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'Maléfica: maestra del mal': un espectáculo visual sin el más mínimo sentido
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'Maléfica: maestra del mal': un espectáculo visual sin el más mínimo sentido

Disney insiste en saturar el mercado de secuelas, 'reboots' y 'remakes' y, en el proceso, diluir la creatividad de los cuentos populares a base de fórmulas narrativas y calculado 'marketing'

Foto: 'Maléfica 2'.
'Maléfica 2'.

“Érase una vez… o quizás érase dos veces…”, arranca a hablar la voz en 'off' al principio de 'Maléfica: maestra del mal', y ese intento de tomarse su propia naturaleza derivativa a guasa no hace más que resaltar el cinismo de una productora, Disney, que insiste en saturar el mercado de secuelas, 'reboots' y 'remakes' y, en el proceso, diluir la creatividad de los cuentos populares a base de fórmulas narrativas y calculado 'marketing'.

Sea como sea, cualquier espectador que se enfrente a la película sin conocimiento previo de su predecesora, 'Maléfica' (2014), tendría todo el derecho a sentirse desconcertado ante el comportamiento de su supuesta protagonista. Diga lo que diga el título, después de todo, no es una mujer tan mala; de hecho, la mayor parte del tiempo es bastante maja. Disney ha apañado toda una mitología alrededor del personaje para recalibrar su psique y convertir a una de las villanas más deliciosamente malvadas de su catálogo en una heroína con malas pulgas.

Al final de la primera película, recordemos, el hada pérfida había resuelto —más o menos— sus problemas y logrado cierta armonía vital. Ella y la princesa Aurora (Elle Fanning) habían resuelto sus diferencias. Una vida de paz la esperaba, y ese parecía destinado a ser el punto y final; nadie en Disney tenía grandes expectativas en aquella variación del cuento de la Bella Durmiente —no se contaba con que recaudara 760 millones de dólares—, y lo cierto es que en esta segunda ocasión no se han tomado demasiadas molestias en devolver al personaje al lado oscuro. De ejercer de némesis ya se encarga otro personaje y, en ese sentido, es una suerte que Michelle Pfeiffer se tome tan en serio su participación en 'Maestra del mal'; durante buena parte del metraje, ella es la única que aporta algo de pulso al relato.

Por lo que respecta a Jolie, el director Joaquim Ronning no parece tener mucha idea de qué hacer con ella. La actriz pasa prácticamente la mitad de la película más bien pasiva o ausente, o como si estuviera esperando a que todo acabara. En realidad, su versión del personaje resulta ser mucho más inerte e inexpresiva que su homóloga de dibujos animados, y a ello contribuyen todas esas capas de maquillaje y cirugía digital, que dan a su rostro una textura robótica.

La actriz es mucho más inerte e inexpresiva que su homóloga de dibujos animados, y a ello contribuyen las capas de maquillaje y cirugía digital

A nivel argumental, 'Maestra del mal' se presenta como la “historia real” oculta tras los hechos ficticios relatados en el célebre cuento popular. En lugar de perseguir a la princesa posteriormente conocida como Bella Durmiente, Maléfica la adoptó y la crio. Ahora, Aurora (Elle Fanning) se ha enamorado del príncipe Phillip (Harris Dickinson) —aunque lo cierto es que, a juzgar por lo que vemos en pantalla, nadie diría que entre ellos existe atracción mutua alguna—. Durante la cena de compromiso, que incluye momentos francamente efectivos de comedia social, la madre del novio, la reina Ingrith (Pfeiffer), consigue que Maléfica sea señalada culpable de la maldición que le cae encima al rey John (Robert Lindsay), y ello pone en marcha una cadena de acontecimientos que conducirán a una guerra y un intento de genocidio. Maléfica huye y recala en un territorio poblado por otras criaturas como ella —esto es, tocadas con alas de buitre y cuernos de cabra—, donde su especie permanece a salvo de los malentendidos de la raza humana. Allí, el personaje aprenderá algo crucial sobre sí misma.

Con 'Maestra del mal', decíamos, la saga incorpora un nuevo director tras la cámara y, a diferencia de su predecesor, Ronning al menos parece querer que el público vea lo que pasa en pantalla. Si la primera película estaba insuficientemente iluminada durante buena parte de su metraje, ahora la segunda presenta un mundo rutilante y vívido por el que transitan extraños monstruos mágicos y trajes deslumbrantes y localizaciones memorables. La película, en otras palabras, ofrece un espectáculo visual indudable que, lamentablemente, permanece al servicio de una historia que ni está narrada de forma coherente ni tiene el más mínimo sentido —que los personajes se vean obligados a comportarse como si hubieran olvidado todo lo sucedido en la primera entrega no ayuda—, pese a que trate de ofrecer un surtido de lecciones sobre la importancia de apreciar la diferencia, aceptar las creencias de otros y promover la armonía intercultural.

placeholder Cartel de 'Maléfica 2'.
Cartel de 'Maléfica 2'.

La narración avanza tomándose su tiempo hacia una revelación bastante obvia, y hacia un inevitable clímax de acción en el que cosas generadas por ordenador colisionan con otras cosas generadas por ordenador. Habrá quien considere que 'Maestra del mal' al menos debería ser apreciada por plantear al público infantil algo tan poco habitual en el género como el peligro de los pensamientos totalitarios y absolutistas —la reina Ingrith, al fin y al cabo, es una fascista—. Pero, en buena medida a través de esos vaivenes que por momentos la hacen oscilar agresivamente entre la alegoría antibelicista y antirracista y el cursi romance de telenovela, la película en realidad demuestra no tener más intención que el mero postureo, y el reciclaje de asuntos relevantes y urgentes en forma de entretenimiento hollywoodiense higiénicamente empaquetado.

Foto: Abigail Breslin, Emma Stone, Woody Harrelson y Jesse Eisemberg, en 'Zombieland: mata y remata'. (Sony)
Foto: 'Retrato de una mujer en llamas'.

“Érase una vez… o quizás érase dos veces…”, arranca a hablar la voz en 'off' al principio de 'Maléfica: maestra del mal', y ese intento de tomarse su propia naturaleza derivativa a guasa no hace más que resaltar el cinismo de una productora, Disney, que insiste en saturar el mercado de secuelas, 'reboots' y 'remakes' y, en el proceso, diluir la creatividad de los cuentos populares a base de fórmulas narrativas y calculado 'marketing'.

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