rigurosas, como si la responsabilidad pesase toneladas.

Gimnasia rítmica
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