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Sherlock Holmes se autoanaliza
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estreno de 'mr. holmes'

Sherlock Holmes se autoanaliza

Bill Condon, director de 'Dioses y monstruos' (1998), imagina la vida de un Sherlock Holmes nonagenario y con problemas de memoria al que da vida Ian McKellen

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Incluso si no fuera lo exquisita y delicada que es, incluso si Ian McKellen no estuviera lo increíble que está, Mr. Holmes seguiría siendo poderosísima por la idea sobre la que se levanta: descubrirle la ficción a un personaje de ficción. No está mal. En un momento en el que las películas con cierta voluntad comercial se hacen como churros, tirando de esquemas vulgares y trillados, es maravilloso encontrar un filme con un planteamiento así de ambicioso y bello.

Bill Condon, que firma su mejor película desde Dioses y monstruos (1998), con la que ésta tiene muchas cosas en común, presenta a un Sherlock Holmes viejo, retirado en su casa de campo y con graves problemas de memoria. Y, con lucidez y delicadeza, hace que sus recuerdos incompletos (magníficamente coreografiados en un filme narrado en tres tiempos), la relación con los que ahora tiene cerca y la dificultad, debido al Alzheimer, para pensar como antes le lleven, paulatinamente, a valorar la ficción como un mecanismo para relacionarse con el mundo.

La lógica detectivesca de Holmes va cediendo paso, poco a poco, a la creación más libre en uno de los mejores filmes recientes sobre el arte de contar historias. Sobre el arte de inventar y narrar historias y sobre el insospechado alcance de éstas. Encarnado por un magnífico Ian McKellen, contenido y solemne en la piel de un personaje (solitario, malhumorado, senil) muy difícil de manejar sin caer en el exceso o en el típico recital actoral egoísta, el detective descubre aquí las posibilidades de la ficción y, con ello, nuevas vías para autoanalizarse, reflexionar sobre su vida y entender a los que le rodean.

Para dar cuerpo a esa preciosa reflexión, Condon, que no es la primera vez que muestra a personajes que toman conciencia de la magnitud, para lo bueno y para lo malo, de su talento (esa idea está en la citada Dioses y monstruos, Kinsey o El quinto poder), combina con mano maestra melodrama y misterio. Basada en una novela de Mitch Cullin (autor del libro que inspiró Tideland de Terry Gilliam), Mr. Holmes acierta al imaginar la vejez del protagonista sin sacrificar lo que le dio la vida: el misterio.

En ese sentido, la película de Condon es dos cosas a la vez. Por un lado, un estudio de personaje fascinante (tanto, que pese a contar la historia de un personaje literario, es fácil ver el filme erróneamente etiquetado como un biopic), un melodrama con una visión nueva del detective creado por Arthur Conan Doyle que, además, dispara temas como la soledad, la culpa, la pérdida del autocontrol y la cercanía de la muerte. Por otro, un notable thriller que extiende su enigma a tres épocas trenzadas con destreza (denle la opción de arrancar, no se rindan al primer momento de confusión).

Como en Dioses y monstruos, el director alimenta el misterio con recursos de puesta en escena (la casa aislada del mundo donde viven Holmes, su ama de llaves y el hijo pequeño de ésta), diluyendo con habilidad las fronteras entre lo real y lo imaginado y optando por interpretaciones muy contenidas. Mr. Holmes no busca ni la gran revelación ni la sorpresa. No va de eso. Pero transmite continuamente una sensación de enigma, hasta de amenaza, que enriquece el relato y no puede tener más que ver con su protagonista. Eso sí, no hay que negar que esa solemnidad y ese rigor (que no merecen ser confundidos con un academicismo rancio) también derivan en una película un pelín más fría de lo que exige su historia: Mr. Holmes sería aun mejor si sus emociones no estuvieran tan estudiadas y encorsetadas.

Incluso si no fuera lo exquisita y delicada que es, incluso si Ian McKellen no estuviera lo increíble que está, Mr. Holmes seguiría siendo poderosísima por la idea sobre la que se levanta: descubrirle la ficción a un personaje de ficción. No está mal. En un momento en el que las películas con cierta voluntad comercial se hacen como churros, tirando de esquemas vulgares y trillados, es maravilloso encontrar un filme con un planteamiento así de ambicioso y bello.

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