Culos, peleas y coches voladores

Las cosas claras desde el principio: Fast & Furious 7 es la mayor fantasmada que vas a ver este año. Las cotas de inverosimilitud que alcanza la saga en su séptima entrega rozan lo delirante, así que nadie piense que va a ver un filme de acción a lo Paul Greengrass y se lleve a engaño. Aunque esta advertencia probablemente sobre, ya que precisamente esta nueva parte está hecha por y para los fans más acérrimos de la serie. Les da lo que ya les había ofrecido antes y encima lo multiplica por diez. Más acción, más chicas, más coches, más de todo…

La trayectoria de los filmes de Fast & Furious ha sido peculiar, tras dos entregas que funcionaron y sorprendieron en taquilla ninguno de los dos protagonistas repitieron sus papeles para la tercera parte. El resultado fue una película que se estrelló en taquilla pero que no cerró la franquicia. Para la cuarta parte volvieron Paul Walker y Vin Diesel, y demostraron que quedaba gas para rato. Los responsables fueron lo suficientemente honestos como para no ignorar su error, y hasta retomaron los personajes de la tercera para el resto de filmes.

Desde ese momento cada estreno de Fast & Furious se vive como todo un acontecimiento, la taquilla es cada vez mejor y para este posible cierre del negocio se espera un primer fin de semana de más de cien millones de dólares, algo reservado para muy pocos blockbusters.

Además la llegada del director James Wan revitalizó la franquicia de tal forma que hasta la crítica se rindió a sus fuegos artificiales. Wan se la juega siempre al más difícil todavía, y su poderío visual en las escenas de acción está en una montaña rusa que no ha encontrado todavía su techo. Él sabe lo que quiere su público y se lo da, pero también sabe del poco recorrido de su material, por lo que lo envuelve todo en un aire autoparódico que ayuda a que un filme tan largo y dedicado a una audiencia tan concreta sea tan disfrutable.

Eso sí, hay que ir con la mente dispuesta a no pensar y a flipar con peleas imposibles, explosiones, tiroteos y persecuciones a doscientos por hora. En esta ocasión hasta se desafían las leyes de la física. En Fast & Furious 7 hasta los coches vuelan. Lo hacen en una escena espectacular en Abu Dhabi. ¿Que no se lo cree nadie? Efectivamente, por ello se encargan de jugar con ello y hasta reírse en una de las primeras escenas de la película, cuando el personaje de Walker le dice a su hijo que no tire su coche de juguete porque los automóviles no pueden volar.

Eso sí, la saga también sigue con esos patrones machistas que perpetúa filme tras filme, los 20 primeros minutos de película son una sucesión videoclipera de culos, bikinis, movimientos sexys a ritmo de música hiphopera, y mujeres con poca ropa. Demasiado guiño para un espectador al que ya se tiene en el bolsillo de antemano. Menos mal que luego Michelle Rodríguez sale dando mamporros para compensar.

Para semejante fantasmada es imprescindible un reparto de estrellas cachas que se presten al juego. A Diesel se agregó en las últimas entregas Dwayne Johnson, y ahora para completar la faena llega Jason Statham, que regala un villano indestructible, tan inverosímil como la película, y tan consciente de su irrealidad que hasta resulta carismático. Todos en una saga dedicada a la memoria de Paul Walker, fallecido a mitad del rodaje, y para el que ofrecen una emotiva (todo lo que puede pedirse a esta saga) escena.

Mención aparte merecen los responsables de Weta, que gracias a sus efectos especiales han salvado la pérdida del actor y en ningún momento se podría decir qué planos han sido alterados por los maestros visuales y cuáles no.