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'La trinchera infinita': un peliculón sobre la Guerra Civil
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'La trinchera infinita': un peliculón sobre la Guerra Civil

Aitor Arregi, Jon Garaño y José María Goenaga cuentan la génesis de la gran herida española desde los ojos de un hombre que permaneció escondido en un zulo más de tres décadas

Foto: Antonio de la Torre y Belén Cuesta son Higinio y Rosa en 'La trinchera infinita'. (eOne)
Antonio de la Torre y Belén Cuesta son Higinio y Rosa en 'La trinchera infinita'. (eOne)

El cine de Aitor Arregi, Jon Garaño y José María Goenaga es una anomalía. Una feliz anomalía, porque existe. Una triste anomalía, porque no existe más. En un arte que celebra la autoría, sobre todo si es individual, sorprende que una de las voces más estimulantes, genuinas y emocionantes tenga tres apellidos. Una mirada conjunta atenta al detalle y a la belleza. Fondo y forma confluyendo en la delicadeza del trazo, nunca obvio. Tampoco cursi.

Por separado, los directores se iniciaron entre el documental y la animación. Quizá la convergencia de esas antípodas sea el secreto de sus crónicas construidas a base de imágenes indelebles. Con las flores de 'Loreak' pegaron el portazo de entrada, reivindicando que en el cine también existe la periferia. Demostraron que la épica también se esconde en un piso de 50 metros. Y que si se sabe elegir el ángulo, hasta el interior de un autobús urbano puede ser hermoso.

Con 'Handia' llegó su confirmación, de nuevo nacida del sustrato cien por cien vasco. Si hasta ahora habían encontrado en lo accidental el motor de arranque, en lo singular lo reseñable, en 'La trinchera infinita' el protagonista pone la cara a cientos de historias que involuntaria y anónimamente construyeron la Historia. Esta no es otra película sobre la Guerra Civil, como aclaración a quienes creen que el cine español y nuestro quiste favorito son sinónimos. Es el drama de la muerte en vida de aquellos y aquellas que no pudieron ser por culpa de un conflicto que tiene muchas más víctimas de las que acabaron en el paredón.

placeholder Antonio de la Torre, en otro momento de 'La trinchera infinita'. (eOne)
Antonio de la Torre, en otro momento de 'La trinchera infinita'. (eOne)

La genialidad de Goenaga, Arregi y Garaño es, de nuevo, la atención y el mimo a lo pequeño. Porque un fragmento, multiplicado, puede construir el todo. Porque 'La trinchera infinita' no habla de la Guerra Civil como si se tratara de un cuadro de gran formato repleto de personajes trascendentales. Lo hace desde la soledad del común cuyo nombre no aparece en los libros. Y desde el fuera de campo: lo importante no es lo que se ve, sino lo que el ojo no alcanza y el cerebro construye. El mundo visto a través de una mirilla.

'La trinchera infinita' es la concreción del caos y la confusión que vivieron aquellos a quienes la Guerra Civil llamó directamente a la puerta

Porque en una guerra, el ritmo lo marcan el desconcierto y el desconocimiento. Uno está solo ante acontecimientos que ni siquiera comprende. La Historia solo se entiende 'a posteriori' y desde la distancia. Y la carrera del inicio de 'La trinchera infinita' es la concreción del caos y la confusión que vivieron aquellos a quienes la Guerra Civil llamó directamente a la puerta. Como a Higinio (Antonio de la Torre) —que también podría responder a Juan, Pablo, Joaquín o miles de nombres más—, sindicalista y republicano, quien de la noche a la mañana se convierte en enemigo —y presa— de sus propios vecinos una vez el bando sublevado toma su pueblo. Como a Rosa (Belén Cuesta), que pone su vida en pausa y a la que pocas veces se le reconocerá el sacrificio de llevar una existencia emocionalmente mutilada.

placeholder Una mirada sobre la Guerra Civil desde la perspectiva de un topo. (eOne)
Una mirada sobre la Guerra Civil desde la perspectiva de un topo. (eOne)

La cámara de los cineastas vascos se agita entre los callejones del pueblo cuando Higinio corre para escapar del pelotón de fusilamiento, y se queda quieta, a oscuras, en la penumbra barroca en la que se ve confinado después, viviendo como un topo en un agujero bajo el suelo de su casa, tan cerca y tan lejos de su mujer y de la cotidianidad en común que podría haber sido. Desde su zulo, Higinio sigue el desarrollo de la guerra, su final, la llegada de la dictadura a medida que el tiempo pasa y que sus esperanzas se desvanecen. Al otro lado de la falsa pared, Rosa es viuda de puertas para fuera, y esposa de puertas para dentro. Pero cuando te quitan las cortinas y la intimidad, no queda otra que quedarse en tierra de nadie.

placeholder Cartel de 'La trinchera infinita'.
Cartel de 'La trinchera infinita'.
Foto: 'Terminator: destino oscuro'.

'La trinchera infinita' es la explicación —llena de sutileza y sensibilidad— de las heridas invisibles y perdurables de un conflicto sin cicatrizar. Porque en la guerra no solo murieron los soldados, los represaliados, las víctimas colaterales, sino los sueños y proyectos de muchos. Como los de Higinio —que no pudo salir de su escondite hasta 1969— y otros topos, que se pasaron décadas en la clandestinidad. Y también murió el futuro en común de un país que hoy todavía sigue dividido por esa trinchera infinita.

Foto: 'Sorry We Missed You'.

El cine de Aitor Arregi, Jon Garaño y José María Goenaga es una anomalía. Una feliz anomalía, porque existe. Una triste anomalía, porque no existe más. En un arte que celebra la autoría, sobre todo si es individual, sorprende que una de las voces más estimulantes, genuinas y emocionantes tenga tres apellidos. Una mirada conjunta atenta al detalle y a la belleza. Fondo y forma confluyendo en la delicadeza del trazo, nunca obvio. Tampoco cursi.

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