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'¿Podrás perdonarme algún día?': falsificadora de cartas nominada al Oscar
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'¿Podrás perdonarme algún día?': falsificadora de cartas nominada al Oscar

Marielle Heller dirige a Melissa McCarthy en esta dramedia basada en la vida de Lee Israel, la biógrafa a la que el FBI persiguió por falsificar y vender cartas de famosos fallecidos

Foto: Melissa McCarthy y Richard E. Grant, en '¿Podrás perdonarme algún día?'. (Fox)
Melissa McCarthy y Richard E. Grant, en '¿Podrás perdonarme algún día?'. (Fox)

No es inhabitual que los escritores, especialmente los que empiezan, imiten la prosa de autores consagrados mientras van dando forma a su propio estilo. El de la biógrafa Lee Israel, de todos modos, es a la vez un ejemplo proverbial de ese tipo de apropiación y un caso del todo excepcional, puesto que su finalidad no era afinar una voz personal sino perfeccionar la imitación de otras voces.

Prácticamente en la ruina e incapaz de pagar un veterinario para su gato enfermo, Israel decidió que podía hacer negocio falsificando cartas y atribuyéndolas a Dorothy Parker, Noël Coward y otros escritores célebres y famosos por su afilado ingenio. A medida que perfeccionaba su reprensible arte —primero embelleciendo cartas originales y auténticas, luego escribiendo de principio a fin cartas falsas—, fue tejiendo una red de ilusos clientes en el seno del mundo literario neoyorquino que estaban dispuestos a pagar por ellas. Inevitablemente, las misivas de pega acabaron llamando la atención del FBI.

La acción de '¿Podrás perdonarme algún día?' transcurre a principios de los noventa. Tras gozar en el pasado de cierto éxito editorial gracias a sus libros sobre personalidades como Tallulah Bankhead, Israel (Melissa McCarthy) ha perdido el favor de la industria a causa de su insistencia en escribir sobre asuntos que ya no interesan al público. Su modo de vida no ayuda: se pasa el día bebiendo en el pub, y la noche en un apartamento lleno de basura y moscas, y cacas de gato que se acumulan bajo la cama.

placeholder Melissa McCarthy en '¿Podrás perdonarme algún día?'. (Fox)
Melissa McCarthy en '¿Podrás perdonarme algún día?'. (Fox)

La directora Marielle Heller describe las actividades delictivas de Israel como una extensión lógica de su estilo literario; si en su faceta de biógrafa había demostrado ser asombrosamente capaz de sumergirse en las identidades de sus objetos de estudio, esa habilidad le resultó especialmente útil a la hora de acometer sus falsificaciones. Para perfeccionarlas, asimismo, hizo acopio de viejas máquinas de escribir que le permitieran reproducir casi cualquier tipografía de épocas pasadas, y echó mano de planchas y hornos para envejecer artificialmente la papelería que utilizaba.

La película se niega a pretender que su heroína sea una persona a la que resulte fácil tenerle simpatía

Heller divide su atención entre el crimen 'per se' y los detalles de su ejecución, por un lado, y escenas en las que simplemente nos invita a disfrutar de la compañía de Lee, por otro. Aunque 'disfrutar' posiblemente no sea la palabra idónea. Quizá la gran virtud de la película es que se niega a pretender que su heroína es una persona a la que resulte fácil —o siquiera valga la pena— tenerle simpatía. Si aun así logra que se la tengamos, es en buena medida gracias a McCarthy.

placeholder Otro momento de '¿Podrás perdonarme algún día?'. (Fox)
Otro momento de '¿Podrás perdonarme algún día?'. (Fox)

La actriz es conocida sobre todo por sus papeles de comedia burda, pero sus personajes a menudo sugieren que bajo esa fachada tosca hay corrientes melancólicas y depresivas. En la piel de Israel, despojada del humor de brocha gorda, lo que ofrece es una profunda sensación de derrota recubierta del tipo de vitriolo que esencialmente busca ofender. Se trata de una mujer cerrada en sí misma por miedo a que alguien vuelva a hacerle daño, después del que ya le hizo su exnovia. De hecho, ese parece ser otro de los motivos por los que coquetea con la vida delictiva: nunca se ha considerado valiosa como para confiar en que alguien prestaría atención a lo que tiene que decir con su propia voz.

Menos convincentes resultan los puntuales intentos de la película de suavizar la personalidad de la mujer a través del sentimentalismo

Menos convincentes, eso sí, resultan los puntuales intentos de la película de suavizar la personalidad de la mujer a través del sentimentalismo. Heller recurre a una subtrama romántica para mostrar el miedo de Israel al compromiso, pero no la elabora lo suficiente como para que además de reblandecer sus contornos nos dé un acceso a su psique adicional al que ya nos proporcionan tanto el orgullo que muestra por sus propios crímenes como su problemática amistad con Jack Hock (Richard E. Grant), un dandi cuyo encanto despreocupado apenas disimula su creciente déficit de energía para mantener la poca autoestima que le queda.

placeholder Cartel de '¿Podrás perdonarme algún día?'.
Cartel de '¿Podrás perdonarme algún día?'.

En última instancia, la gran pega que puede ponérsele a '¿Podrás perdonarme algún día?' es que no ofrece nada más allá de su premisa —y las inevitables observaciones sobre la fascinación que nos producen las celebridades y sus intimidades— que sea mínimamente novedoso o sorprendente. De hecho, durante buena parte de su metraje se parece muchísimo al tipo de películas que Woody Allen hacía en los ochenta: la misma música jazz en la banda sonora, el mismo cromatismo grisáceo y la misma despreocupación a la hora de colocar la cámara, y las mismas conversaciones literarias cuyo objetivo primordial es incluir el mayor número posible de nombres conocidos. Sin embargo, la falta de originalidad de su diseño narrativo es compensada con una incuestionable solidez a la hora de ponerlo en práctica. Es una película que no hace nada particularmente mal, y que hace varias cosas lo suficientemente bien como para transpirar un peculiar magnetismo.

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No es inhabitual que los escritores, especialmente los que empiezan, imiten la prosa de autores consagrados mientras van dando forma a su propio estilo. El de la biógrafa Lee Israel, de todos modos, es a la vez un ejemplo proverbial de ese tipo de apropiación y un caso del todo excepcional, puesto que su finalidad no era afinar una voz personal sino perfeccionar la imitación de otras voces.

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