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El caos de los Juegos del Mediterráneo: un atropello, un socavón, el 'show' de Mireia...
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El caos de los Juegos del Mediterráneo: un atropello, un socavón, el 'show' de Mireia...

Canchas impracticables, gradas vacías, himnos que no suenan, barullo político y cierta incapacidad para detectar los errores cometidos. Tarragona tiene un evento que solo aparece por el caos

Foto: Gradas vacías en los Juegos del Mediterráne. (EFE)
Gradas vacías en los Juegos del Mediterráne. (EFE)

"Allons enfants de la Patrie / Le jour de gloire est arrivé!". La Marsellesa es el himno nacional de Francia y, también, una de las melodías más célebres de la historia. Sin ella Casablanca no sería una de las películas más recordadas y la 'grandeur' sería menos 'grandeur'. Por algún motivo técnico, Thom Mark Gicquel y Bastian Kersaudy, jugadores de bádminton, tuvieron que tirar de pulmones para hacer sonar la cantinela que todos saben en su ceremonia de medallas. En el pabellón no había megafonía. O no funcionaba. Una metáfora más de los Juegos del Mediterráneo, que solo encuentran su lugar en Twitter gracias a un incesante chorro de errores, como el del socavón en la cancha del 3X3 de básket o que Mireia Belmonte deba colocar la medalla a una rival.

También es cierto que todo empezó mal, pues estos Juegos del Mediterráneo tendrían que haberse celebrado en 2017, pero la crisis política del país bloqueó los presupuestos de la organización hasta hacer imposible que se llevasen a cabo. Esto, además de un batacazo en cuestión de imagen, ha hecho que la cita coincida temporalmente con el Mundial de fútbol. Es difícil pensar en un 'timing' peor para cualquier evento polideportivo en España, pelearse por la atención con la gran competición del balompié es un absurdo.

Se van sucediendo momentos extraños, divertidos o curiosos, casi siempre producto de alguna metedura de pata. Como ese en el que Mireia Belmonte, uno de los nombres más relevantes del evento, decide con gracia que está harta de esperar que alguien la coloque la medalla de bronce a su rival Diana Margarida Duraes y se lanza a hacerlo ella misma junto con la ganadora, la italiana Simona Quadarella. Quedó como un momento amable pero, desde el punto de vista organizativo, tampoco es la mejor imagen posible.

Foto: La construcción de una infraestructura de Tarragona.

Aunque es poco probable que estén en eso ahora mismo, porque los fallos son bastante peores en otros recintos y otros deportes. Es el caso del 3X3 del baloncesto, una modalidad nueva, que pronto será olímpica y que en la FIBA, se supone, tratan con cariño. Alguien podría intentar explicar en qué momento del proceso de construcción de la pista se erró, porque lo que es obvio es que un socavón en el suelo no procede en un acontecimiento en el que se trata de dar buena imagen.

Un espectador viendo el waterpolo

En la misma línea, hay un problema evidente en el interés que suscita la prueba, que es escaso. El caso extremo es ese partido de waterpolo al que solo acudió un espectador, algo que no ocurre ni en los juegos escolares. Pero más allá de esta anécdota, en general se ven las gradas más bien vacías en todos los eventos. No ha enganchado casi nada y se ha hablado incluso de la posibilidad de empezar a dar billetes gratis para que la gente se anime por medio de los clubes deportivos de la ciudad. El alcalde terminó negando esa opción porque no hay nada peor para una organización de este estilo que terminar regalando el producto.

Huelgas de árbitros y política

Este, en todo caso, es el mismo evento que ha visto peligrar alguna de sus pruebas por una huelga de árbitros. Concretamente ocurrió en lucha, pues los jueces estimaban que la organización no les estaba pagando las dietas de alojamiento y comida que les tenían prometido. Si no hay dietas, no hay trabajo. La organización, como en casi todos los demás errores, ha hablado de malos entendidos que antes o después se resolverían, pero las soluciones siempre parecen llegar cuando el mal ya está hecho. En el caos también ha habido un atropello por parte de un vehículo oficial a un niño y, más allá de los tentáculos de los que diseñan todo esto, un atleta turco detenido por una violación.

Lo más noticioso que ha ocurrido en estos días en relación con estos Juegos del Mediterráneo ha sido la lectura política de su inauguración. Es cierto que un acto con el rey Felipe VI y el presidente de la Generalitat, Quim Torra, era difícil escapar de todo aquello. Las acusaciones de unos y otros son múltiples e incluyen llamadas al boicot e incluso un portaaviones en el puerto, de exhibición, que ha sido muy criticada desde las filas independentistas, que también acusan al alcalde, el socialista Josep Félix Ballesteros, de haber entregado entradas a organizaciones españolistas en la inauguración para que vitoreasen al monarca.

Y, llegados a este punto, cabe preguntarse sobre la necesidad de unos Juegos del Mediterráneo y la vigencia de los mismos. Los comités olímpicos se implican mucho en este tipo de eventos, quieren darle fuerza y relevancia a otros juegos para ver si así consiguen otras vías de financiación y de publicitar atletas de deportes minoritarios. Es un objetivo admirable, pero no sale, no hay interés real por unos campeonatos que no tienen relevancia pública, ni nivel competitivo y que son más folclore y escarnio que deporte. Hay algunas grandes deportistas, como la propia Belmonte, o Lydia Valentín, pero el evento no invita a plantarse delante del televisor a ver qué ocurre en Tarragona.

La organización defiende que todo está bien, que está siendo un gran éxito. "El impacto que hemos tenido por la polémica política pero también por la inauguración, ¡es brutal! Ya lo calcularemos, pero esto no lo habríamos podido pagar en la vida", explica el alcalde. "No hay ningún error de organización", exclama el presidente del comité organizador, Víctor Sánchez. Y así todo, entre baches, himnos sordos, medallas que no se dan y runrún político de fondo.

"Allons enfants de la Patrie / Le jour de gloire est arrivé!". La Marsellesa es el himno nacional de Francia y, también, una de las melodías más célebres de la historia. Sin ella Casablanca no sería una de las películas más recordadas y la 'grandeur' sería menos 'grandeur'. Por algún motivo técnico, Thom Mark Gicquel y Bastian Kersaudy, jugadores de bádminton, tuvieron que tirar de pulmones para hacer sonar la cantinela que todos saben en su ceremonia de medallas. En el pabellón no había megafonía. O no funcionaba. Una metáfora más de los Juegos del Mediterráneo, que solo encuentran su lugar en Twitter gracias a un incesante chorro de errores, como el del socavón en la cancha del 3X3 de básket o que Mireia Belmonte deba colocar la medalla a una rival.

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