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'Resident Evil: capítulo final', el chicle zombi no se puede estirar más
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'Resident Evil: capítulo final', el chicle zombi no se puede estirar más

Por el título, parecía que la sexta iba a ser la última entrega, pero Paul W. S. Anderson prefiere no pillarse los dedos y deja abierta la saga apocalíptica zombi

Foto: Milla Jovovich protagoniza 'Resident Evil: capítulo final'.
Milla Jovovich protagoniza 'Resident Evil: capítulo final'.

Pasó en torno a la tercera o cuarta entrega de la saga. Quizá por no repetirse, por ser un poco más originales, por ir un poco más allá, comenzó el desbarre. Un caso de desvarío similar al que sufrió 'True Blood' en el ecuador de la serie, cuando empezaron a aparecer hadas, duendes y cualquier mindundi secundario desarrolló capacidades místicas y los guionistas empezaron a darle a la botella y a lanzar monedas al aire para construir su propia aventura. Si cambiamos hadas y duendes por clones, reconstrucciones virtuales paralelas y superpoderes psíquicos alimentados por tecnología genética, se puede extraer la esencia de las últimas tres entregas de la hexalogía a la que Milla Jovovich ha dedicado en gran medida los últimos años de su carrera.

Tráiler de 'Resident Evil: capítulo final'

Para que no se diga que 'Resident Evil' permanece ajena a su tiempo, Paul W. S. Anderson —guionista, director y productor— ha añadido al holocausto zombi un puñado de preocupaciones más, como el integrismo religioso, el calentamiento global, las hambrunas, las enfermedades y las guerras codiciosas entre países, como el motor desencadenante de la aniquilación de la humanidad provocada por el virus T. Un intento de dotar de un poco más de enjundia a una trama que es la que es: Alice (Jovovich) pateando culos, sobreviviendo a deflagraciones imposibles y reventando cabezas gatillo en dedo y diente apretado.

Paul W. S. Anderson ha añadido al holocausto zombi un puñado de preocupaciones más, como el integrismo religioso, el calentamiento global, las hambrunas, las enfermedades y las guerras

Porque 'Resident Evil: capítulo final' es un artefacto de acción comercial hipertrofiado y sin complejos; parece una concatenación de escenas culmen una detrás de otra, con el 'más' a la enésima potencia como emblema: desde el segundo uno, el montaje programado en modo picadora de carne, con efectos sonoros diseñados para reventar tímpanos y música machacona es una sucesión de huidas de bichos y hordas de zombis a cada cual más grandes, explosiones a cada cual más bestia, con más fuego, y combates estroboscópicos de saltos acrobáticos y patadas en la boca a cada cual más aleatorio. 'Resident Evil: capítulo final' es bulimia adrenalínica pura, es vaciar cargador tras cargador sin tregua y sin justificación. Porque yo lo valgo. Es Alice pasada de Red Bull. Porque aquí venimos a ver zombis, tiros y a Milla Jovovich, y Anderson el dadivoso da lo que el público le pide, y en dosis ingentes. "A veces pienso que me he pasado la vida así, corriendo y matando", se queja Alice. Y con razón.

placeholder Milla Jovovich, en 'Resident Evil: capítulo final'.
Milla Jovovich, en 'Resident Evil: capítulo final'.

La humanidad está al borde de la extinción. Han pasado 10 años desde el primer brote de virus T -en la ilusión fílmica, en la realidad han sido 15 desde la primera entrega de 'Resident Evil'- y en el mundo apenas quedan unos miles de supervivientes, cada vez menos, con la constante amenaza de acabar formando parte del bufé libre de los infectados. Alice sigue viva y con la idea firme de acabar con la corporación Umbrella, responsable de la creación del virus, de su filtración y propagación y de la muerte de más de 7.000 millones de personas.

El doctor Isaacs (Iain Glen) se ha convertido en un integrista religioso dispuesto a todo para acabar de una vez por todas con la especie humana y, en particular, con Alice. Una perpetua persecución que les llevará a cerrar el círculo y volver al origen, a Racoon City. Allí, tendrá que acabar con más zombis, más bichos y más mercenarios de la corporación Umbrella para salvar a los pocos supervivientes que quedan en pie.

placeholder Fotograma de la película.
Fotograma de la película.

"Me llamo Alice y esta es mi historia. el final de mi historia". Así comienza, como es tradición, 'Resident Evil: capítulo final'. Para aquellos que quieran ver la sexta entrega sin pasar por las cinco anteriores, preocupación cero, porque Anderson hace un repaso exhaustivo de los momentos clave previos, desde el famoso laberinto de láseres homicidas de la primera cinta hasta los zombis comunistas de 'Resident Evil: venganza'.

Para aquellos que quieran ver la sexta entrega sin pasar por las cinco anteriores, preocupación cero, porque Anderson hace un repaso exhaustivo de los momentos clave previos

A partir de aquí, vía libre para el festín 'trinitrotoluénico': el director no pierde el tiempo en desarrollar la trama ni los personajes, mientras Alice avance y en su camino vaya encontrando los convenientes obstáculos. Ni siquiera en el caso de los secundarios, Anderson da una pildorita para construir una empatía con los personajes -o para que el espectador al menos recuerde quién es quién- y, cuando intenta crear un mínimo vínculo de un pasado en común, lo hace con la brocha más gorda del maletín. Anderson recupera al personaje de Claire (Ali Larter) e incorpora a la televisiva Ruby Rose para combatir contra Umbrella y acabar con el maligno Albert Wesker (Shawn Roberts), el único que 10 años después de un apocalipsis puede seguir bebiendo champán y usando gomina a paladas. Además, el realizador y su actriz protagonista aprovechan para presentar a su hija Ever Gabo en un papel doble: el de la Reina roja por un lado y el de la niña parapléjica hija del científico que diseñó el infauto virus.

placeholder Cartel de 'Resident Evil'.
Cartel de 'Resident Evil'.

Mucho ha llovido desde el estreno de la primera película en 2002, un proyecto que adaptó al cine el popular videojuego de Capcom, que contaba con una banda sonora con temas de Marilyn Manson, Rammstein y Slipknot, y que era una revisión renovada e interesante del cine de terror de la escuela de Romero y compañía. Sin embargo, poco a poco, la saga ha ido perdiendo su frescura y las ideas se han ido agotando y los efectos digitales no están a la altura del maquillaje FX de los comienzos. Probablemente, lo más interesante de 'Resident Evil: capítulo final' radica en que Anderson por fin revela los misterios alrededor del origen y del objetivo de Umbrella al crear el virus. Probablemente, lo menos, el hecho de que a pesar del título de la película la escena final deja abierta la posibilidad de una continuación. Y, lamentablemente, el chicle ya no se puede estirar más.


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Pasó en torno a la tercera o cuarta entrega de la saga. Quizá por no repetirse, por ser un poco más originales, por ir un poco más allá, comenzó el desbarre. Un caso de desvarío similar al que sufrió 'True Blood' en el ecuador de la serie, cuando empezaron a aparecer hadas, duendes y cualquier mindundi secundario desarrolló capacidades místicas y los guionistas empezaron a darle a la botella y a lanzar monedas al aire para construir su propia aventura. Si cambiamos hadas y duendes por clones, reconstrucciones virtuales paralelas y superpoderes psíquicos alimentados por tecnología genética, se puede extraer la esencia de las últimas tres entregas de la hexalogía a la que Milla Jovovich ha dedicado en gran medida los últimos años de su carrera.

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