'Basada en hechos reales': ramplón y previsible Roman Polanski

"La ficción ya no le interesa a nadie; la gente está harta de sorpresas y giros ingeniosos. ¡Quieren realidad!", declara alguien en un momento de 'Basada en hechos reales', y es un consejo que la película misma sigue a medias: por un lado, en efecto, es inimaginable que ni el espectador más motivado sienta interés alguno por la ficción que propone, y por otro lado, nada de lo que en ella sucede es mínimamente creíble. Sobre el papel, la intersección entre ficción y realidad es un asunto idóneo para el director Roman Polanski, que de hecho lo ha abordado una y otra vez a lo largo de su carrera. Y quizás ese precisamente sea el problema: es inevitable percibir la nueva película como el trabajo de un director aburrido por el material que maneja, y la sensación de tedio acaba trasladándose al espectador.

La historia que cuenta Polanski arranca durante un acto literario celebrado en honor a Delphine (Emmanuelle Seigner), una escritora de éxito que acaba de publicar un libro inspirado en la enfermedad mental de su madre. Allí conoce a Elle (Eva Green), una fan entusiasmada por la incursión de Delphine en la no-ficción que, como demuestra la cantidad de tiempo que aguanta sin pestañear, obviamente es una perturbada.

Delphine, en todo caso, no siente sospechas cuando sus cuadernos privados le son sustraídos durante un viaje en metro con Elle, ni cuando su nueva amiga decide mudarse al otro lado de la calle o cuando la invita a una fiesta de cumpleaños a la que nadie más ha sido convocado. La escritora, de hecho, parece aceptar de buen grado que Elle vaya controlando cada vez más su vida, gestionando su página de Facebook, contestando sus 'e-mails' o incluso haciéndose pasar por ella en un acto público.

El giro sobre el que se sustenta la película es absolutamente predecible

Es difícil contar nada más sin revelar la supuesta sorpresa narrativa, aunque aún lo es más imaginar a un solo espectador que no la vea venir desde el minuto cinco de metraje. Considerando que toda la intriga se apoya en la supuesta eficacia de ese giro, eso es un problema.

Durante un rato, es cierto, resulta francamente gracioso contemplar las descaradas tácticas de manipulación que Elle despliega mientras Delphine permanece en la inopia, y que la convierten en una versión chusca de la enfermera que Kathy Bates encarnó en 'Misery'. Y posteriormente, en cuanto la intrusa empieza a copiar la apariencia de su víctima, Polanski empieza hacer lo propio con 'Mujer blanca soltera busca'. En ningún momento, sin embargo, muestra interés alguno en alcanzar ni un ápice de la hondura psicológica de esos modelos; y, de modo parecido, no presta más que una atención intermitente al componente erótico que la relación entre ambas mujeres debería poseer casi por definición.

Al final, 'Basada en hechos reales' se conforma con ser una ramplona intriga que ni saca partido de la tensión y la rivalidad entre sus protagonistas ni, a pesar de algún que otro golpe de efecto genuinamente bizarro, se atreve a abrazar de forma autoconsciente la absurdidad consustancial al relato o a adentrarse en el tipo de territorio de atmósferas perversas que durante mucho tiempo fue el hábitat natural de Polanski. La creación literaria, decíamos, es un tema que el polaco ya trató en el pasado en títulos como 'El escritor' (2010) y 'La novena puerta' (1999). Todo indica que en su día dijo todo cuanto tenía que decir al respecto.

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