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Las dos películas que crucificaron a Spielberg
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Tiburones, dinosaurios y manías cinéfilas

Las dos películas que crucificaron a Spielberg

La resurrección de 'Parque Jurásico' coincide con el cuarenta aniversario de 'Tiburón'. O las dos películas que convirtieron al director en el blanco favorito de un sector de la crítica y el público

Foto: Steven Spielberg en el rodaje de un filme EN 2014 (REUTERS)
Steven Spielberg en el rodaje de un filme EN 2014 (REUTERS)

A veces una película gusta tanto en un festival que todos quieren que gane. Pasó en Cannes 2013 con La vida de Adèle: el nivel de hype consensual fue tan descomunal que, días antes de conocerse el palmarés, comenzaron las especulaciones en prensa y redes sociales: si La vida de Adèle no triunfaba, la culpa sería de Steven Spielberg, presidente del jurado, cuyos gustos eran demasiado conservadores como para entronizar una historia de amor lésbico. Pues bien: La vida de Adèle ganó la Palma de Oro (chiste: igual Spielberg odia La vida de Adèle, pero la premió para que no le dieran la brasa).

En efecto, algunos sambenitos persiguen a Spielberg desde que se convirtió en el rey midas de Hollywood. Más allá de su amplia legión de fans, un sector de la crítica y el público suele achacarle todo tipo de pecados artísticos (como la sensiblería y el infantilismo) y comerciales (como haber mercantilizado Hollywood).

Algunos sambenitos le persiguen desde que se convirtió en el rey midas de Hollywood

Debate que se recrudecerá estos días al coincidir el estreno hoy de la cuarta parte de Parque Jurásico (Jurassic World), producida por Spielberg, con el cuarenta aniversario de Tiburón; es decir, dos de las películas consideradas culpables de convertir Hollywood en una industria obsesionada con los blockbusters.

Saurios de juguete

La primera parte de Parque Jurásico, dirigida en 1993 por Spielberg, transformó el modo de hacer películas en Hollywood. Fue el pistoletazo de salida a los efectos informáticos, los mundos digitales, el nada es imposible y el vale todo argumental.

Parque Jurásico también ejerció de punto de inflexión en el campo del marketing. Aunque ahora es una práctica habitual, entonces no tenía precedentes que la campaña de promoción de un filme arrancara un año antes, o que el estudio se asociara con más de cien marcas diferentes para explotar el fenómeno.

Para colmo, el estreno masivo del filme se produjo en plenas negociaciones del tratado de libre comercio Europa/EEUU. A Spielberg le pilló en medio la tormenta política: rodillo comercial de Hollywood contra excepción cultural francesa. “Era como si Parque jurásico fuera el ariete de la segunda invasión estadounidense de Francia, pero esta vez no para liberar el país, sino para ocuparlo”, explicaría Spielberg años después.

'Era como si 'Parque jurásico' fuera el ariete de la segunda invasión estadounidense de Francia, pero esta vez no para liberar el país, sino para ocuparlo'

En realidad no era la primera vez que Spielberg cambiaba las reglas del juego de la industria, sino la segunda, salvo que la primera vez lo hizo sin querer...

En efecto, es difícil encontrar un historiador del cine que no respalde esta tesis: a nivel industrial, hay un antes y un después de Tiburón (1975). Al margen de sus méritos artísticos, Tiburón ha pasado a la historia como el filme que inició la era de los blockbusters, esas películas estrenadas en verano (ahora incluso en cualquier época del año), destinadas a reventar la caja y apoyadas en brutales campañas publicitarias.

Fíjense si eran otros tiempos, que chocó ver al estudio de Tiburón gastarse un dineral en spots televisivos, algo que entonces era una estrategia novedosa. ¿El resultado? Tiburón fue la primera película en recaudar más de 100 millones de dólares en EEUU.

La culpa de todo la tiene este señor

Hay quien va un poco más lejos y culpa al Tiburón de Spielberg de cargarse la última edad de oro de la cinematografía estadounidense, el denominado Nuevo Cine Americano (NCA) de los años setenta (Coppola, Scorsese, Hasby, etc). Resumiendo mucho el asunto: tras unos años en los que los directores/autores habían marcado el ritmo en Hollywood con sus proyectos artísticos, los ejecutivos de los estudios volvieron a tomar el mando al calor de los nuevos blockbusters para todos los públicos. Se habían acabado los rollos raros.

El crítico y escritor estadounidense Peter Biskind lo resumió así: “Tiburón cambió el negocio para siempre… La película aumentó el apetito de las corporaciones por los beneficios rápidos y masivos; en otras palabras: los estudios querían que todos sus filmes fueran como Tiburón”.

''Tiburón' cambió el negocio para siempre al aumentar el apetito de las corporaciones por los beneficios rápidos y masivos'

Una teoría que tiene algo de verdad y algo de mentira: 1) Spielberg también era un autor del NCA, salvo que Tiburón pegó tal pelotazo que los gustos de la industria y el público empezaron a cambiar. 2) Como también explica Biskind, los autores del NCA tuvieron parte de responsabilidad en su caída por su megalomanía artística y por sus porrazos en taquilla. 3) El padrino (Coppola, 1972) había sido un taquillazo sideral, así que el antagonismo arte/comercio no era tal, aunque es cierto que Tiburón abrió una brecha entre ambos campos que aún colea...

Es innegable que Tiburón lo cambió todo para bien y para mal. Convertir las películas en fenómenos se convirtió en algo más importante que las películas en sí, aunque echarle la culpa de todo esto a Spielberg es pasarse de frenada.

Otra dato: las taquillas del joven Spielberg siguen asustando varias décadas después, con tres películas entre las dieciséis más lucrativas de todos los tiempos si ajustamos la inflación: Parque Jurásico, Tiburón y ET, el extraterrestre.

He aquí los pecados originales que explicarían parte de la manía a Spielberg. Otra pregunta sería la siguiente: ¿Tiene algo que demostrar el director de filmes como En busca del arca perdida (1981), Encuentros en la tercera fase (1977) o Inteligencia artificial (2001)?

A no ser, claro, que ver ET y acabar llorando a moco tendido esté aún mal visto...

A veces una película gusta tanto en un festival que todos quieren que gane. Pasó en Cannes 2013 con La vida de Adèle: el nivel de hype consensual fue tan descomunal que, días antes de conocerse el palmarés, comenzaron las especulaciones en prensa y redes sociales: si La vida de Adèle no triunfaba, la culpa sería de Steven Spielberg, presidente del jurado, cuyos gustos eran demasiado conservadores como para entronizar una historia de amor lésbico. Pues bien: La vida de Adèle ganó la Palma de Oro (chiste: igual Spielberg odia La vida de Adèle, pero la premió para que no le dieran la brasa).

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