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'Monos': ¿a quién puede matar un niño?
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'Monos': ¿a quién puede matar un niño?

Alejandro Landes ha rodado en lo alto de la cordillera colombiana esta reflexión sobre la guerra y la violencia intrínseca al ser humano

Foto: Moisés Arias, Laura Castrillón y Sneider Castro, en 'Monos'. (BTeam)
Moisés Arias, Laura Castrillón y Sneider Castro, en 'Monos'. (BTeam)

Una cabeza de cerdo degollado clavada en la punta de una estaca. No son los niños perdidos en la isla de 'El señor de las moscas'; son el grupo de niños guerrilleros de la montaña de 'Monos'. El brasileño Alejandro Landes viaja en su segundo largo de ficción a las montañas de Cundinamarca, en Colombia, y escala hasta un territorio agreste y bronco en el que la vida y la muerte son valores relativos y el instinto prima. Por encima de las nubes, en la cumbre, ocho niños armados hasta los dientes tienen la misión de vigilar a la doctora Sara Watson (Julianne Nicholson) y de mantener con vida a Shakira, una vaca prestada a la que deben cuidar y ordeñar. Entrenados por un paramilitar, son máquinas de matar. Pero también son lo imprevisible e inconsciente de unos adolescentes rabiosos con las hormonas subidas y ganas de jugar.

Cuando su instructor se marcha, ellos quedan al cargo. Y aunque podrían ser ocho niños inscritos en un campamento de verano salvaje —las fiestas con alcohol, los líos de lenguas y los bailes alrededor de la hoguera—, en el fondo son soldados que deben obediencia a una legislación militar estricta y que tienen en sus manos armas de fuego y el entrenamiento para usarlas. Cuando uno de ellos accidentalmente mata a la vaca y a un compañero, el resto del grupo tiene que decidir si mentir para encubrirle y enfrentarse a una corte militar de la guerrilla, o si ajusticiarlo a él también.

placeholder Otro fotograma de 'Monos'. (BTeam)
Otro fotograma de 'Monos'. (BTeam)

La belleza de los paisajes, la luz y los tiros de cámara —la forma de retratar la naturaleza del director de fotografía, Jasper Wolf, entre los colores más vibrantes y los cielos pastel— son apabullantes, y contrastan en un choque de trenes con la brutalidad que son capaces de desplegar los protagonistas. Landes avisa con una secuencia en la que sorprende la destreza de los chicos a la hora de despiezar una vaca. Cortan los tendones con un golpe seco de machete. La desuellan. Desgajan músculo a músculo. Tienen que comer. Tienen que sobrevivir.

La belleza de los paisajes, la luz y los tiros de cámara contrastan con la brutalidad que son capaces de desplegar los protagonistas

Es difícil aclarar los sentimientos que despierta el grupo. Más allá de la hiperviolencia de Patagrande (Moisés Arias, que ha pasado de ser chico Disney en 'Hannah Montana' a liarse a tiros en la selva colombiana), los chicos —y las chicas, que también las hay— son capaces de mostrarse con la dulzura infantil e inocente de un compañero de juegos —la escena en la que las niñas le peinan unas trenzas a la doctora— y rápidamente virar en la agresividad y la falta de empatía más descarnadas: son capaces de arrear con la correa a un compañero por diversión y de no mostrar un ápice de comprensión —que no comprendan es lo más terrorífico— ante la angustia de una madre que no sabe si su hijo sigue vivo.

placeholder Otra imagen de 'Monos', de Alejandro Landes. (BTeam)
Otra imagen de 'Monos', de Alejandro Landes. (BTeam)

Landes combina una fotografía trabajada al milímetro con una puesta en escena naturalista, en la que se toma sus tiempos para recrearse en las dinámicas del grupo, en su relación con la naturaleza y el juego, para que el espectador sea testigo de cómo la regresión animal y el salvajismo van aflorando y les llevan por un camino errático en el que no son conscientes de jugarse la vida. Porque aunque ellos simulen que todo es un juego, el fuego y la hoja de un machete son reales.

placeholder Cartel de 'Monos'.
Cartel de 'Monos'.
Foto: 'Domino'.

La doctora también tendrá que lidiar con sus contradicciones morales. Porque las convenciones que el ser humano construye para la convivencia cívica mueren cuando desaparece la civilización. Y ¿qué es la guerra sino la vuelta momentánea a un estadio animal? Candidata por Colombia a los Oscar —aunque no finalista— y seleccionada por Sundance, Berlín y San Sebastián, 'Monos' es un filme inmersivo y terrible, tan exhibicionista como costumbrista, tan contradictorio como lo es, por otro lado, el objeto que retrata.

Foto: 'Manhattan sin salida'.

Una cabeza de cerdo degollado clavada en la punta de una estaca. No son los niños perdidos en la isla de 'El señor de las moscas'; son el grupo de niños guerrilleros de la montaña de 'Monos'. El brasileño Alejandro Landes viaja en su segundo largo de ficción a las montañas de Cundinamarca, en Colombia, y escala hasta un territorio agreste y bronco en el que la vida y la muerte son valores relativos y el instinto prima. Por encima de las nubes, en la cumbre, ocho niños armados hasta los dientes tienen la misión de vigilar a la doctora Sara Watson (Julianne Nicholson) y de mantener con vida a Shakira, una vaca prestada a la que deben cuidar y ordeñar. Entrenados por un paramilitar, son máquinas de matar. Pero también son lo imprevisible e inconsciente de unos adolescentes rabiosos con las hormonas subidas y ganas de jugar.

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